martes, 8 de junio de 2021
BOSQUE DE PIEDRAS DE PAMPACHIRI: Secretos no descifrados
Al igual que Cumbemayo - localizado en Cajamarca - y Huallay en Cerro de Pasco, la Región Apurímac (ubicada en los Andes Centrales del Perú) también tiene un enigmático lugar pétreo. Se trata del bosque de piedras de Pampachiri, que se encuentra ubicado a tres horas de la ciudad de Andahuaylas, el cual se originó hace cuatro millones de años, al parecer por la acumulación de materiales expulsados de los volcanes Qarwarasu y Sotaya. Las formaciones cónicas se elevan 10 metros creando un paisaje sorprendente que no es propio de nuestro planeta. Se cree que el viento y la lluvia las habrían erosionado a lo largo de los años dándoles distintas siluetas de formas caprichosas que se levantan imponentes y silenciosas en este remoto lugar. Conocido también como Ayamach’ay (la cueva de los muertos) posee un clima frígido y templado, siendo su promedio de temperatura en el día 29º a 39 ºC y noche 0º a 11 ºC. Estas impresionantes formaciones pétreas poseen minerales como el cuarzo y pueden ser visitadas durante todo el año, pero desde el mes de diciembre hasta abril hay que estar preparados porque es la temporada de lluvias. El mejor momento del día para visitarlo es al atardecer con el viento fresco que silba entre las rocas y te provocan sentarte a meditar, contemplar e imaginar sobre los miles de imágenes que nacen en las sombras de estas piedras. Pero según antiguas leyendas que fueron recogidas por los cronistas en el siglo XVI, su origen se debería en realidad a una civilización desconocida que en los albores de la historia se asentaron en la zona, cuando el clima no era tan agreste como ahora. Provenían - según decían - de un planeta distante tan lejano y al cual no podían volver “al quedar su nave inutilizada”, por lo que decidieron instalarse en el lugar. Cabe resaltar que hicieron sus casas en forma peculiar con techos en punta, tratando de adaptarse al medio y quizá recordándoles su mundo, pero resulta que desde el primer momento tuvieron que enfrentarse a los indígenas para quien el lugar era un sitio sagrado, por lo que ocurrieron violentos enfrentamientos con los extraños seres, que además hablaban en un idioma ininteligible para los indios, quienes estaban convencidos de que servían al Supay - esto es, al diablo - y los llamaron por ello los Supaypa wawan (hijos del Maligno) con mayor razón cuando estos usaron unos artefactos alargados “de los cuales salían una intensa luz” que dirigidos a los atacantes, “prácticamente los pulverizaban en el acto” por lo que se podía presumir que se tratase de una especie de rayos láser. Presas del pánico - cuenta la leyenda - los indios abandonaron presurosos el lugar y dando grandes alaridos invocaron a Viracocha para que acudiera en su ayuda y castigue a sus enemigos que mataron a muchos de ellos. “Se dice que los gritos y lamentos llegaron a oídos del dios, quien se consoló de sus hijos y bajando del cielo, descargo su furia en forma de rayos sobre los invasores, quienes se refugiaron en sus casas y es en ese momento que Viracocha los petrifico con su aliento, pereciendo todos ellos en el acto. Asimismo, dispuso que una lluvia torrencial que duro varios días - como nunca se había visto hasta ahora - con incesantes relámpagos y fuertes vientos, barriera con todo vestigio de los extraños, no quedando absolutamente nada que los recordara, a excepción de sus casas convertidas en piedra, con ellos dentro. Luego de tan fabulosa muestra de su poder, el dios ascendió a los cielos, ordenando antes a los nativos que no olvidasen nunca lo ocurrido”. Venga ya, que haya algo o no de cierto lo sucedido en aquella oportunidad, lo único que podemos agregar es que se trata de una maravilla que vale la pena visitar.