martes, 10 de diciembre de 2024

PROYECTO KORICANCHA: En la búsqueda de los túneles subterráneos andinos

En el 2003 una enigmática noticia comenzó a expandirse por los medios citándose las declaraciones de un estudioso español, Anselm Pi Rambla, quién revelo haber detectado durante sus excavaciones en el Cuzco, un antiguo corredor subterráneo mencionado en antiguas crónicas coloniales. Aquel extraño reporte era el fruto de una ambiciosa colaboración iniciada en el 2000, bautizada en su primera etapa como Proyecto Wiracocha, y mutada luego a Proyecto Koricancha, involucrando en su desarrollo, no solo a Pi Rambla sino también al propio gobierno peruano. Sin embargo, al poco tiempo de publicarse el sensacional anuncio el importante proyecto se vio envuelto en un escándalo, producto de una amarga disputa entre las partes, que muy pronto llevara a su cancelación ¿Qué había ocurrido? Rumores de todo tipo comenzaron a filtrarse, mencionándose que tras su abrupta finalización se ocultaban los hilos de la poderosa Orden Dominica, quién temerosa de estos hallazgos habría presionado para acabar con cualquier investigación, aunque en sus inicios manifestara su apoyo al proyecto. En el 2010, a siete años de estos eventos, Anselm Pi Rambla decidió romper su mutismo, y concedió por primera vez una entrevista a un medio narrando lo sucedido. Ante todo, cabe precisar que chinkana es una palabra de origen quechua que significa “lugar donde uno se pierde”. Son consideradas construcciones laberínticas, y sus accesos internos son referidos como resultado de la obra natural, aunque evidencias de cierta artificialidad en su elaboración, parecen dar cuenta de lo contrario. Una de las primeras menciones sobre este misterio subterráneo, data de las confesiones del jesuita Giovanni Anello Oliva, quien en su monumental Historia del Reyno y provincias del Perú y varones insignes en santidad de la Compañía de Jesús, obra escrita en 1625, y que actualmente se localiza en el Museo Británico, postulara lo siguiente: “Huayna Cápac dotó de nuevos, muy suntuosos y grandes edificios y a él es atribuida la construcción del laberinto subterráneo que llaman chinkana, del cual laberinto había salidas a los caminos de fronteras, puentes, fortalezas y otros edificios”. Otro cronista de importancia es el sacerdote Fray Martín de Murúa perteneciente a la Orden de la Merced, que en su obra La Historia General del Perú. Origen y descendencia de los incas, donde se trata, así de las guerras civiles incas, como de la entrada de los españoles, que se supone data de 1590, y redescubierta en 1946, expone en su capítulo IX: “Del gran infante y capitán Ausi Topa hijo del famoso Topa Inga Yupanqui… Este valeroso capitán Ausi Topa fue el que por mandato de su padre, hizo un camino debajo de la tierra en la fortaleza de esta ciudad del Cuzco hasta Coricancha que era donde ellos tenían el templo y oratorio del sol y de la luna y de todas las demás huacas que ellos adoraban, hasta la entrada de este socavón en la dicha fortaleza en donde llamaban la chingana aunque ya es perdido y acabado todo, porque no hay quien atine por donde va, sino es solamente la entrada, porque en entrando algún trecho se pierden y no pueden dar con el camino. Porque ni en el dicho paraje del Coricancha no hay memoria de ello y dicen que el inga lo mandó cerrar porque no entrase nadie dentro. Fue como dicho es”. En tanto, en la Historia General de los Jesuitas, crónica anónima del 1600 se detalla: “Porque el terreno que era parte de la casa estaba llena de unos sótanos o manantiales de agua que en otros tiempos formaban una laguna o pantano, que los incas desecaron extrayendo las aguas hacia el río Huatanay, que por allí cerca pasa y todo el tremedal lo cubrieron con cascajo, llevado a mano, de suerte que todo el terreno de la plaza quedó parejo y enjuto. Para salvar tan grandes dificultades, tuvieron que hacer muchas obras subterráneas, usando de tablones y tapiales y gran suma de losas y piedras labradas que sacaban de la fortaleza y de los demás edificios y antiguallas de los incas, de que están llenos todos los cimientos. Todo éste trabajo se hizo sin tocar la célebre cueva del Cusco que los indios llaman chinkana, la cual hicieron los reyes incas muy profunda y atraviesa toda la ciudad por en medio, con su boca o entrada en la fortaleza de Sacsayhuamán y baja de lo alto por el lado del cerro donde está la parroquia de San Cristóbal y por muchos estados de hondura va a dar y salir a lo que ahora es Santo Domingo, que como queda dicho era el famoso templo de Coricancha y Casa del gran Punchau”. Otros cronistas que también comentarían sobre el misterio de las chinkanas son Garcilaso de la Vega, Felipe Guamán Poma de Ayala, Fernando de Montesinos, Antonio de la Calancha, además de los divulgadores modernos, como M. Rivero, J. Tschudi, Ernst Middendorf entre otros autores. Quiero detenerme en uno de esos escritores, un norteamericano llamado William Montgomery McGovern destacado por varias razones. Politólogo, historiador, y antropólogo reconocido, McGovern fue también un docente reconocido que prestó servicios en Universidad de Northwestern, localizada en Illinois. Durante la década del veinte McGovern fue uno de los primeros extranjeros en adentrarse en el Tíbet. Fruto de esa experiencia es su libro To Lhasa in Disguise, 1924. Pero sería su segundo trabajo Jungle Paths and Inca Ruins, datado de 1927, donde se narran sus exploraciones en el Amazonas y los Andes, que harían su nombre una figura reconocida. Tal es su fama en algunos círculos, que se cree sus aventuras inspiraron más tarde la saga de Indiana Jones. Lo cierto es que en su paso por Perú, McGovern se asombró no solo ante las antiquísimas construcciones, sino que se instruyó en viejas leyendas, como la de las barras de oro rescatadas de un corredor subterráneo, siendo quizás uno de los primeros estudiosos en devolver el relato a luz. En su trabajo McGovern escribe: “Cerca del fuerte de Sacsayhuamán existen muchas y extrañas cavernas en dirección al fondo de la Tierra, donde altares a los dioses de las profundidades eran esculpidos en roca viva y muchos de los huesos esparcidos por allí dicen ser de los sacrificios que habían sido realizados allí dentro. La salida de una de esas cavernas, la chinkana jamás fue encontrada. Dícese estaba unida por un enorme pasaje subterráneo hasta el Templo del Sol, en el corazón del Cusco. Dícese firmemente y con razón, que dentro de esa caverna estuviese escondido gran parte del oro de los emperadores incas, el cual fue guardado allí para no caer en manos de los conquistadores españoles. No obstante, la caverna es tan grande, tan complicada, con pasajes tan intrincados que el secreto jamás fue desvelado. Dícese que en realidad, apenas un hombre consiguió el pasaje para el Templo del Sol y que cuando salió cargaba dos barras de oro en las manos. Sin embargo, deambulando por los complicados pasajes subterráneos, estaba tan perturbado mentalmente que falleció al poco tiempo. Desde aquella ocasión, muchos se aventuraron por las cavernas, sin jamás haber vuelto. Unos dos meses antes de mi llegada al sitio, la desaparición de tres personas importantes dentro de las cavernas hizo que el prefecto del Cusco prohibiese la entrada a la misma, y así impidió que se pudiese descubrir los secretos y tesoros de los incas para siempre”. Ahora bien un examen profundo de esta leyenda lleva al rastreo de más datos, como la proporcionada por Javier Sierra en su libro, En Búsqueda de la Edad de Oro, 1999, donde el afamado escritor expone esta historia remonta a mediados del siglo XVIII, cuando dos estudiantes españoles decidieron buscar la entrada a la chinkana sumergiéndose en sus aberturas ansiosos por encontrar el oro perdido de los incas. No se los volvió a ver hasta que a los pocos días uno de ellos logró emerger del piso junto al altar mayor de Santo Domingo, que alberga a la Orden Dominica, y emplazada en el antiguo templo sagrado del Koricancha, Cuzco. Continúa relatando Sierra: “Deshidratado, con signos de demencia, y sosteniendo una mazorca de maíz hecha de oro macizo. La pobre alma cayó muerta de agotamiento. Murió sin poder explicar dónde había estado y, lo que es peor, dónde había encontrado este extraño trofeo. Así las cosas, el impresionante recuerdo de este estudiante, cuyo nombre nadie sabía, disipó para siempre cualquier duda sobre la leyenda del tesoro inca y los túneles secretos del Koricancha, que en quechua significa corral de oro”. Aunque por mucho tiempo se pensó la historia de la mazorca de oro era una de las tantas leyendas circulantes, la revelación del entonces prior de Santo Domingo llamado Benigno Gamarra a Javier Sierra, se convirtió en unas develaciones más inquietantes pasado siglo XX, tras confesar que el famoso choclo de oro resultara fundido, luego de ser rescatado por el desdichado estudiante. El oro resultante fue utilizado, según Gamarra, en la confección de unas hermosas coronas doradas en honor a la Virgen y el Niño Jesús. Impactante. En 1999 Javier Sierra mostraría su importante hallazgo a Anselm Pi Rambla, quién posteriormente lideraría una de las exploraciones más revolucionarias del mundo andino. “La apertura de los túneles del Cuzco, podemos suponer que es uno de los descubrimientos que está relacionado con el nuevo Pachacuti (vuelco del tiempo o nueva era) mencionado por la Tradición Andina, y que está pronto por llegar. Esto puede ser entendido debido a que este lugar representa el verdadero Axis Mundi Andino (Qosqo, el ombligo del Mundo), que a su vez encierra en su interior todo el secreto de la tradición incaica y preincaica, así como los objetos más sagrados existentes en el Koricancha y en el mismo Saqsaywaman. Menciona también la tradición que con la llegada de este Pachacuti habrá grandes cambios en los Andes y el regreso de Inkarri (el nuevo Inca o Señor de los Andes). Anselm Pi Rambla, 2010. Hasta 1980 la vida del catalán Anselm Pi Rambla se desenvolvía sin sobresaltos en su tierra natal España, que lo tenían como directivo de una empresa familiar dedicada al área textil. Pero Pi Rambla estaba lejos de ser un individuo del montón, ya que desde muy joven había dado muestras de unas inquietudes diferentes, especialmente en lo respectivo a la cuestión espiritual. Pi Rambla, sin embargo, huía de los flashes, cultivando un perfil bajo teniendo en cuenta una de sus amistades más cercanas llevaba el nombre de Andreas Faber Kaiser, quién de tanto en tanto solía incluir a Pi Rambla en algunas de sus trasmisiones radiales, rompiendo así con su ostracismo. Lo cierto es 1980 va a resultar un año clave en la vida de Pi Rambla debido a su ingreso al Monasterio de Sonada en India, reclutado por lama tibetano Kalou Kempo Rimpoché, y donde pasó algún tiempo. Más tarde en una entrevista en el 2010, Pi Rambla contaría lo siguiente sobre aquella importante experiencia: “En el año 1980 me encontraba en el Monasterio de Sonada (Darjeeling, India), investigando y estudiando budismo tibetano y su simbología secreta con el líder espiritual Kalou Kempo Rimpoché, maestro de la línea lamaísta Kagyupa, y uno de los pocos conocedores de las enseñanzas del Kalachakra llamada la sabiduría del fuego. Una de las cosas que más me impresionaron y marcaron de todos aquellos estudios, era la información que me transmitió el maestro Rimpoché sobre la existencia de un lugar sagrado, una especie de paraíso subterráneo habitado por seres muy evolucionados y poseedores de grandes conocimientos llamado “Chang Shambhalla”, lugar escondido y protegido de nuestra civilización e imposible de localizar con nuestros medios actuales. En un principio Rimpoché fue muy reacio en informarme de este secreto, pero al final, me transmitió lo que ellos sabían de este sagrado lugar. Me comentó que existían dos Shambhallas, una terrestre y otra celeste, siendo la terrestre, copia de la celeste, situada en un lugar subterráneo remoto e impreciso de Asia Central, mencionada y descrita en sus textos sagrados más ocultos por grandes lamas eruditos. De todos estos estudios pude sacar otros informes muy antiguos y valiosos, donde también se describía la existencia de un lugar parecido a Shambhalla más allá del Gran Océano (sic), muy lejos del Tíbet, una Tierra Mítica Ancestral, ubicada en su origen en una zona polar nórdico-occidental, cultura madre habitada por seres espirituales poseedores de grandes conocimientos. Todas estas investigaciones finalmente me llevaron al continente sudamericano, donde pude hallar las primeras pruebas físicas de todas estas tradiciones”. La revelación de la existencia de una mítica Shambhala desconocida en Sudamérica llevó a Pi Rambla programar un viaje por estas tierras, con el fin de iniciar indagaciones más profundas sobre el misterio subterráneo. Este fuego interior signaría su renuncia a la empresa familiar, emergiendo desde entonces como un adepto ansioso por respuestas trascendentales. Tal convicción llevaría a la conformación de un grupo seguidor de sus mismas hipótesis, bautizada luego como Bohiz Ruz. Tras hacerse con un enorme velero de 17 metros, la novel tripulación comandada por Pi Rambla se embarcó en su aventura sudamericana. “El propósito de esta exploración en 1982 era hallar indicios reales sobre la existencia de una cultura madre desconocida, de una tierra sagrada original, mencionada en muchas leyendas y tradiciones por distintas razas y pueblos tanto de Oriente como de Occidente. Debido a las investigaciones realizadas durante años anteriores con el maestro tibetano Kalou Kempo Rimpoché en el monasterio de Sonada (India), sobre la realidad de la existencia de esta tierra original llamada en sus tradiciones Shambhalla, y contrastando todas estas investigaciones con las tradiciones indoeuropeas que mencionan que esta cultura madre original estaba localizada en una región boreal o nórdico-boreal, pensé que debía iniciar su búsqueda hacia una dirección y planteamiento diferente de lo habitual. Así empezó una larga expedición marítima hacia el continente Sudamericano que finalmente terminaría en Perú dónde nació el equipo Bohic Ruz. En esta tierra mítica, comprobé que existían muchos indicios y pruebas sobre la realidad de esta cultura madre hiperbórea, lo cual después de tres años de estudios y exploraciones me llevaron a descubrir y comprender el secreto de los túneles subterráneos”. Una vez en tierras peruanas, Anselm Pi Rambla dará comienzo a sus investigaciones formales, con foco en el misterio subterráneo de tanta penetración en su vida. Un hecho importante parece marcar aquel destino signado. Tiene lugar mientras lleva adelante un paso por las inmediaciones del Cuzco junto a su amigo Francesc Serrat, quién forma parte de Bohic Ruz. El dúo decide visitar el Convento de Santo Domingo, instalado nada menos sobre las ruinas de uno de los templos más importantes del mundo incaico, el legendario Koricancha, gobernado desde hace siglos por la Orden Dominica. Decididos los catalanes deciden interpelar al prior del convento. Buscan informes sobre el legendario túnel perdido del Koricancha, y aunque la osadía amerita silencio, el destino depara sorpresas, más cuando el prior declara conoce muy bien los detalles de esa historia, e incluso, el sitio donde se encuentra la chinkana perdida, aunque confiesa, nunca se atrevió a entrar. Alentado por sus visitantes, y munido por la curiosidad, el inquieto dominico convertido en guía improvisado lleva a los extranjeros a ver a la chinkana. Según narra Pi Rambla, los tres se movieron a la Sala Magna del Convento, donde luego de retirarse un pequeño altar cubierto por una alfombra, es revelada una trampilla de madera. Luego de varios intentos por liberarla lograron abrirla, encontrándose con escaleras bien conservadas que los condujeron hacia una antigua cripta colonial datada del siglo XVII. Tras una atenta observación, se percataron sobre la existencia de una pared de ladrillos rojos que parecía obstruir el paso. Al ser consultado, el dominico señaló el cerramiento databa de 1940. Luego de retirarse algunos ladrillos, Pi Rambla hizo uso de una fuerte linterna, y que al enfocar mostró el surgimiento de un inmenso túnel, calculado en casi dos metros de extensión, cuyas paredes, suelos y techos, demostraban una arquitectura superior, y de perfecta armonía. Todos quedaron impresionados, y Pi Rambla solicitó al prior permiso para seguir investigando junto a Bohic Ruz, pero su pedido no tuvo eco. A continuación el prior le dijo: “Usted ya ha sido bendecido por Dios de ver esto”. Pero Pi Rambla no se daría por vencido, el destino lo seguía señalando. Aunque muchas de estas revelaciones derivaban de la experiencia de Pi Rambla durante su estancia en la India, un hecho impensado determinó realmente la decisión de instalarse en Sudamérica para estudiar el caso, tras su encuentro con uno de los escritores más afamados del planeta, un suizo llamado Erich von Däniken. Sucedió en Suiza tras ser invitado por su amigo Andreas Faber Kaiser para conocer a Däniken. Según contó Pi Rambla, estaba algo reticente en cuanto a la reunión aunque finalmente accedió. Para su sorpresa, el excéntrico suizo lo incitó a viajar al Perú, e incluso ambos tuvieron un encuentro en ese país, donde Däniken lo alentó a investigar el enigma de los túneles ocultos en el Cuzco, que creía de vital importancia para aclarar el pasado andino. El tiempo iba demostrar Pi Rambla no lo iba a defraudar. Todo se precipitó en 1999 cuando Javier Sierra comunicó a Pi Rambla los hallazgos realizados en Cuzco, potenciados por la obtención de una fotografía que retrataba las coronas resultantes de la fundición del choclo de oro. Como diría luego Pi Rambla, aquello resultó en la oportunidad que estaba esperando, y se decidió actuar. Rápidamente el estudioso retomó sus contactos con el Convento de Santo Domingo, que le advirtieron en caso de iniciar una excavación debía contar con los permisos del propio presidente de la Nación, en ese entonces el polémico Kenyo Fujimori. Los planetas se alinearon, y luego de intensas tratativas, Anselm Pi Rambla puso en marcha el Proyecto Koricancha. “La historia empieza en el Cuzco en el 2003, cuando Pi Rambla halló un gran túnel de dos kilómetros de longitud en el subsuelo cusqueño, que conecta Sacsayhuamán con el Koricancha, actual templo de Santo Domingo. Se trata de una gran red de galerías, cámaras y mausoleos extendidos bajo la ciudad, interconectando templos y conventos a 100 metros de profundidad”. (Las Chinkanas. Un Misterio Subterráneo en Cuzco, 2020). Gracias a tecnología de última generación que incluía el uso de un poderoso tele radar de penetración terrestre, Pi Rambla fue moviéndose en su objetivo de localizar aquellas anomalías subterráneas, en sus intentos por registrar los antiguos túneles esquivos. Durante su exploración hizo algunos descubrimientos notables, como galerías, cámaras, fuentes, así como antiguos templos vinculados a los incas. Una piedra trapezoidal con escritura desconocida pareció alterar aún más el escenario. Y aunque fueron detectados algunos corredores subterráneos, el túnel avistado por Pi Rambla en 1982 brilló por su ausencia. Luego se sabría que entre 1986 y 1988 los dominicos habrían tapiado con cemento aquella poderosa entrada, imposibilitando su detección por radar, contradiciendo la ley peruana que impide alterar áreas arqueológicas sin permiso oficial. Las extraordinarias excavaciones continuaron hasta el 2003, cuando se recibió la orden de clausura debido no solo a desinteligencias entre Bohic Ruz y el gobierno, sino también ante la presión de la Orden Dominica, que dio por finalizada con cualquier intento de investigación. No cabe duda que el Proyecto Koricancha supuso un gran avance en cuanto a intentar develar uno de los misterios más importantes del mundo andino, la existencia de un mundo subterráneo. Han pasado 21 años de realizado y todo sigue igual... Los Andes aún deben develar sus secretos.