martes, 2 de abril de 2024
HISTORIAS DE MIEDO: Las cabezas voladoras
Se trata de historias reales contadas por sus protagonistas y que han ocurrido - y aun suceden - a lo largo del Perú, quienes han sido testigos de esta clase de fenómenos de los cuales han formado parte sin proponérselo. Relatados a su manera y que presentamos entrecomillados para todos ustedes. La primera entrega de esta serie, trata sobre las cabezas voladoras, un mito muy conocido en el sur del país andino - especialmente en Tacna, Moquegua, Cuzco y Puno - de los cuales se dice que tienen la capacidad de flotar por los aires, dando sustos con su terrible aspecto, llorando y gimiendo en las noches, anunciando desgracias a quien las ve. Se afirma que estas cabezas provienen de las brujas, quienes tienen la habilidad de separarlos de su cuerpo. Pero mientras dura el hechizo, el cuerpo espera inerte a que la cabeza voladora regrese, luego de haber conseguido sus macabros fines. También llamadas Ayapumas, Uma Tacta o Uma-waqya - cabeza de muerto en lengua indígena - un nombre que varía según la zona donde aparecen, se tratan al parecer de almas en pena, sumamente agresivas y violentas que pagan sus culpas vagando por los caminos solitarios, siempre al acecho a sus víctimas, preferentemente hombres, buscando pasar entre sus piernas para que se enfermen y mueran al día siguiente, pero de no lograrlo, puede matarlos golpeándolos fuertemente en el pecho y beber su sangre. Una de esas criaturas puede ser identificada fácilmente si se advierte que en el pueblo existe una mujer vieja de cabellos largos que no sale de su hogar ciertos días de la semana. Según la tradición, esto debido a que en esas fechas la cabeza del espectro ronda los valles y caminos cercanos al pueblo en búsqueda de algún incauto. Sin embargo, la Ayapuma no es invencible. El orificio en el cuello que deja atrás cuando sale a cazar puede ser untado de sal o cenizas para impedir que ambas partes vuelvan a unirse. Esto provoca que la bruja continúe errante en búsqueda de un nuevo dueño, situación que pone en vilo a los viajeros que recorren los caminos de noche, ya que pueden apoderarse del cuello de su víctima originando así un cuerpo bicéfalo. Sus únicos temores, son las altas plantaciones de los campos, ya que debido a su vuelo bajo pueden quedar atoradas en la vegetación, quedando indefensa ante la luz del sol, que generalmente termina matándolas. Quien tuvo un encuentro con ese ser demoniaco fue un campesino cuzqueño llamado Nemesio Poma, natural de Espinar, quien nos da su versión al respecto: “Tras un día de trabajo en el pueblo, regresaba a mi casa chacchando (masticando coca, agrego yo), con mi botella de aguardiente en la mano y mi lampa al hombro. Iba pensando en mis cosas, pero al darme cuenta que estaba oscureciendo, tuve que apurar el paso y tome un atajo por la quebrada, pero al cruzarlo, escuche unos ruidos entre los arbustos, así que me acerque pensando que era una vizcacha (especie de roedor similar al conejo, pero con cola, anoto) que había quedado atrapada y pensé capturarla. Pero grande fue mi sorpresa cuando descubrí que se trataba de una Ayapuma, cuyos cabellos habían quedado enredados entre las ramas y no pude contener la risa escupiendo la bola de coca de la boca al ver el parecido que tenía con mi suegra ‘¿Así que eres bruja? Con lo mala y fea ya me parecía’, le dije, mientras tomaba mi aguardiente de la botella. La Ayapuma solo me miraba con odio, castañeado los dientes - ‘tac-tac-tac’ - por lo que le escupí lo que estaba tomando diciéndole ‘¿no puedes salir? Muérete vieja, ya que dicen que si antes del amanecer no regresas al cuerpo de donde te desprendiste, pereces’. Me aleje de allí riendo, no sin antes tirarle la botella vacía que le cayó en toda la cara. Iba por el camino cuando al poco tiempo escuche unos gritos que decían ‘tac-tac-tac’ cerca de mí, y al darme la vuelta vi que era la cabeza de la bruja que me perseguía. Seguro pudo soltarse por el botellazo que le di. Presa de la ira le dije ‘¿porque me persigues caraj…?’ ‘¿Hasta cuándo me vas a hacer la vida imposible?’ En ese momento, se me acerco y quiso pasar entre mis piernas, ya que de esa manera moriría sin remedio y se apoderaría de mi alma. ‘Fuera mierd…’ le grite y con la lampa le di un tremendo golpe que cayó en una hondonada terminando enredada entre unas plantas espinosas. Para asegurarme que no escapara esta vez, baje hasta donde se encontraba y le prendí fuego, ardiendo hasta quedar ennegrecida e inmóvil. Escape como pude de allí y nunca más la volví a ver. Al día siguiente mi mujer me despertó entre alaridos afirmando que habían encontrado muerta a su madre y no tenía cabeza. ‘Y a mí que me importa, déjame dormir’, le grite y sonriendo seguí descansando. Lo que le paso a esa vieja bien merecido lo tuvo, pensé” termina el relato. No sé si a ustedes, pero a mí me ha gustado la historia. Lamentablemente, como esa criatura demoniaca existen muchas más en los Andes.