martes, 15 de febrero de 2022
EL DESTINO QUE LE ESPERA A LA TIERRA: Detectan el choque entre un planeta muerto y su estrella
Un equipo de científicos de la Universidad de Warwich de Reino Unido observó por primera vez los restos del choque entre un planeta muerto y su estrella fenecida, una enana blanca, la G 29-38. Las observaciones, captadas por el telescopio espacial Chandra, constituyen la primera evidencia sobre el proceso de desintegración que involucra a una estrella y los planetas que la orbitan, un suceso que se prevé ocurra con la Tierra y el Sol en varios miles de millones de años. “Esta detección proporciona la primera evidencia directa de que las enanas blancas acumulan los restos de viejos sistemas planetarios”, dijo en un comunicado Tim Cunningham, becario postdoctoral de la Universidad de Warwich y autor del estudio publicado en la revista Nature y del que da cuenta esta semana Space. En el pasado, los científicos habían recopilado evidencia indirecta sobre qué ocurría con los restos de un planeta en desintegración y su precipitación hacia una enana blanca, un tipo de estrella que quemó todo su combustible. Sin embargo, gracias a observaciones de rayos X logradas con el telescopio espacial Chandra, los científicos identificaron los restos de planetas calentados a más de un millón de grados Kelvin al caer sobre el núcleo de una enana blanca. Este proceso es conocido como acreción. “En el pasado, las mediciones de tasas de acreción se obtuvieron mediante espectroscopía y siempre sobre modelos simulados de enanas blancas”, explicó Cunningham. “La tasa de acreción es un modelo númerico que sirve para calcular la rapidez con la que un elemento se hunde en la atmósfera de la enana, lo que nos indica la cantidad que cae en su atmósfera. Con este dato, podemos calcular la cantidad de un elemento que había en el cuerpo observado, como un planeta, una luna o un asteroide”, agregó. Según el experto, cuando un objeto cae al núcleo de una enana blanca, el material se calienta a una temperatura de entre 100,000 y un millón de grados Kelvin que, al enfriarse, producen rayos X que pueden ser detectados por telescopios como el Chandra. “Calcular la tasa de acreción de esta forma nos permite estudiar un sistema moribundo para así, observar el probable destino de miles de sistemas expolanetarios, incluido nuestro sistema solar” puntualizó. La G29 - 38 es una enana blanca en la constelación de Piscis, tipo variable ZZ Ceti. Su variabilidad se descubrió por primera vez en 1974 y se debe, como con todas las enanas blancas del tipo ZZ Ceti, a las pulsaciones no radiales de la estrella causadas por ondas gravitacionales. Tales pulsaciones hacen que el brillo de la estrella varíe incluso en un 30%. Es una enana blanca bastante joven y cálida, que se habría formado relativamente recientemente (unos 600 millones de años) a partir de una estrella AGB. La presencia de material detrítico en órbita alrededor de G29 - 38 se descubrió a fines de la década de 1980 gracias a las observaciones infrarrojas, que mostraron una emisión máxima sustancial a longitudes de onda de 2 y 5µm. Inicialmente, este exceso de radiación infrarroja se atribuyó a la presencia de una enana marrón similar a Júpiter, con una temperatura de 1200 K y un radio de 0, 15 R ⊙; sin embargo, las observaciones posteriores no han confirmado la presencia de este objeto. Las observaciones infrarrojas realizadas en el 2004 por el Telescopio Espacial Spitzer de la NASA indicaron en órbita alrededor de la enana blanca la presencia de una nube de polvo que se habría originado a partir de la destrucción, por fuerzas de marea, de un cometa pasado al periastro demasiado cerca del enano. El descubrimiento podría ser una pista de que G29 - 38 todavía está orbitado por un cinturón de cometas sobrevivientes y, presumiblemente, también por planetas exteriores, lo cual ha quedado confirmado por estos días.