TIEMPOS DEL MUNDO

martes, 5 de septiembre de 2017

LOS FANTASMAS DEL TEATRO MUNICIPAL: Espíritus condenados que se resisten a abandonar el lugar

Todo teatro que se precie tiene sus propios fantasmas, y el Teatro Municipal de Lima no es a excepción. Ubicado en la cuarta cuadra del jirón Ica en pleno centro histórico de la ciudad, fue construido en 1915 según el diseño de Manuel María Forero Osorio e inaugurado el 28 de julio de 1920 con el inicio de la temporada de la Gran Compañía de Opera Italiana de Adolfo Bracale quien interpretara la ópera Aida de Giuseppe Verdi. Conocido inicialmente como Teatro Forero, fue comprado en 1929 por la Municipalidad de Lima pasando a ser el Teatro Municipal. Desde los primeros días de su existencia, una serie de extraños fenómenos paranormales indicaban que ‘algo’ maligno ocurría en su interior. Criaturas fantasmales comenzaron a aparecer en el lugar indicando con su presencia que no quieren quedar afuera del escenario ya que desean ser los protagonistas. Por ello, se corporizan ante actores y empleados y se hacen oír: corren las butacas y mueven las cortinas. Quienes los han visto, dicen que son amigables, aunque muchos les temen, ya que sienten un frío estremecedor que recorre sus cuerpos, los que los obliga a huir de su presencia. Tanto los actores como el personal que trabaja en su mantenimiento, pueden dar fe de estas extrañas apariciones fantasmales entre las butacas y cada uno de ellos tiene su propia historia que contar de esos encuentros. Generalmente, hay ciertas coincidencias que se han reportado con respecto a las apariciones de aquellos seres, como por ejemplo que son apariciones de personas completamente desconocidas y ni el más antiguo trabajador del lugar puede reconocerlos, por lo que se deduce que deben tratarse de apariciones de actores que aparecieron en escena en sus primeros años de la existencia del teatro, por lo que no se tiene memoria alguna de quienes fueron en vida, o bien alguien que murió dentro del teatro, por diversos motivos, quizás algún espectador y cuyo espíritu no desea - o puede - abandonar el lugar. Si bien no se manifiestan de forma violenta, ya que generalmente se corporizan tocando elementos de la escenografía, moviendo cosas o haciendo ruidos, nunca se les escucho hablar o emitir sonido alguno. En otras ocasiones aparecen de entre las sombras, mirando fijamente a quienes laboran en el lugar, y se quedan quietos como si fueran estatuas, pero si alguien intenta hablarles o hacen algún ruido, desaparecen súbitamente. Los empleados han terminado por dejarlos en paz y se han acostumbrado con el tiempo, a que estos seres incorpóreos, formen parte del teatro. Curiosamente, nunca se les aparecen a los dueños de los teatros. Eligen a los empleados, técnicos y actores. A veces también a alguna persona del público, quien les logra ver, pero muy raramente - especialmente en aquellas representaciones que han sido de su agrado - ya que generalmente prefieren ‘aparecer’ cuando el teatro esta vacío. Agitan sorpresivamente las bambalinas; moviendo las cosas de su lugar en los camerinos durante los ensayos y cuando las obras de teatro no están siendo representadas. Vaya a saber uno el motivo por el cual aquellas almas en pena se aferran a quedarse en el lugar, quizás estén condenadas a no abandonarlo jamás.