martes, 8 de octubre de 2024

EXPEDIENTES SECRETOS PERÚ: La Conexión Wari

Como herederos de los Tiahuanaco, de quienes adoptaron su cultura, costumbres y religión (como la adoración del Annunaki Wiracocha, el Señor de las Báculos, que aparece en la Portada del Sol) así como su insaciable sed de oro, los Wari se asentaron en los Andes Centrales del Perú, específicamente en Ayacucho, donde fundaron un Imperio que se extendería en la costa y tierras altas entre el 450 y 1000 d.C. Centrada en su capital Huari, los Wari explotaron con éxito las diversas rutas que controlaron para construir un Estado administrado por capitales provinciales conectadas por una larga red de caminos. Sus métodos para mantener un imperio y un estilo artístico tendrían una significativa influencia en la posterior civilización inca. Los Wari fueron contemporáneos con las otras culturas del Horizonte Medio (600-1000 d.C.) y aunque eran más belicosos llegando a conquistar a los Mochica y los Nazca, eran también agricultores y construyeron canales para irrigar campos con terrazas. La estabilidad económica y la prosperidad que esto les trajo, les permitió implementar una estrategia combinada de poder militar, beneficios económicos, y una imaginería artística distintiva para forjar un imperio a lo largo del Perú antiguo. Su superior manejo de la tierra los ayudó además a resistir el período de 30 años de sequía durante el fin del siglo VI d.C., que contribuyó al declive de las culturas vecinas. Tras adoptar al Annunaki Wirakocha - un dios muy asociado con el sol, las lluvias, y el maíz: todo ello vital para las culturas que dependían de la agricultura y los caprichos de un clima inseguro - lo transformaron en un ícono ritual presente en los textiles y cerámica, difundieron su propia iconografía y dejaron un último legado en el arte andino. La capital en Huari (25 km al norte de la moderna Ayacucho) está ubicada a una altitud de 2800 m y se extiende sobre 15 km cuadrados. Al principio estuvo establecida alrededor del 250 d.C. y eventualmente tenía una población posiblemente tan grande como de 70.000 habitantes en su punto más alto. Huari muestra rasgos típicos de la arquitectura andina: estructuras rectangulares cerradas por muros que a su vez se pueden dividir en laberintos de compartimentos. Las murallas de la ciudad son enormes (hasta 10 m de altura y 4 m de grosor) y están hechas de piedras, en gran parte sin trabajar, puestas con un mortero de barro. Los edificios tenían dos o tres plantas, los patios estaban alineados con piedras. Los pisos y los muros de los edificios eran generalmente cubiertos con yeso y pintados en blanco. Existe poca distinción en la arquitectura wari entre los edificios públicos y privados, y escasa evidencia de planificación urbana. Un palacio real, sin embargo, ha sido identificado en la sección noroeste de la ciudad, el área más antigua de habitación y que es llamado Vagachayoq Moqo. Hoy un templo en ruinas estaba localizado en el Moraduchayuq compuesto al sudeste de la ciudad. Fue construido en el siglo VI d.C. y tenía partes subterráneas con toda una estructura que alguna vez estuvo pintada en rojo. Como otras construcciones del sitio, fue destruido de manera deliberada y quemado ritualmente. La ciudad parece haber sido abandonada en el 800 d.C. por razones desconocidas. Aunque las causas exactas del declive de su civilización son materia de especulaciones, el rango de teorías va desde la sobreextensión del imperio hasta otro período de sequía extendida en el siglo IX d.C. e incluso una rebelión de sus súbditos, agobiados por sus exorbitantes exigencias de oro. Cualesquiera que sean las razones, la región retornó a una situación de gobiernos fragmentados por varios siglos, que posteriormente fueron conquistados uno por uno por los Incas. El legado más duradero de los Wari es su estilo artístico, que no solo influenció a sus contemporáneos sino también a los reinos locales como los Lambayeque y los Caxamarcas, que surgieron tras su desaparición y aún más tarde, a los Incas. Es más, muchos de los caminos construidos por los Wari fueron usados también por los incas dentro de su extenso sistema de caminos, así como el gran número de terrazas wari para la agricultura. Tras el saqueo de su capital, Huari, esta fue abandonada por siglos. Redescubierta a mediados del siglo XX, las primeras excavaciones comenzaron en la década de 1940 y hoy siguen revelando la riqueza y el poder que una vez disfrutó una de las culturas andinas más importantes. ¿Y qué hay de su relación con los Annunakis? Todo comenzó con la llegada a la Tierra, hace muchos miles de años, de los Anunnaki (también conocidos como reptilianos; tecnológicamente muy avanzados, pero sin conciencia o espíritu), quienes se cruzaron con las criaturas más evolucionadas en la Tierra en ese momento, para crear la raza humana y ponerla a trabajar en la función que a ellos les interesaba fundamentalmente: extraer oro de las entrañas del planeta. Se trata de uno de los materiales más escasos de este universo y la Tierra es especialmente rica en él. El oro sólo se crea, con la plata y el platino, por la enorme presión y calor causados por el estallido de una supernova. Se cree que los Anunnakis necesitan de ese oro para espolvorearlo en la tropósfera alrededor de su planeta amenazado por los rayos de su sol (que sería una protección tipo “esfera de Dyson”). Desde su origen, los humanos se han dedicado a la labor central que tenía milenariamente asignada: extraer y atesorar oro. Ergo, nuestras otras muchas ocupaciones humanas no son más que entretenimientos y distracciones. No somos sino una raza de esclavos que a veces tienen la audacia de creerse “libres”. Se tiene conocimiento que la presencia los Anunnaki está registrada desde los tiempos sumerios (hace casi nueve mil años). ¿Pero de donde provienen? Al parecer de Nibiru, un enigmático planeta del cual se afirma que orbita nuestro Sol y cada tres mil 661 años tiene su mayor punto de aproximación a la Tierra, a la cual supera varias veces en tamaño (desde tres hasta ocho, según diversas estimaciones).Pero Nibiru es en realidad sólo una “nave madre” de los Anunnakis, quienes se aprestan a subirse en ella como primer paso rumbo a su planeta mucho más lejano, para llevarse todo el oro que los esclavos (o sea nosotros) hemos logrado conseguir desde tiempos ancestrales. Según Zecharia Sitchin (1920-2010) los Anunnaki llegaron a la Tierra para someter a la humanidad. En concreto, habrían esclavizado a los sumerios con el propósito de obligarlos a trabajar en las minas de oro. Como la antigua Mesopotamia no disponía de yacimientos de este metal y el oro usado por los sumerios para fabricar objetos de lujo procedía de zonas lejanas, los Annunakis procedieron a “colonizar” territorios cada vez más remotos en busca del áureo metal. Es así como llegaron a América del Sur, específicamente a Tiahuanaco, desde el cual se expandieron en el continente sometiendo a los naturales, “civilizándolos” y a cambio, obligándolos a extraer oro, para que una vez acabado, seguir su camino y continuar con su labor expoliadora. Esto al parecer motivo continuas sublevaciones de los pueblos subyugados, una de las cuales propicio la caída de los Wari y la desaparición de su imperio. Tras su abrupto final, a los Annunaki no les quedo otra alternativa que seguir su viaje acompañando a la clase dirigente derrocada llegando así al Cuzco, donde fundaron otra civilización que sería la más grande que se forjo en aquellas tierras, el Imperio Inca, cuya relación con esos seres celestiales será parte del último capítulo de esta serie.