martes, 29 de septiembre de 2020
TSANSAS: El enigma de las cabezas reducidas del Amazonas
Una noticia dada a conocer por estos días, indica que el Museo Pitt Rivers, fundado por la Universidad de Oxford para exponer colecciones arqueológicas, antropológicas y etnográficas, ha decidido retirar de su exposición las tsantsas, cabezas reducidas elaboradas por los shuar (llamados también jíbaros) un grupo amazónico dispersado entre Ecuador y Perú. En efecto, el museo anunció en un comunicado que por su "complicada historia colonial" revisó toda su colección desde el punto de vista ético, y este verano retiró de la exposición 120 restos humanos, entre ellas las tsantsas. Como sabéis, estas cabezas reducidas pertenecían a sus enemigos asesinados y eran considerados como trofeos de guerra ya que aseguraban, estaban cargados de supuestos poderes sobrenaturales. Los shuar creían que de esa manera atrapaban el alma del enemigo y evitaban que el espíritu del difunto pudiera vengarse, y además de utilizar las tsantsas como un talismán o amuleto con el alma que podían controlar, también obtenían fama y honor. La elaboración de las tsantsas era compleja. Al enemigo se le cortaba la cabeza y en la parte de atrás se hacía un corte para retirar la piel del cráneo y el cuero cabelludo. Luego la piel se introducía en agua hirviendo para limpiarla, y se cosía un anillo con fibra de chambira que se ataba a la abertura del cuello. A continuación, dentro de la cabeza colocaban piedras calientes para limpiarla desde el interior, y arena caliente para darle forma a la cara. Este macabro procedimiento se repetía varias veces y conllevaba la reducción del tamaño de la cabeza, que finalmente se ahumaba sobre el fuego que la endurecía y le daba un color oscuro. Los labios eran atravesados por varillas de chonta y alrededor de ellas se enrollaban fibras de algodón. Con la cabeza teñida de negro y los labios atravesados, el enemigo no podía ver ni salir. Lo que se conservaba con esmero era el pelo largo del difunto, ya que ahí residía su fuerza, según las antiguas creencias. Pese al trabajo que todo esto supone, los Shuar perdían interés en estos talismanes al cabo de un año y medio o dos, cuando creían que el poder de las tzantzas perdía su efecto e iban a por más cabezas. “La disminución en el rendimiento de las cosechas, o en la fertilidad de las mujeres de la tribu era una señal de que el poder del espíritu había comenzado a disminuir. Una vez que perdían su poder espiritual, consideraban que ya no tenían ningún uso o relevancia y perdían todo interés en conservarlas" afirmó Tobias Houston, antropólogo de la Universidad Witwatersrand, en Sudáfrica. “Sólo a partir de ese momento, se deshacían de ellas y comenzaban a intercambiarlas por otros objetos a los que le atribuían valor con los exploradores europeos del siglo XIX” indicó. En efecto, estos últimos consideraron a las tsantsas como "curiosidades exóticas" y se interesaron rápido en el negocio, pagando un buen precio cada una de las piezas. Una tsantsa valía como una pistola, el precio más alto que podía alcanzar un objeto en términos de trueque. De esta forma, estas cabezas achicadas se convirtieron en un artículo con buen valor monetario. El apetito de coleccionistas europeos en hacerse con las tsantsas desarrolló a su vez un comercio macabro. Tras un tiempo, la riqueza originada por este negocio hizo a los Shuar mucho más poderosos que sus enemigos, provocando guerras tribales y cacerías de cabezas que incitaron más asesinatos, agrega por su parte la directora del museo Pitt Rivers, Laura Van Broekhoven. La demanda creció tanto en Europa que empezaron a falsificarse tsantsas utilizando cráneos de monos y osos perezosos haciéndolos pasar como humanos. “Obtener por lo tanto tsantsas genuinas no era una cuestión de andar matando comunidades para apoderarse de sus cabezas, sino una práctica sagrada ceremonial con un significado profundo”, aseguro. “Era un tratamiento que solo se otorgaba a los líderes enemigos más feroces, por lo que la tribu, creía, podía capturar el poder de una de las múltiples almas que los Shuar y sus rivales, los Achuar, creían que poseían las personas. Los Shuar contemporáneos afirman que sus antepasados ocasionalmente encogían las cabezas de sus propios jefes como una forma de conmemorarlos” aseveró. Pero cuando el gobierno ecuatoriano puso fin a este comercio en la década de 1960, la posesión de tsantsas en Europa había adquirido una connotación muy diferente. Y es que en el imaginario occidental, películas y libros retrataron a esta y otras culturas amazónicas como horripilantes, asesinas, bárbaras e incivilizadas por sus sangrientos rituales. Cabe recordar que los Shuar, fueron una de las pocas tribus que los españoles nunca pudieron doblegar cuando llegaron a América, por lo que pudieron continuar con esa aberrante práctica de reducir cabezas durante siglos. Si bien hoy no han desaparecido, al entrar en contacto con el mundo moderno, el reducir cabezas - que requiere habilidad, precisión y paciencia - cayó en desuso luego de que fuera prohibido por las autoridades. En la actualidad, las réplicas reducidas se fabrican como objetos curiosos para el turismo comercial. Estos están hechos de cuero, pieles y animales formados para parecerse a los originales.