Se trata de un mito que forma parte del folklore de la Región Junín (ubicado en el centro del Perú) donde mediante esta historia que se fue transmitiendo oralmente de generación en generación, se explica la existencia de grandes fieras que atemorizaban a la población, dando como resultado a dos fantásticos seres de grandes poderes enviados a combatirlos, lo cual sin embargo terminándolo empeorándolo y causando aún más problemas. Los wankas (un pueblo indígena que habitaba el territorio antes de la llegada de los Incas, quienes los conquistaron e integraron a su Imperio) explican así el origen de las dos montañas que albergan al valle del Mantaro. Cuentan que sus ancestros vivían en inexpugnables cavernas ubicadas en los cerros, ya que en el lago cercano habitaban terribles fieras que los atacaban ni bien los veían cuando salían en busca de alimento y terminaban siendo comidos vivos. Encontrándose los wankas en esa difícil situación en la cual se jugaban la vida cada día, imploraron a su dios Wiracocha para que les ayudara. Sus rezos fueron escuchados y este ordeno a Tulumanya (el “Arco Iris”) que los ayudara. Fue así como este hizo brotar de su pecho y con un gran estruendo, a una bestia fabulosa, con cabeza de Wanaku (Guanaco), alas y garras de Waman (Halcón), patas de Uturunku (Jaguar) en un cuerpo de Kurtashu (Sapo) cubierto de escamas, que terminaba en una cola de Yacumama (Anaconda): Era el Yana Amaru (de color oscuro) el cual debía terminar con aquellas fieras que atormentaban a los pobladores de la región. Mas una vez cumplido el encargo que se le encomendó, se quedo merodeando por el lago comenzando a atacar a los wankas, quienes desesperados, nuevamente suplicaron a Wiracocha en busca de ayuda, y es así entonces como fue engendrado Yuraq Amaru (de color plateado) con el objeto de combatir al primero. Sin embargo, la pelea entre ambos monstruos fue tan fuerte y duradera que a la larga causo aún más estragos que las bestias de antes. Es entonces que Wiracocha envió a Illapu (el Rayo) y a Wayrapuka (el Viento) a combatirlos. Al verlos, los Amaru Aranway se sumergieron en el lago, pero Illapu quebró una orilla y Wayrapuka empujó las aguas para que se desbordasen y así el lago se secase, dejándolos al descubierto. Ellos entonces trataron de huir al cielo, pero Wayrapuka los hizo volver, e Illapa les dio el golpe mortal. Poco antes de morir, ambas criaturas se estiraron y crecieron aún más, transformándose en la dos cadenas montañosas que bordean el valle del Mantaro. El mayor hacia el poniente, se convirtió en una cordillera de fértiles tierras de cultivo y amplias pasturas, mientras que el menor lo hizo hacia el saliente, con nieves perpetuas, que desde el nevado de Waytapallana, es la proveedora de las aguas del deshielo que se usan en el riego así como también para el consumo humano. Al final paradójicamente, terminaron por convertirse en los benefactores de los wankas, quienes una vez libres de toda clase de amenazas, se asentaron en el fertilísimo valle para convertirse en dueños y señores hasta la llegada de los Incas, que acabo con su dominio y no hubo quien que los salvara en esta ocasión, porque Wiracocha se había convertido en el dios de los invasores, pero esa es otra historia.