Una curiosa nota dada a conocer hace unos días y que llama mi atención, es aquella que afirma que los Incas tuvieron conocimiento de que la Tierra era redonda - que lo adquirieron luego “de haber navegado alrededor del mundo” - e incluso se habla de la existencia de una biblioteca compuesta por libros con hojas metálicas, encontradas en laberintos subterráneos de la Isla del Sol en el Titicaca (el lago sagrado de los Incas) escritos con caracteres jeroglíficos, en los cuales se detalla las instrucciones que recibieron los cinco Mallcu Aymarus nativos de Tiwanaco, para que poblaran la Tierra: “Partiréis a todas las regiones del orbe y la poblaréis y la cultivaréis” les ordeno el dios Sol (Inti) a sus súbditos elegidos, quienes se dirigieron a los cuatro confines del globo llevando el evangelio solar, en un viaje con connotaciones épicas, que fue más marítimo que terrestre. Al menos, así aparece en un libro atribuido al cronista español Fray Baltasar de Salas (1618) donde se detalla que parte del contenido de aquellas hojas metálicas “fue traducida por una princesa inca”. A primera vista me parece algo disparatado, ya que los Incas no tuvieron un sistema de escritura equivalente al nuestro, aunque hay quienes afirman lo contrario y ponen de ejemplo a los quipus, cuyo verdadero uso es aun materia de especulación. Cabe recalcar que Baltasar de Salas fue un fraile agustino, originario de Salamanca, que estuvo en la actual Bolivia entre 1612 y 1626. Durante dicha estadía escribió una serie de informes sobre Copacabana, una ciudad a las orillas del lago Titicaca, centro del culto indígena al ídolo de Copacabana y, tras la colonización española, de uno de los principales cultos marianos de las Indias: el de la Virgen de Copacabana. La única edición que se conserva de dichos escritos es la que el franciscano Jesús Vizcarra Fabre, publico en 1901 bajo el título: ‘Copacabana de los Incas’, el cual fue recibido negativamente por la crítica, a igual que su editor (quien murió en 1904 tras perder el uso de la razón). Por ejemplo, Riva Agüero y Osma lo calificó como un “loco de remate” y al libro como “un ininteligible conjunto de desvaríos y disparates”. La razón para estos duros calificativos se encuentra en los límites poco claros entre lo escrito originalmente por el agustino y las posteriores intervenciones de su editor. Como Vargas Ugarte señaló: “Vizcarra con lamentable confusión, entreveró conceptos primigenios tomados del P. Salas con ideas de su propia cosecha, resultando un todo enigmático y absurdo” asevero. A pesar de ser calificada como una obra de ficción y fantasía al haber sido groseramente alterado el material original, el libro tiene muchos defensores, particularmente en Bolivia, quienes proponen releerlo bajo una luz diferente, arguyendo que “se trata de una investigación original del autor sobre una serie de documentos inéditos y seguramente incompletos, que Vizcarra se encargo de concluirlo, seguramente por su inquietud de indagar el pasado indígena, de lo cual tenemos pocas noticias” Precisamente para darle credibilidad a dicha obra, mencionan las evidencias encontradas en Polinesia (Oceanía), que demuestran que las islas sirvieron como un especie de puente marítimo, para que los ‘argonautas andinos’, pudieran llegar finalmente hasta la India, y de allí al resto del mundo. La mejor prueba de su presencia en aquel lejano país - agregan - es que figura en el denominado‘mapamundi incaico’ elaborado por el cronista inca, Santa Cruz Pachacuti (1613), donde aparece representada con un gran parecido al de un registro moderno, a diferencia del documento elaborado por Cristóbal Colón. En el citado mapamundi - que ilustra nuestra nota - el planeta Tierra no solo aparece nombrado como ‘Pachamama’, sino que es representado en forma redonda. Eso significaría - afirman - que los Incas ya tenían conocimiento incluso antes que Cristóbal Colón de que la Tierra no era plana. ¿Y cómo llegaron a esa conclusión?: Simplemente navegando por los océanos, adelantándose a Fernando de Magallanes en circunnavegar el globo terráqueo y como resultado de ello pudieron trazar a la Tierra en forma esférica. ¿Cuál es la prueba de que los incas circunnavegaron el globo? Se sabe que pudieron recorrer largas distancias, como la conocida expedición de Túpac Yupanqui a la Polinesia de donde trajo oro, tronos de latón, esclavos negros y la quijada de un caballo - entre otros trofeos - que se conservaron en la fortaleza de Sacsayhuaman en el Cuzco hasta la llegada de los españoles. En efecto, alrededor de 1465, antes de que Cristóbal Colón llegara a América (1492), el entonces príncipe - heredero de la Corona Imperial Inca - emprendió una larga y misteriosa expedición a las actuales islas de la Polinesia (una de las subregiones de Oceanía). Túpac Yupanqui era un hombre que no había tenido nada que ver con el mar hasta que lo conoció cuando conquistó el golfo de Guayaquil (Ecuador), y descubrió que los nativos se dedicaban al comercio, utilizando flotas de balsas que recorrían considerables distancias por el océano, por lo que decidió iniciar un viaje al oeste desconocido para satisfacer su curiosidad. Y siguiendo además las corrientes y los vientos, entendió que estas podían llegar a cualquier parte. Es mas, recibió noticias de la existencia de dos islas lejanas que albergaban una gran variedad de recursos: Auachumbi y Ninachumbi, por lo que decidió liderar una expedición hacia aquellos enigmáticos lugares. Los cronistas Pedro Sarmiento de Gamboa, Martín de Murúa y Miguel Cabello de Balboa - que vivieron en el virreinato del Perú en el siglo XVI - coinciden con este relato. “Y andando Topa Inga Yupanqui conquistando la costa de Manta y la isla de la Puná y Túmbez, aportaron allí unos mercaderes que habían venido por la mar de hacia el poniente en balsas, navegando a la vela. De los cuales se informó de la tierra de donde venían, que eran unas islas, llamadas una Auachumbi y otra Niñachumbi, adonde había mucha gente y oro. Y como Topa Inga era de ánimos y pensamientos altos y no se contentaba con lo que en tierra había conquistado, determinó tentar la feliz ventura que le ayudaba por la mar. Luego de atisbar de cómo Topa Inga Yupanqui se entero de la existencia de unas islas, esto avisado y confirmado por un mercader llamado Antarqui. Se determinó ir allá. Y para esto hizo una numerosísima cantidad de balsas, en que embarcó más de veinte mil soldados escogidos. Navegó Topa Inga y fue y descubrió las citadas islas, y volvió de allá, de donde trajo gente negra y mucho oro y una silla de latón y un pellejo y quijadas de caballo. Hago instancia en esto, porque a los que supieren algo de Indias les parecerá un caso extraño y dificultoso de creer” (Pedro Sarmiento de Gamboa). Así, con 120 embarcaciones y 2.000 hombres, el joven príncipe inició su aventura a estas misteriosas dos islas, que algunos estudiosos piensan que de trataron de Mangareva y Rapa Nui (Isla de Pascua). También llegaría a Nuku Hiva, en el archipiélago de Las Marquesas. ¿Pero cuáles son los indicios que apoyan esta propuesta? En primer lugar, las crónicas indican que tras su viaje, el príncipe inca no solo trajo consigo esclavos negros, sino también oro, plata, esmeraldas y animales raros, así como tronos de latón y hasta una quijada de caballo. Al no haber registro de exploraciones de Túpac Yupanqui al África, podrían tratarse de esclavos de Melanesia - otra subregión de Oceanía - que se encontraban en las islas mencionadas. Asimismo, llama la atención que en Nuku Hiva se hallaron recientemente quipus conocidos en aquel lugar como quipona, y que serian de origen inca. Para Joseph Dager, profesor de la Universidad Antonio Ruiz de Montoya, entre los varios indicios acerca de la presencia inca en Oceanía, hay dos que predominan. El primero es la leyenda del rey Tupa, que hasta la fecha se mantiene en la isla de Mangareva. El relato habla de la llegada de poderoso personaje al mando de una flota de pae pae - balsa a vela con doble mástil - y que deslumbró a los nativos con su cerámica, ya que era un mundo precerámico; los metales, porque los lugareños estaban en la edad de la piedra, y la textilería. Cabe resaltar que en dicho lugar existe hasta el día de hoy la danza del rey Tupa y que fue creada dicen los lugareños en homenaje a quien los visitó. El segundo indicio importante está en Rapa Nui - la conocida isla de Pascua - que alberga una construcción con características incaicas llamada Vinapú. “Es una construcción en la que ponen piedra sobre piedra, y entre estas no puede entrar ni un clavo. Esta técnica se ve únicamente en las ciudades incaicas del Cuzco”, señala Dager. En este lugar, del mismo modo que en Mangareva, existe un personaje legendario bautizado como Mahuna-te Ra’á, que se traduce como “hijo del Sol”. Esta era una referencia del príncipe inca que los visitó. Se apoyaba también en la existencia de palabras quechuas en Rapa Nui. Por ejemplo, el tocado que tienen en la cabeza los famosos monolitos de la isla se llaman puka, que en quechua significa rojo. Esta hipótesis es apoyada por la travesía que hizo el explorador noruego Thor Heyerdahl, denominado Kon Tiki en honor del dios de los incas, Wiracocha. La expedición, que partió del Callao en 1947, demostró que ese viaje era factible. Heyerdahl llegó a la Polinesia con una embarcación a vela igual a la que usó el inca varios siglos antes. No cabe duda que esta expedición de Túpac Yupanqui es un misterio que merece ser estudiado a profundidad. Pero seria aventurado suponer - tal como afirman los defensores de Vizcarra Fabre - que con apenas una flota de balsas, los Incas, que no poseían barcos de gran calado, pudieran dar nada menos que la vuelta al mundo, ello es materialmente imposible. En cuanto al “mapamundi incaico” de Santa Cruz Pachacuti, en el se detalla el interior del Templo del Coricancha en el Cuzco, donde se muestra la manera como se encontraban las imágenes de los dioses incas representando la cosmovisión andina, pero decir que allí aparece grabado el mapa de la India, es muy antojadizo ¿no os parece?