Como sabéis, entre todos los fenómenos inexplicables de nuestro Universo, los estallidos rápidos de radio (FRB por sus siglas en inglés) son posiblemente los más misteriosos. De hecho, se trata de las señales más escurridizas y potentes jamás detectadas en el espacio, y aunque duran apenas unos pocos milisegundos pueden generar, en ese breve tiempo, la misma cantidad de energía que 500 millones de soles. Hasta ahora, nadie ha logrado averiguar qué clase de sucesos podrían ser capaces de producir señales de radio de tan extraordinaria intensidad. La primera vez que se supo de su existencia fue en el año 2007, y desde entonces astrónomos de todo el mundo han tratado de “cazar” esos brillantes e inesperados destellos en el firmamento. Se trata, por supuesto, de una cuestión de suerte, ya que los FRBs son imposibles de predecir y la única forma de detectarlos es que los instrumentos estén observando continuamente, con la esperanza de que uno de esos breves eventos se produzca dentro de su radio de acción. Pero el año pasado sucedió algo extraordinario: los investigadores encontraron que por lo menos 16 FRBs procedían del mismo punto del espacio, una única fuente más allá de nuestra Vía Láctea. Fue tal el desconcierto que varios físicos de Harvard llegaron incluso a proponer, en un artículo publicado en Arxiv.org, que las misteriosas señales podrían ser la prueba de una tecnología alienígena extraordinariamente avanzada. Hoy, se conocen, además de este, otros dos casos de FRBs “repetitivos”. ¿A qué podrían deberse estos gigantescos fogonazos? Los estudios más recientes sobre el tema apuntan a posibles estrellas de neutrones, pero otras hipótesis incluyen agujeros negros, púlsares con estrellas compañeras, implosiones de cadáveres estelares, supernovas, colisiones de agujeros negros o magnetares. Lo único cierto es que cuando se trata de FRBs, nada es seguro. Hasta el momento, la mayor parte de los FRBs detectados son únicos, esto es, brillan solo una vez. Pero, como hemos visto, tres de ellos se repiten en el tiempo, enviando no solo uno, sino múltiples estallidos de ondas de radio al espacio. Evidentemente, esos tres FRBs no pueden deberse a un evento catastrófico. Una estrella, por ejemplo, solo estalla una vez, y no hay forma de que genere más de un único FRB durante el proceso. Ahora, y para terminar de complicar las cosas, Vikram Ravi, astrofísico del Instituto de Tecnología de California, sostiene en un artículo publicado en Nature Astronomy que tampoco los FRBs “únicos” detectados hasta ahora proceden de catástrofes cósmicas. Y es que, según sus cálculos, no se producen en el Universo suficientes episodios violentos como para explicar la cantidad de estallidos rápidos de radio que llegan hasta nosotros. Para su trabajo, Ravi utilizó algunos de los FRBs más cercanos detectados hasta ahora para calcular un límite inferior de la frecuencia con la que ocurren, y comparó luego esa tasa con la de eventos cataclísmicos en el Universo cercano. En palabras del propio investigador, “la tasa de FRBs parece ser más alta que la de cualquier cosa que podamos pensar que los está causando”. Dicho de otra forma, hay muchos más FRBs “ahí fuera” que eventos catastróficos. Esta claro, indica el científico, que podría ser que todas las posibles fuentes propuestas hasta ahora fueran simultáneamente correctas, pero parece mucho más probable que, aunque no nos lo parezca, la mayoría, o incluso todos los FRBs, sean repetitivos. Es decir, que cada fuente sea capaz de producir múltiples ráfagas durante su vida útil, lo cual reduciría mucho el número de fuentes necesarias para explicarlos. Y luego, claro, están las “otras” posibilidades, como que no estemos ante un fenómeno de origen natural, sino artificial, esto es, producido por alguna tecnología muy avanzada. En todo caso, Ravi cree que no se puede descartar que haya múltiples clases de cosas en el cielo que provoquen estallidos rápidos de radio, incluyendo eventos desconocidos y nunca observados por los astrónomos. Lo único cierto, sin embargo, es que ninguno de los modelos actuales encaja bien con las observaciones. “Necesitamos saber con precisión -dice Ravi- de qué tipo de galaxias proceden los FRBs y dónde están esas galaxias”. Hasta ahora, en efecto, solo se han localizado tres, que son las supuestas responsables de los FRBs repetitivos. “Si estamos haciendo bien nuestro trabajo -concluye el científico- deberíamos poder resolver la cuestión en los próximos cinco años”.
martes, 31 de diciembre de 2019
martes, 24 de diciembre de 2019
LA PROFECIA DE HUAYNA CAPAC: Una predicción increíblemente cumplida
Ubicada en la costa occidental de América del Sur se encontraba el Imperio de los Incas, que se extendía desde el sur de la actual Colombia hasta el norte de Argentina. Su inmenso territorio se encontraba dividido en cuatro provincias denominadas Suyos, las cuales se correspondían con los cuatro puntos cardinales, tomando como punto de referencia al Cuzco, capital del Imperio y residencia permanente del Inca: jefe militar, civil y religioso. Estas provincias eran gobernadas por familiares del monarca: los Curacas y estas cuatro autoridades conformaban el Consejo de Estado. En tiempos en que gobernó Huayna Cápac (1493 - 1525) el Imperio Inca había llegado a su máxima extensión, pero no estaba destinado a perdurar, ya que coincidentemente al otro lado del continente, los españoles - que habían arribado en 1492 - conquistaron el Imperio Azteca en 1521 y enviaron grupos expedicionarios en otras direcciones con idéntico objetivo. Es de presumir que el Inca tuviera noticias de ello, gracias a los mercaderes que transportaban sus productos en balsas desde sus dominios hasta territorio centroamericano para intercambiarlos, donde de seguro tuvieron noticias de las llegadas de aquellos misteriosos “hombres barbados” a esas tierras procedentes de lejanos lugares, por lo que era cuestión de tiempo que arribasen al Imperio. Quien mejor que el Inca Garcilaso de la Vega (autor de Los Comentarios Reales de los Incas) que nos da cuenta de ello: “Ocurrió hacia el año 1512, cuando en la Plaza Mayor del Cuzco, Huayna Cápac oficiaba la ceremonia al Sol (Inti Raymi) como todos los años, de pronto se vio en el cielo un extraño espectáculo: apareció un águila real perseguida por cinco o seis halcones, los cuales la atacaron por turnos, impidiéndole volar y tratando de matarla a picotazos. El águila, al no poderse defenderse, cayó en medio de la Plaza, entre el Inca y los miembros de la realeza, quienes al cogerla vieron que estaba enferma, cubierta de caspa, con sarna y casi pelada. Diéronle de comer y le prodigaron muchos cuidados, pero de nada sirvió; a los pocos días el águila expiró. El suceso era a todas luces de muy mal agüero, y el Inca llamó entonces a todos sus adivinos para que lo descifraran, quienes confirmaron que era un presagio de que pronto habría derramamiento de la sangre real, una cruenta guerra y finalmente la destrucción del Imperio. Algo que por cierto comprimió el corazón del Inca, quien les ordeno guardar el secreto. Sin embargo, por esos años ocurrieron también cataclismos naturales que fueron como los heraldos precursores de la desgracia que sobrevendría al Imperio: muchos terremotos tan destructivos como nadie recordara o guardara memoria. Asimismo, quienes habitaban en la costa fueron testigos como el mar crecía de modo que nunca habían visto y en el cielo se vieron surcar muchos cometas espantosos. A ello debemos agregar que en una noche muy clara y serena se vio a la luna con tres círculos muy grandes. ‘El primero era de color sangre. El segundo, era de un color negro que tiraba a verde. El tercero parecía que era de humo’. Un adivino fue donde el Inca y le avisó que aquel extraño fenómeno era un aviso de su madre Killa (la diosa Luna) de la desgracia que pronto Pachacamac (el dios reverenciado que mueve el mundo) haría caer sobre el Imperio: el primer círculo de color de sangre significaba que no bien el Inca falleciera, estallaría una cruel guerra entre sus hijos y se derramaría mucha sangre de la realeza. El segundo cerco negro era un aviso que tras la guerra civil sobrevendría la ruina y el fin del Imperio, de su religión y de su gobierno, todo lo cual se convertiría en humo, que era lo que significaba el tercer círculo que se veía en la Luna. El Inca no quiso creer lo que escuchaba y despidió de mala manera al adivino, diciéndole que seguramente había soñado tal cosa pero el adivino le invitó a que saliera de sus aposentos reales y viera con sus propios ojos las señales que su madre Luna le mandaba: el Inca salió y comprobó que era cierto. Angustiado por lo que vio, el Inca supo disimular su estado de ánimo y a fin de no preocupar a los suyos, fingió no creer en dichos presagios, arguyendo que no veía ninguna razón para que su padre el Sol permitiese que cayeran tales desgracias sobre sus propios hijos. Se limitó a ofrecer sacrificios a sus dioses y en consultar los oráculos de Pachacamac y el Rímac, así como otros más, pero las respuestas de estos fueron muy ambiguas o confusas. Así pasaron como tres o cuatro años sin que hubiese novedad en el Imperio, lo cual calmó en algo las inquietudes. Tal vez los dioses habrían cambiado de parecer. Pero las profecías, inexorablemente habrían de cumplirse. Mientras que por aquellos días en que los adivinos se esforzaban en interpretar el suceso del águila de la Plaza Mayor del Cuzco, los expedicionarios españoles daban precisamente los primeros pasos para llegar al Imperio Inca: se hallaban por entonces enfrascados en encontrar un “estrecho” o “brazo de mar” que les permitiera pasar del Mar del Norte (hoy Atlántico) al presumible “Mar del Sur” (hoy Pacífico). Dirigidos por Vasco Núñez de Balboa, entre los que participaban en dicha “entrada” se hallaba un subalterno hasta entonces oscuro y desconocido, llamado Francisco Pizarro. Dicha expedición culminó con el descubrimiento del Mar del Sur, es decir el Océano Pacífico, el 25 de septiembre de 1513. El camino hacia el fabuloso Imperio de los Incas ya había sido abierto. Balboa fue nombrado Adelantado del Mar del Sur, y continuó las exploraciones más hacia el sur, por las costas pacíficas de la actual Colombia, en busca del territorio del Birú o Perú, como se lo empezó a conocer desde entonces. Precisamente su nave fue la que divisaron los hombres del inca Huayna Cápac, quienes de inmediato dieron el informe a su amo, el cual se hallaba en su palacio real de Tumibamba, cerca de Quito. Era el año de 1515. Aún con la preocupación del presagio del águila, Huayna Cápac comprendió entonces que aquello era la clave de todo el enigma que hasta ese momento le devanaba los sesos: recordó una antigua profecía que decía que pasado 12 gobernantes incas llegarían gentes extrañas y nunca vistas que se adueñarían del país, impondrían su gobierno, sus costumbres y su religión, destruyendo el Incario. Sacó cuentas y se enteró que él era el doceavo inca desde el fundador Manco Cápac: la profecía entonces se cumpliría tan pronto como muriera. Pero aún parecía lejano aquel día: el Inca estaba seguro que su padre Sol no lo llamaría aún” añade el cronista. Huayna Cápac era grave, valiente y justiciero. Sus súbditos le querían y le respetaban. En sus manos no corría peligro la unidad del Imperio. Pero él fue quien creó el germen fatal de la disolución, al construir en Quito una sede rival del Cuzco, creando así la causa de la futura división incaica, con lo que allanó el camino de los españoles. Si la tierra no hubiera estado dividida –reconoce uno de los primeros conquistadores – o si Huayna Cápac aun hubiera vivido, ‘no la pudiéramos entrar ni ganar’. Y en efecto, mientras vivió Huayna Cápac, aquellos extranjeros que vagaban por las costas del norte del Imperio en grandes barcas no significaban peligro mayor para un Imperio unido bajo la férrea mano del Inca. Pero aquellos invasores llevaban en sus alientos un aliado invisible que les fue de ayuda fundamental en sus planes de conquista, que sería el gran responsable de la hecatombe de la población indígena: los virus causantes de mortíferas epidemias. La primera epidemia que llegó a territorio del Imperio Inca fue la viruela, prolongación del mortal virus introducido en el Caribe en 1518 por los españoles. De allí pasó a Méjico en 1519, continuando hacia Guatemala y luego Nicaragua. En algún momento llegó a Cartagena, Darién y al istmo de Panamá, de donde se prolongaría más al sur, entre 1514 y 1527. El virus de la viruela llegó al Imperio incluso mucho antes de que la partida de expedicionarios comandada por Pizarro pisara territorio inca. Las primeras víctimas de renombre fueron el mismo Inca y gran parte de la nobleza. Según Betanzos, estando en Quito, Huayna Cápac enfermo de viruela. Cieza coincide con Betanzos, agregando que más de 200,000 almas murieron en los distritos circundantes. Fue una epidemia mortífera como nunca se había visto hasta entonces. Garcilaso asevera que el Inca supo entonces que los malos presagios que años antes le inquietaron tanto empezaban a cumplirse. Por si fuera poco, se vio en el cielo un pavoroso cometa de color verde, y un rayo cayó en las inmediaciones del palacio, señales indudables de que su muerte estaba cercana, según interpretaron los adivinos. Estando en tal trance, llamó el Inca a todos sus hijos y parientes, a sus capitanes y gobernadores, informándoles que ya su padre Sol le llamaba y que por lo tanto les quería expresar su última voluntad, que según Garcilaso fue textualmente ésta: “Hace muchos años que por revelaciones de nuestro Padre el Sol, creemos que pasados doce Incas vendrá gente muy blanca y sujetara nuestro Imperio a su Reino. Esta gente será valerosa y nos aventajara en todo. También sabemos que en mi, se cumple el numero doce de los Incas y, certifico que a pocos aňos de que yo me haya ido de entre vosotros, vendrá aquella gente y se cumplirá todo lo que nuestro Padre el Sol, me ha comunicado. Yo os mando que lo obedezcáis y sirváis como a hombres que en todo os harán ventaja: que su ley será mejor que la nuestra y sus armas poderosas e invencibles más de las vuestras. Quedaos en paz que yo me voy a descansar con mi padre el Sol que me llama”. Según se puede deducir, Huayna Cápac pensó que los extranjeros que vagaban por las costas del norte del Imperio eran los enviados del dios Viracocha, aconsejándoles no ofrecer resistencia alguna a su llegada. Tras su muerte, Huáscar asumió el trono, pero al poco tiempo se rebelo el bastardo Atahualpa, quien tras una cruenta guerra civil usurpo el poder y al dirigirse de Quito al Cuzco para ser coronado, fue capturado por Pizarro en Cajamarca, siendo ejecutado en 1533. Con su muerte, el Imperio llego a su fin, cumpliéndose al pie de la letra la citada profecía. Lo que siguió a ello, es por todos conocido.
martes, 17 de diciembre de 2019
TAITA NOEL: El terror de las navidades pasadas
En el Perú eran los inicios de la década del 70 y en pleno gobierno ‘revolucionario’ los asesores del general Juan Velasco Alvarado, habían puesto en la mira en uno de los personajes más tradicionales de la Navidad; Santa Claus, a quien se le acusaba de ser “alienante, promotor del consumismo capitalista y símbolo de una ideología extranjera” (?) por lo que decidieron reemplazarlo por uno que sea ‘autóctono’ y se asemejara a sus ideales ‘socialistas’. Es así como en 1972 a través de una disposición del ministerio de educación se dispuso la prohibición de la imagen del personaje en las festividades navideñas de aquel año. Pero el régimen velasquista, autodenominado “Gobierno Revolucionario de la Fuerzas Armadas” no la tendría fácil, y desde un inicio se vio que borrar de la mente de los limeños a tan tradicional personaje era virtualmente imposible, por lo que se inicio una campaña mediática - como lo llamaríamos ahora - contra Santa Claus, reforzando la “historia” de que los regalos no eran traídos por el regordete personaje, que a pesar de vestir de rojo y blanco no tenía nada de peruano, sino que los regalos “llegaban a los niños” a través del “niño Manuelito” el rebautizado niño Jesús del Cuzco. Asimismo, los publicistas de la época buscaron una salida para reemplazar a Santa Claus y se le peruanizo, creándose entonces un engendro de nombre 'Taita Noel' el cual ahora vestiría poncho, un chullo en la cabeza y ojotas. Además, su trineo ya no seria tirado por renos sino por llamas. De esta manera, los primeros ‘Taitas Noeles’ aparecieron en las desaparecidas cadenas de tiendas Tia y Monterrey (muy conocidas en aquellos tiempos) ubicadas en el céntrico jirón de la Unión, que era a su vez el principal lugar donde se realizaban las compras navideñas en los 70, y donde se les podía ver en las calles. En cuanto al árbol de Navidad simplemente “desapareció” por decreto. Hasta el pavo en la cena navideña era mal visto al no tener origen peruano y trataron de cambiarlo por el cuy (o conejillo de Indias). Pero a pesar de los esfuerzos del gobierno, el llamado ‘Taita Noel’ nunca calo entre los limeños ya que por el contrario, debido su aspecto andrajoso se convirtió en el cuco de los niños, quienes lloraban aterrorizados cuando uno de esos ‘pordioseros’ se les acercaba buscando que se tomen una foto con el y de esta manera, poco a poco casi sin que uno se diera cuenta, fueron desapareciendo, ya que la caída del gobierno ‘revolucionario’ en medio de una grave crisis económica en 1975, arrastro consigo a ese siniestro esperpento, volviendo todo a la normalidad y ya nadie se acordó de el. De no ser por antiguas publicaciones y diarios de la época ni sabríamos como fue ese espantajo, un ejemplo de la ridiculez al cual puede llegar el ser humano ¿no os parece?
martes, 10 de diciembre de 2019
UN SECRETO A VOCES: El misterio de la ciudad bajo el mar del Callao
¿Sabías que frente a las costas del Callao existe un pequeño islote que una vez formó parte del puerto y que ahora está sumergida bajo el agua? Ello ocurrió como consecuencia de un terremoto ocurrido en el año 1746, el cual fue seguido de un maremoto que arraso con el Callao, hundiéndose una parte de ella con gran parte de sus habitantes. Desde entonces, durante los días de marea baja y más aun en época de verano, se dice que es posible observar sus restos. Debido al peligro de encallar, las embarcaciones suelen evitar pasar por encima del islote que sobresale en el lugar. Este terremoto - ocurrido el 28 de octubre de ese año - fue altamente destructivo al ser de grado 10, que no solo dejo en ruinas el Callao, ya que el maremoto que siguió a continuación prácticamente la borro del mapa. Lo que contaron los sobrevivientes de la tragedia fue algo horrendo, con ribetes apocalípticos. Media hora después del terremoto se había entumecido el mar y elevado a enorme altura, y con horrible estruendo se había precipitado por dos veces a tierra, arrasando todo lo que encontró a su paso. Del antiguo puerto sólo quedaron unos cuantos restos de la muralla y las paredes de algunos edificios. El mar se retiró, pero no volvió a su límite antiguo. Esto significa que hubo una subsidencia cosismica, es decir, gran parte del Callao se hundió luego del terremoto. En este lugar vivían por aquella época alrededor de 10 mil habitantes y como consecuencia de ese gran movimiento telúrico, murieron cerca de seis mil y sólo doscientas lograron sobrevivir, ya que se encontraban en el fundo Oquendo, en donde hoy se levanta el aeropuerto Jorge Chávez. Su historia quedó congelada en el tiempo. Hay testimonios que afirman haber visto luces bajo el mar y fantasmas de antiguos pobladores, así como el sonido de campanas. Muchos pobladores afirman haberlas escuchado y dicen que provienen de las iglesias de la antigua ciudad ubicadas en el fondo marino que se tocan todos los días a las 6 de la tarde. Al encontrarse a solo 10 minutos del puerto de Callao, hay quienes se animan a acercarse al lugar, utilizando para ello las embarcaciones que hacen recorridos desde La Punta tanto hacia la isla San Lorenzo como a las islas Palomino, muy popular entre los surfistas. Es precisamente durante el recorrido que el mismo guía hará un alto para apreciar por un momento el islote, mientras narra su trágica historia.
martes, 3 de diciembre de 2019
CARBUNCLO: El perro del Diablo
Con este nombre era conocida en la época medieval una preciosa gema del cual se decía que ocupaba la cabeza de algunos dragones. Con el transcurso del tiempo, el nombre fue utilizado para designar a otra piedra preciosa oriunda del antiguo Perú de cuya existencia dieron cuanta los cronistas de la conquista. Ellos refirieron que entre las exquisitas pertenencias del Inca, había una joya de gran refulgencia llamada Intip Tocay (que significa “cosa esculpida por el Sol”) en referencia a su brillo singular. Llamado ocasionalmente Carbunco, este ser fabuloso se trata de una especie de perro negro jamás domesticado, más grande de lo normal, que ostenta un diamante luminoso en medio de la frente - que presumimos que seria el Intip Tocay - cuyo nombre original se ha perdido. Propio de la sierra del Perú, en las zonas centrales y del norte es conocido como el “Perro del diablo”, es de aspecto intimidante, cuyo lucero en la mitad de su frente y ojos de fuego paralizan a cualquiera que lo vea. Aparece especialmente en las noches oscuras y en la cercanía de ruinas antiguas donde hay oro u otros objetos valiosos, buscando tentar a sus victimas. Se nutre de la “antimonia”, es decir de las emanaciones que brotan de los entierros antiguos, letales para los profanadores de tumbas. Toparse con el, puede significar una oportunidad de encontrar cuantiosas riquezas. Cuenta la leyenda que quien se cruza en su camino, se verá favorecido ya que el Carbunclo vomita una bola de oro incrustada de piedras preciosas y se lo entrega a modo de regalo, pero quien recibe estas alhajas no se debe mostrarse codicioso e interesado en ningún momento, porque si el Carbunclo lo detecta, le quitará el tesoro y se lo traga, desapareciendo inmediatamente en la oscuridad, mientras que la persona puede quedar ciega o paralizada por su ambición. En tanto, en el sur de la sierra, se le describe más bien como un gato negro con un diamante en la frente que emite un gran destello. Quien se lo encuentre debe perseguirlo con un pañuelo o manta blanca para atraparlo y quitarle la piedra preciosa de su frente. Quien ha capturado al Carbunclo y le ha arrancado el diamante, puede ser engañado por éste, ya que con una voz llorosa suplica que devuelvan la gema, y en cambio les dará todo aquello que deseen. Cuando le es devuelta la piedra, el Carbunclo desaparece sin cumplir ninguna petición, junto con todas las esperanzas de hacer realidad los deseos de sus captores. A final de cuentas, se trata de un ser demoníaco que castiga a los ambiciosos y premia a las personas desinteresadas. Se dice que no solamente puede aparecerse como un perro o un gato, ya que ocasiones se presenta como un ave o cualquier otro animal que se le ocurra, pero lo que lo hace diferente es que puede ser reconocido al llevar siempre un diamante en la frente. Esta joya le da habilidades especiales tales como la capacidad de emitir rayos de luz y poder sentir la emoción y personalidad de las personas. Hay quienes sostienen que para poder distinguirlo en la noche y seguirlo en la búsqueda de algún tesoro precolombino, es necesario beber alguna pócima proporcionada por algún brujo evitando de esta manera caer bajo su dominio. Se sabe de muchos que lo han intentado, pero no se ha vuelto a saber de ellos, perdiéndose todo rastro de quienes pretendieron hacerlo.