Se trata de una historia basada en las crónicas de Sarmiento de Gamboa, escrita en 1572 y que explica el origen del Imperio de los Incas. Hace mucho tiempo, el Dios Ticci Viracocha (hacedor del mundo) envió a sus hijos más poderosos en busca de tierras fértiles para cultivar el maíz, su producto más preciado para que compartiera con todos los hombres de la tierra. Es así como a seis leguas del Cuzco, en el interior del cerro Tampu Tocco, se encontraban las cuevas de Pacaritambo, que tenían tres ventanas. De la central salieron los cuatro hermanos Ayar. Cada uno de ellos, al igual que sus esposas, tenían poderes y habilidades especiales para iniciar su gran misión. La primera pareja estaba constituida por Mama Guaco, la guerrera, que llevaba un aybinto (especie de onda) y que con un solo golpe podía ocasionar grandes derrumbes. Su compañero Ayar Cachi, era el más belicoso de los hijos de Viracocha y se dice que tenía la fuerza de un rayo. Ayar Uchu, en cambio, era místico y religioso, quien podía comunicarse con Viracocha a través del viento, la tierra, el fuego y el agua; mientras que Mama Cora guardaba y transmitía los secretos de las plantas medicinales que su padre les legó. La tercera pareja estaba constituida por Mama Rawa, mujer semidiosa, alegre y más laboriosa de las cuatro hermanas, podía hacer música con su tinya, sabía tejer y guardaba en cada textil la memoria y la historia de su padre Viracocha; mientras que Ayar Aucca, llevaba una pechera de plumas de guacamayo y tenía una fuerte conexión con los espíritus ancestrales. Cerraba el grupo el mayor de los Ayar y el de más autoridad Ayar Manco - también llamado Manco Cápac - quien tomó ese nombre porque salieron de la ventana de Capac-Tocco que quiere decir “rico”. Ayar Manco era astuto, sabio y un gran estratega. Traía consigo un halcón, al cual todos veneraban y temían. Su esposa Mama Ocllo tenía la ternura de una madre, pero a la vez con su mirada podía cautivar a cualquier fiera. Era la encargada de preservar las familias. Se narra que Ticci Viracocha le entregó una vara de oro a Ayar Manco, la que determinaría la tierra donde cultivarían el maíz e iniciaron su travesía. Los hermanos Ayar salieron de Tampu Tocco en compañía de diez ayllus (familias) llevando consigo sus armas. Durante el transcurso de su viaje, Ayar Cachi, haciendo alarde de su poder y fuerza, de un hondazo derribó un cerro y formó una quebrada. Temerosos y recelosos los demás hermanos de ese poder planearon deshacerse de él. Con engaños lo enviaron de vuelta en busca de unos vasos de oro y detrás suyo fue Tambocheccay, un servidor fiel del grupo. Al llegar, Ayar Cachi entró a la cueva pero inmediatamente una pesada roca de gran tamaño bloqueó la entrada. Al verse atrapado y sin poder escapar, invoco a su padre Ticci Viracocha quien maldijo a Tambochecay, que como castigo quedo convertido en piedra. Los hermanos, al escuchar sus gritos, se pusieron a llorar y lamentar pensando sobre si habían hecho lo correcto, pero decidieron continuar su misión. Al llegar al cerro Wanakaure, desde donde se podía visualizar todo el valle del Cuzco, divisaron en su cima una roca sagrada que asemejaba a una persona, por lo que decidieron destruirlo enviando a Ayar Aucca al lugar, pero este al querer tocarlo, quedo convertido en piedra. Los hermanos restantes lo vieron como una señal y decidieron instalarse en las faldas de la montaña, levantando sus casas y cultivando algunas de las semillas de maíz que traían consigo. Durante ese tiempo, Manco Cápac y Mama Ocllo tuvieron un hijo al que llamaron Sinchi Roca y es en este lugar donde realizaron las primeras ceremonias de iniciación como el Rutuchikuy (corte de pelo) y el primer Warachikuy (iniciación en la guerra de los jóvenes, donde se les horadaba las orejas y se convertían en hombres). Luego de cumplir un año de estar allí, acordaron que el lugar no les convenía y decidieron trasladarse hasta las proximidades del Cuzco. Como vieron que era buen sitio, acordaron conquistarlo. Ayar Uchu decidió explorar la zona y para su sorpresa de pronto se vio dotado de grandes alas, con las que voló a un sitio denominado Inticancha - donde hoy se encuentra el convento de Santo Domingo - pero al posarse en el suelo, quedó también convertido en roca. Precisamente fue el lugar indicado donde posteriormente se levanto el templo al Sol, que mas tarde seria conocido como el Coricancha. Entonces Ayar Manco decidió apoderarse del lugar - no sin resistencia de los nativos, que al final se sometieron a los recién llegados - clavando el cetro de oro concedido por su padre en el suelo sagrado, fundando de esta manera la ciudad del Cuzco, que con el tiempo se convertiría en la capital de un gran Imperio.