martes, 20 de septiembre de 2022
HISTORIAS PÉRDIDAS EN EL TIEMPO: La ciudad encantada de Huancabamba
Cuentan antiguas crónicas que Túpac Yupanqui ordeno la construcción de Huancabamba (que se ubicaba en las serranías de Piura, en el norte del actual Perú), convirtiéndola en una de las hermosas ciudades del Imperio Inca, del cual se decía que podía incluso rivalizar con el Cuzco: Palacios, templos, plazas, bellas casas... todo rodeado de una muralla de casi tres metros de alto. Algunos decían que las paredes de los palacios estaban recubiertas con planchas de oro y que al mismo Inti, el dios Sol, le gustaba alumbrarlas para ver sus rayos de luz reflejados en ellas. Pero un buen día llegaron a esas tierras los españoles, quienes mediante un hábil estratagema habían capturado en Cajamarca al bastardo Atahualpa, el cual triunfante en una sangrienta guerra civil - por el desatada - contra el legitimo Inca Huáscar, se dirigía al Cuzco para coronarse en el Templo del Coricancha. Pero con su captura y posterior ajusticiamiento, el Imperio colapso. El dios Sol, entristecido al ver que los europeos sedientos de oro no se daban cuenta de la grandeza que habían encontrado, decidió proteger a Huancabamba para siempre, evitando su caída en manos ajenas, haciendo desaparecer la ciudad como por encanto para salvarla de a codicia. Desde entonces se dice que en ciertas fechas del año, esta súbitamente aparece entre las brumas en toda su magnificencia, y de pronto por motivos que se desconoce, se oculta súbitamente ante los asustados ojos de los viajeros que pasan por la zona, quienes por ese motivo le han dado nombre de “La ciudad encantada de Huancabamba” (para diferenciarlo de un poblado cercano que posee el mismo nombre), y como tal se la conoce hasta el día de hoy. Actualmente existen en el lugar los restos de lo al parecer seria la mítica ciudad incaica, pero no hay pruebas convincentes de que lo sea. En todo caso, las ruinas muestran lo que allí existió: un esplendor olvidado. Vetustos templos cubiertos de maleza, un pucará o fortaleza que se extiende por la lluviosa selva con grandes muros de más de tres metros de altura, además de plazas, palacios… Nada de eso se compara, sin embargo, con lo que, refieren los que pasan por allí en ciertas ocasiones y lo ven en todo su esplendor. A todo ello, debemos agregar que al demonio - el Saqra - le gustaba presentarse en la zona, en la forma de un brujo o hechicero con repulsivo aspecto, lo que causaba intranquilidad entre los indios cada vez que le ocurría visitar las ruinas, por lo que los nativos - envalentonados con el aguardiente y portando sendos garrotes, hachas y machetes - seguían sus pasos muy de cerca ya que por algún motivo que se desconoce, al Saqra le gustaba visitar las ruinas, donde se dice que se oculta un ingente tesoro, siendo quizás aquello el motivo de su reiterada presencia. Un día, notaron que el diablo desaparecía por una cueva existente en el lugar, para reaparecer al otro lado de la montaña, lo que indicaría la existencia de pasajes subterráneos en la zona, aunque nadie se ha atrevido a ingresar a la cueva porque se dice que esta maldita. “Hay pocos lugares como éste”, dijo el Maligno, cuando en cierta ocasión, bajando de la montaña - donde se encuentran las ruinas - fue rodeado por los indios con alto grado de alcohol en sus venas y profundamente desconfiados, por lo que el diablo al verlos, les contó una historia : “En una ocasión estaba paseando en la encantada ciudad, cuando pronto se transformo volviendo a ser como era en sus primeros tiempos y pude así recorrer sus imponentes edificios de piedra, el templo de Sol, el palacio del Inca, y los veía todo reluciente de oro; asimismo observe una bella laguna junto a la ciudad, rodeada de una hermosa campiña y de tierras fértiles…” asevero el demonio, ante la mirada incrédula de los nativos, quienes le preguntaron por el motivo de su desgracia, a lo que el diablo contesto: “El encantamiento de la ciudad se efectuó cuando los expedicionarios españoles se apoderaron de la persona de Atahualpa, el cual ofreció mucho oro a cambio de su vida, enviando diversos mensajeros en todas direcciones para cumplir su orden. De esta manera se esperaba que llegasen hasta Cajamarca desde diversos lugares del imperio innumerables cargamentos del precioso metal extraídos de templos y palacios de diversas ciudades incas, como el Cuzco, Wanuku Pampa, Choquequirao, Hatun Xauxa, Huancabamba, Pisac, Ingapirca y Tumibamba, así como de los templos de Pachacamac, de Viracocha y del que se encuentra en la isla del Sol en el lago Titicaca. Pero sucede que hubo autoridades quienes se negaron a acatar la infame orden y mataron a los enviados atahualpistas. Precisamente Huancabamba fue una de las más reacias y luego de degollar a los traidores, arrojaron sus cabezas al campamento de los españoles, quienes decidieron castigar a los rebeldes y enviaron una expedición comandada por Hernando de Soto, cuyas fuerzas fueron rechazadas por una lluvia de piedras lanzadas desde las montañas antes de llegar al lugar, así como de grandes rocas que obstruyeron su paso. Entonces un traidor atahualpista y conocedor de la zona, pudo llegar subrepticiamente hasta el general inca Apo Mayta que dirigía la resistencia, lanzándole una flecha en su corazón, quien antes de morir clamo venganza a su padre el Sol, arrancándoselo de su cuerpo, tirándola sobre la condenada Huancabamba, que desapareció de la vista de todos por obra del dios, quien además convirtió al traidor en una laguna invisible y transformando a los soldados españoles que lo acompañaban en peces. Solo Hernando de Soto y algunos de sus fieles pudieron escapar al castigo escondiéndose en una cueva cercana” asevero el demonio, quien agrego: “Desde entonces esta ciudad se hace invisible debido a la codicia de quienes causaron mucho daño a quienes habitaban del lugar…” Pero mientras escuchaban el relato, los indios creyeron oír el canto de las sirenas que provenía de la laguna encantada. Entonces, algunos de los presentes hicieron un pedido al Maligno una vez que termino su historia: “Nos gustaría ver a las sirenas”. “No quisieran verlas” - replica el Saqra con malicia en la mirada-, sus voces llaman con palabras tan dulces y no tendrían las fuerzas para dejar de oírlas e ir en su busca… ¡Podrían encantarlos! y si eso sucediera, los llevarían a sus pukarás ubicados en el fondo de la laguna y nunca más volverían a verlos porque serian devorados, ya que se alimentan de humanos” dijo el demonio. Decepcionados por esas palabras y blandiendo sus garrotes presas de la ira - gracias al alcohol -, los indios se abalanzaron sobre el diablo, quien recibió una soberana paliza y a duras penas pudo escapar de ser ajusticiado allí mismo. “Malditos sean” les dijo en quechua antes de desaparecer todo maltrecho bañado en sangre y nunca más se le vio a ver ¿Volverá algún día? ¿Cuándo ocurrirá? Nadie lo sabe. Lamentablemente, aprovechándose de esta conocida leyenda, una serie de estafadores que se hacen llamar curanderos hacen de las suyas en las cercanas lagunas de las Huaringas asegurando que sus aguas “tienen el poder para curar todo tipo de males” aprovechándose de la ignorancia de la gente, por lo que deberían ser tratados por los indios como hicieron con el demonio ¿No os parece?