martes, 14 de junio de 2016

EL DUENDE ICHIQO: El pacto de las sombras

Venga ya, con esta  entrega dejaremos de ocuparnos de todas aquellas criaturas publicadas en la serie de libros titulada “Leyendas Tenebrosas del Perú” y de las cuales he dado cuenta desde su publicación en el 2014. El último de aquellos seres demoníacos es el Ichiqo (llamado también Ishingo) que en lengua quechua significa varoncillo u hombre pequeño. Se dice que son como niños. No solo por su cuerpo pequeño y regordete, sino por su espíritu juguetón y burlón, que los lleva con mucha agilidad por donde vayan. Habitan en los riachuelos y manantiales a lo largo del país, especialmente en Huaraz, departamento de Ancash. Crecen hasta unos sesenta centímetros. Tienen el cuerpo cubierto de pelos que les llega hasta los talones. Sus ojos son pequeños y con inmensas cejas encima de ellos. Debajo del agua tienen lujosos palacios, donde viven solos, aunque algunos prefieren vivir junto a las piedras de los molinos. Por las noches emergen del agua y caminan sobre su superficie. No es magia; así de ligero es su cuerpo. Tocan su tamborcito debajo del agua o se sientan sobre las piedras para peinar sus largos cabellos y mirar a la gente pasar. Pero que no os engañen: son criaturas demoníacas en busca de niños, a quienes les ofrecen dulces o juegos, invitándolos con engaños a visitar su palacio sumergido, del cual no escaparán nunca más, ya que terminan convertidos en uno de su especie. En los días en que hay mucho sol y algo de lluvia, surge de su ombligo el arco iris, que se dirige hasta el ombligo de otro ichiqo, situado en un ojo de agua distante. Hay quienes dicen que el arco iris es su orina de siete colores. Cuando algo le sale mal se manifiesta su carácter renegón y se pueden escuchar sus gruñidos, que parecen los de la cría de algún animalito. Se puede saber que un ichiqo estuvo cerca por su defecación, amarilla como el oro. Su vida y su pasión es el agua y se encargan de enturbiarlas, haciendo girar remolinos, tirando piedras y salpicando el líquido, amplificando el sonido de las cataratas. Parecen niños, pero son malignos. Asimismo, no les gusta ver mujeres embarazadas y es por ello que les provoca abortos y es responsable de diversas enfermedades mortales, por lo que quienes esperan hijos, evitan pasar cerca de algún estanque para no encontrarse con ellos. Aunque se dice que en una ocasión, fue descubierto tratando de llevarse a un niño pequeño, por lo que sus padres presas de la ira, lograron arrebatárselo y comenzaron a tirarle piedras mientras huía y por lo visto tuvieron buena puntería, porque lo dejaron medio muerto en medio de un manantial, pero al acercarse al lugar para acabar con él, había desaparecido. Desde entonces, el ichiqo es más cuidadoso y prefiere mantenerse oculto entre las sombras, estando siempre al acecho de sus inocentes víctimas.Se dice que los ichiqos en realidad son las almas de los bebes abortados, o también pueden tratarse de aquellas desventuradas criaturas que murieron a temprana edad, de manera sorpresiva o trágica, y el mismo hecho de negarse a estar muertos y pasar al siguiente plano evolutivo los ha mantenido en este mundo convirtiéndolos en seres algo demoníacos, malévolos y traviesos. Por ello, es usual enterarse de personas que los han visto y han sido víctimas de malas pasadas a causa de sus visitas, ya que sólo saben molestar, jugar bromas pesadas, asustar y hacer travesuras sin medir las consecuencias de sus actos.