martes, 6 de julio de 2021
ENTRE ANGELES Y DEMONIOS: Posesiones diabólicas en el Virreynato del Perú
Tiempos aquellos en donde la temida Inquisición de Lima hacia quemar vivos - previo tormento - a brujas, herejes y judíos, destaca el caso de la joven limeña María Pizarro, que por un largo período fue exorcizada como endemoniada y posteriormente procesada por el Santo Oficio, en cuyas cárceles pereció a manos de sus verdugos en 1573. A partir del drama sufrido por esta mujer, se puede profundizar en aspectos muy significativos de la religiosidad de la época, sobre todo en aquellos relacionados con la difusión de creencias y de planteamientos teológicos vinculados a lo sobrenatural. Sucede que a fines de la década de 1560 se produjo un Lima un caso de posesión demoníaca que conmovió a los vecinos y autoridades religiosas. En 1571 el Tribunal del Santo Oficio, recién instalado en la ciudad, tomo cartas en el asunto y se inicio un largo y bullado proceso en el que se vieron envueltos varios de los religiosos exorcistas y la propia posesa. Las acusaciones iníciales son de pacto con el demonio y de proposiciones sospechosas de herejía. A medida que las causas fueron avanzando alcanzaron una complejidad mayor y aumentó el número y carácter de las acusaciones. Dada la connotación de los religiosos involucrados el problema adquirió una dimensión insospechada inicialmente. Lo controvertido del tema permitió que se salvara la documentación más importante de las diversas causas, ya que copias de los expedientes se hicieron llegar a la Suprema en Roma. En la actualidad estos se encuentran en el Archivo Histórico Nacional de Madrid y se ha editado una versión casi íntegra del referente a la causa, que contiene cerca de 2.000 folios. Dada la significación que en su tiempo tuvo este proceso y los planteamientos sostenidos por la posesa, se ha generado una importante preocupación historiográfica sobre el mismo. María Pizarro era natural de Lima, soltera y de 22 años al momento de su detención. Era analfabeta y al respecto señaló que nunca había aprendido a leer y a escribir porque su madre fue enemiga de que sus hijas tuvieran ese conocimiento. Ella solo había aprendido costura y bordado. Incluso en materia de religión, su conocimiento era limitado. Siempre había vivido en Lima, en compañía de su madre y hermanos, según señala, omitiendo mencionar a su padre. De acuerdo a la versión de María, al parecer su madre quiso en una época que ingresara a un convento, pero la idea no prosperó posiblemente por falta de recursos. Sus primeros signos de posesión ocurrieron a los 18 años, a mediados de 1568, estando en casa de su hermana Ana y mientras su madre se encontraba en Arequipa por negocios familiares, cayendo enferma, generado por “un lavado de cabeza” al decir de un testigo. Su estado se agravó de tal manera que temieron por su vida, ante lo cual la confesaron, le llevaron el Santísimo Sacramento e incluso le administraron la extremaunción. Cabe precisar que en medio de su postración y de forma intempestiva, se ponía a reírse de manera estrepitosa y a dar gritos, que durante un tiempo fueron interpretados como un frenesí propio de la enfermedad que la aquejaba, ante la que los médicos no atinaban a remediar. El provincial de la Compañía, que examinó su comportamiento, concluyó que la joven estaba endemoniada. Ese diagnóstico coincidió con un agravamiento de su estado, que se manifestó en una postración que la llevó a dejar de hablar y de comer durante quince días. A los pocos días la posesión se habría manifestado con toda intensidad, aclarándose de manera patente la presencia del demonio. Daba bramidos, se arañaba el rostro, daba saltos y se movía con tal vehemencia que las mujeres de la casa no la podían controlar. Ante esa situación llevaron al cura de San Sebastián, porque tenía fama de saber sacar demonios, quien habría procedido a exorcizarla. Como nunca se había producido en Lima una situación de ese tipo, el pueblo se conmocionó y concurrió en masa a verla. Unos iban por curiosidad y otros a instancias de la madre de la joven para que fuesen a "velarla y a encomendarla a Dios". Como era de esperar, los religiosos llegaron a la conclusión de que María estaba endemoniada no solo por las extrañas reacciones que tenía, sino porque además aseguraron que ella les había confesado que "se ofreció al demonio", a quien le entrego su alma. En vista de ello, una junta de religiosos, en la que participaron principalmente jesuitas y dominicos, decidió exorcizarla en secreto. A veces el demonio "mostraba estar dentro de su cuerpo y hablaba y respondía por ella con sucias obscenidades". En alguna oportunidad, cuando hacía contorsiones y daba voces, terminaba por vomitar lo que había comido y una vez echó unas "como flemas o malezas" que los circundantes atribuyeron a ser parte de hechizos y "ocasión por donde el demonio había entrado en ella”. Como resultó infructuoso el esfuerzo de los sacerdotes por liberar a la joven y resurgía la inquietud popular en torno al caso, se decidió buscar una fórmula excepcional para alcanzar el éxito. En la medida que el demonio había señalado en uno de los exorcismos que solo saldría en una iglesia y que en un manual se señalaba que debían sacarse ante el santo sacramento y los fieles, se optó por llevarla a la iglesia de la Compañía para exorcizarla allí. El pueblo se enteró de esa decisión y acudió en masa, con gran alboroto, a presenciar el suceso, que era una novedad tanto para los fieles, como para los mismos sacerdotes, que no tenían experiencia acerca de cómo proceder en tales circunstancias. El escándalo llego a oídos de la Inquisición quien procedió a actuar de inmediato aprehendiendo a la infeliz y encerrándola en sus mazmorras. La sometió a crueles tormentos para que confesara su culpa. Si bien se declaro culpable de todo lo que le acusaron los inquisidores, siempre dio como reales las apariciones del demonio y de los santos y por lo tanto se reafirmó en la veracidad de los diálogos con ellos. También refirió los regalos que le hacían y las preguntas que los religiosos efectuaban a los ángeles. También refirió las relaciones carnales que tuvo con el demonio y del aborto que sufrió. Mientras los inquisidores ya preparaban la hoguera, la salud de la condenada comenzó a deteriorarse con rapidez, muriendo en diciembre de 1573, sin que la causa se hubiese concluido, por lo que mostrando una insólita piedad y conscientes de que las confesiones de María habían levantado gran polvareda, sus verdugos ordenaron suspender la causa y enviar todo lo actuado a Roma, sin ordenar que su cuerpo sin vida sea quemado, echando tierra sobre el asunto. Y así como este, sucedieron muchos más casos, que merecen ser analizados.