Desde hace varios años un enigmático sitio arqueológico, perdido en la selva amazónica, es el centro de atención debido a su oscuro origen. Se trata de unos curiosos petroglifos señalados por primera vez en 1921 por el misionero dominico Vicente de Cenitagoya, los cuales son únicos ya que no tienen ningún equivalente en el Perú. En efecto, los petroglifos de Pusharo constituyen un testimonio de quienes habitaban la selva de los actuales departamentos del Cuzco y Madre de Dios hace muchos siglos atrás. La gran concentración de signos grabados en un panel de dimensiones monumentales convierte a estos petroglifos en una de las manifestaciones de arte rupestre más importantes de la Amazonía peruana. A pesar de que se tenía noticia del sitio desde hace más de ochenta años, recién en el 2003 fue reconocido como patrimonio arqueológico por el Instituto Nacional de Cultura. Su importancia radica en Pusharo y sus grabados rupestres estarían relacionados con el legendario Paititi, por lo que desde hace varias décadas recibe visitas, de exploradores, buscadores de tesoros y miembros de una hermandad mística-religiosa llamada Rahma, que afirman haber entrado en contacto con extraterrestres frente a la pared de los petroglifos, probablemente bajo el efecto de plantas alucinógenas como la ayahuasca. Debido a lo poco que se conoce acerca de su origen, los estudios de los petroglifos de Pusharo requieren ser continuados, profundizados y ampliados a zonas contiguas donde actualmente cubiertos por la vegetación, podrían existir otros sectores con grabados. Estas enigmáticas figuras cubren una pared rocosa de una cincuentena de metros de longitud, sobre una veintena de altura, orientada este-oeste. Un detalle importante si se considera la función jugada por Inti, el Sol, en la civilización inca. Varios soles por otra parte están representados sobre la roca. Uno de ellos domina todo el sitio, a cuatro metros de altura. Un sol en espiral, como a su cenit, mientras otro, aún más enigmático, solo es observable en un momento muy preciso del día... antes de desaparecer como por arte de magia. Asimismo, colocado a la izquierda del precedente, aparece representado un "sol poniente". A ello podemos agregar los rostros de seres que aparecen en estos petroglifos y cuya presencia desafía la imaginación. ¿De quienes se trataban? ¿De quienes vivían allí o de extraños visitantes de otros mundos que quedaron inmortalizados en la roca? Se observa además la omnipresencia de figuras escalonadas, o en "escalera", tan comunes a la cultura inca. Algunos recuerdan tumis, cuchillos ceremoniales utilizados en la vida diaria, religiosa e incluso médica. A menudo también, algunos largos trazados sinuosos que parecen figurar el curso de ríos amazónicos o la silueta de montañas. Se puede ver además una figura espléndida en forma de serpiente: se trata quizá del río Madre de Dios (que en tiempo de los Incas era llamado el Amarumayu, es decir el Río Serpiente). Se sitúa a la extrema derecha de la pared, sobre el cual parece nacer un tercer sol, el de la mañana (¿el este?), decorado con cuatro rayos. ¿Qué representan estas figuras perdidas en la selva a cientos de kilómetros del mundo civilizado? ¿Se trataría tal vez de un "mapa" acerca de una región precisa? Pero, en este caso, ¿de qué lugar se trataría? ¿Tal vez sea una ruta para llegar al legendario Paititi? Una cosa es segura: los petroglifos de Pusharo no fueron grabados allí por casualidad. Si bien algunos elementos del Imperio Inca están representados ampliamente allí, otros parecen estar vinculados a una cultura amazónica de origen desconocido. Desde el 2001, Thierry Jamin, arqueólogo y explorador francés, dedica sus trabajos a la interpretación de los petroglifos de Pusharo. Durante sus últimas campañas de investigaciones descubrió nuevos petroglifos, extrañas cruces y la cara enigmática de un hombre barbudo cuya frente ciñe la mascapaicha, el símbolo imperial Inca. ¡Muy curioso! Aún más inquietantes, son varias secuencias de "dibujos abstractos", que parecen figurar a una antigua escritura. Eso se asemeja un poco a unos "cartuchos" egipcios. Para Thierry Jamin, Pusharo podría constituir la "piedra de Roseta" de la civilización inca. El arqueólogo francés redacto el primer estudio de envergadura consagrado a los petroglifos de Pusharo, tratando de desentrañar sus misterios. Ubicado en la cuenca media del río Palotoa, distrito y provincia de Manu, departamento de Madre de Dios, suroriente del Perú, a una altura de 529 m.s.n.m., dentro del Parque Nacional del Manu, Pusharo forma parte de la Zona Histórico-Cultural del Parque Nacional del Manu, que abarca 18252.68 has y se encuentra localizada en el sureste del área protegida. El acceso desde el Cuzco es por una carretera, que pasando por Paucartambo y los centros poblados amazónicos de Pillcopata y Salvación, se llega, tras un recorrido de unas 7 horas al km. 250, en el que se encuentran el embarcadero de Santa Cruz, donde uno se embarca para seguir primero, río abajo, el Alto Madre de Dios, hasta cerca del poblado y misión dominica de Shintuya; luego se surca el río hasta Palotoa, en la margen izquierda, donde se puede pernoctar en un albergue que existe en el lugar. Si el caudal lo permite, se puede llegar el mismo día hasta el refugio Pusharo, ya en el Parque Nacional del Manu, y surcar el río al día siguiente hasta el lugar donde se encuentran los petroglifos. No lejos del allí, el reciente descubrimiento de figuras gigantescas grabadas en la vertiente oriental de una montaña de mediana altitud, también podrían cambiar considerablemente nuestros conocimientos sobre la presencia de los Incas en éste lugar y la teoría de su influencia en los pueblos amazónicos, pero que aún no se ha demostrado.