Ubicado al norte de Lima, se encuentra el llamado serpentín de Pasamayo (denominado también la Curva del Diablo) como parte de la Carretera Panamericana, donde hace unos días un trágico accidente cobró la vida de 52 personas, cuando el ómnibus que los transportaba se precipito a un abismo de 150 metros tras ser embestido por un trailer que invadió el carril contrario. Esto sucedió debido a que los chóferes de ambos vehículos irresponsablemente conducían a excesiva velocidad a pesar de saber que se trata de un sitio peligroso y que en otras ocasiones ocurrieron accidentes similares. En efecto, de acuerdo con lo señalado por la Policía Nacional del Perú, las causas principales estarían en la actividad humana, el exceso de velocidad de ambos vehículos y las condiciones de la vía que no tenía la señalización ni los elementos de seguridad vial. Se ha podido constatar múltiples deficiencias en la vía de 22 kilómetros de extensión, como la ausencia de guardavías en varios tramos, la falta de señales reguladoras y, principalmente, su estrechez y sinuosidad. Se trata así de una vía de alto riesgo, en el cual se ha registrado un total de 26 accidentes de tránsito desde el año 1990, con la muerte de 114 personas. La fatalidad recurrente en el serpentín de Pasamayo debería haber llevado a las autoridades a preguntarse hace mucho tiempo si era aconsejable mantener el tránsito de pasajeros por una vía tan peligrosa. La labor de prevención no supone únicamente tomar acciones para evitar la ocurrencia de accidentes sino también medidas para que, en caso estos ocurran, las consecuencias nocivas sean menores. Y, como lo muestra la trágica evidencia, resulta difícil mitigar el daño que puede producir un accidente en una vía angosta, de un solo carril por dirección, que cuenta con limitada visibilidad, cubierta de neblina la mayor parte del tiempo y que se proyecta al margen de pendientes muy pronunciadas, con abismos que terminan en el fondo del mar. Sin embargo, existen quienes aseguran que los continuos accidentes que ocurren en la zona se debería a que esta ‘maldito’ ya que en tiempos pretéritos existía en sus inmediaciones un centro de adoración a un demonio ancestral. Efectivamente, antiguas crónicas escritas en tiempos de la conquista, dan cuenta que cuando la expedición de Hernando Pizarro se dirigía a Pachacamac en busca del ‘rescate’ ofrecido por Atahualpa, al pasar por Chancay (en ese tiempo llamado Suculachumbi) divisaron un adoratorio en donde creyeron que iban a encontrar oro. Grande fue su sorpresa al entrar en un cuarto oscuro donde se dieron el susto de su vida, ya que junto al hedor insoportable que emanaba del sitio, divisaron un gran ídolo de madera y restos humanos en estado de descomposición, que eran las ‘ofrendas’ exigidas por el maligno. Asqueados ante tal horrendo espectáculo, los españoles derribaron el ídolo (que según las descripciones que hicieron de el los cronistas, podría atribuirse a la cultura Chancay), prendiendo fuego al lugar. Y vaya que hicieron un buen ‘trabajo’, ya que al estar construido de adobes y no de piedra, el templo fue destruido completamente, a lo que hay que agregar que al encontrarse en el desierto, las arenas no tardaron en cubrir los restos calcinados y hoy es imposible saber su localización exacta. Al quedarse sin un lugar de adoración y por ende sin ‘ofrendas’, el demonio, ávido de venganza y para saciar su sed de sangre, maldijo la zona por lo que desde entonces comenzó a suceder una serie de extraños ‘accidentes’ a los viajeros que transitaban por el lugar, paso obligado para comunicarse con el norte del país. Estos se multiplicaron cuando se construyo la Carretera Panamericana el siglo pasado y un trazo cruzó la llamada ‘Curva del Diablo’, construida al borde del abismo, ya que al otro lado del camino existen pendientes muy pronunciadas que impiden que esta pueda ser ensanchada para que tenga más carriles, por lo que es demasiada angosta y cubierta continuamente con espesas nieblas que impiden la visibilidad. A ello podemos agregar la irresponsabilidad de los chóferes de los ómnibus de transporte, quienes corren a excesiva velocidad sin importándoles en lo absoluto la seguridad de sus pasajeros. El resultado no podía ser otro que lo esperado. Como sabéis, a raíz de este ultimo accidente, el (des)gobierno del conocido lobbysta y Traidor a la Patria Pedro Pablo Kuczynski decreto prohibir temporalmente hasta junio de este año, la circulación de ómnibus por el serpentín de Pasamayo, quedando reservado únicamente para transporte de carga. Eso quiere decir que pasado ese tiempo, la gente se olvidará del asunto y todo volverá a la ‘normalidad’, cuando el demonio clamará por nuevas victimas y la maldición continuará.