TIEMPOS DEL MUNDO
martes, 25 de noviembre de 2025
LOS DUENDES DE LA CARRETERA: Misteriosas criaturas de la noche
El Perú, un país rico en cultura y tradiciones, alberga una amplia variedad de leyendas y mitos que han perdurado a lo largo de los años. Entre estas historias, una de las más intrigantes y aterradoras son los denominados “Duendes de la Carretera” que se aparecen de improviso a quienes conducen por zonas remotas a altas horas de la noche. Se trata de criaturas míticas que, según la creencia popular, habitan en las regiones montañosas del país andino, especialmente en las carreteras aisladas y poco transitadas. A menudo asociadas con la naturaleza y los bosques, aunque también con lo paranormal, en la mitología celta, por ejemplo, se les conoce como "leprechauns", famosos por su amor por el oro y su habilidad para desaparecer rápidamente. En el Perú, habitan preferentemente en el interior de las minas y pueden ser benévolos o malévolos, dependiendo de cómo sean tratados. Estos seres suelen ser descritos como diminutos, con una apariencia humana, pero con características distintivas que varían según la región. Muchos relatos los describen como como criaturas grotescas y oscuras intenciones. Su comportamiento también varía: pueden ser juguetones y ayudar a los humanos, o traviesos y causar problemas. Se dice que estos seres diminutos y traviesos disfrutan confundiendo a los viajeros y jugando bromas pesadas. Las historias sobre los Duendes de la Carretera son variadas y a menudo inquietantes. Los viajeros afirman haber presenciado destellos de luz en medio de la oscuridad, escuchar risas misteriosas en la distancia o ver sombras fugaces cruzando la carretera. Estos encuentros pueden llevar a la confusión y el temor, ya que los duendes se esconden y se mueven rápidamente, dejando a los testigos preguntándose si lo que vieron fue real o producto de su imaginación. La pregunta que se hacen muchos es por qué los Duendes de la Carretera se centran en las carreteras. Algunos creen que estos seres prefieren los caminos solitarios para evitar a los humanos curiosos, mientras que otros sugieren que las carreteras son un lugar ideal para llevar a cabo sus bromas, ya que pueden confundir a los conductores y viajeros solitarios. Si bien no hay una receta infalible para protegerse de los Duendes de la Carretera, algunas personas han compartido consejos basados en la tradición popular. Se dice que llevar consigo una bolsa de sal, que se considera purificadora en muchas culturas, puede ayudar a mantener a raya a estos seres. Otros sugieren recitar oraciones de protección antes de emprender un viaje por carreteras aisladas. Testigos de aquellas apariciones cuentan historias impresionantes que les suceden cuando viajan en carreteras. En cierta ocasión, uno de ellos comento que cuando conduciendo a altas horas de la madrugada por la Vía de Los Libertadores, cuando al pasar cerca de un claro, iluminado a penas por la tenue luz de la luna, vio dos siluetas pequeñas que caminaban a la par de la carretera, conforme se iba acercando a las siluetas, creyó de que se trataba de niños ya que ambas no alcanzaban el metro de estatura, por lo que siguió manejando, pero al percatarse de que eran las tres de la mañana y tratarse en un lugar donde no se veían casas cercanas, pensó en detenerse y preguntar a esos “niños” si les había ocurrido algo pero al verlos a escaso metros cambio de opinión ya que tenían pinta como de demonios con los ojos rojos, orejas terminadas en punta y una macabra sonrisa en su rostro, acelero y cuando vio su espejo retrovisor, casi le da un infarto al ver a aquellos seres demoniacos en el asiento trasero de su auto, por lo que comenzó a rezar en voz alta y como pudo siguió manejando hasta que al llegar a un pueblo, cuando se dio cuenta que los dos seres habían desaparecido. Muchas personas creen que son fantasmas o demonios, que a esas horas hacen de las suyas con el fin de asustar a los incautos. Se dice que la clave para afrontar cualquier situación inesperada es mantener la calma y seguir con su viaje. Estas historias, que van desde encuentros misteriosos hasta aventuras inusuales, son parte de la experiencia de viajar por las difíciles carreteras del Perú.
martes, 18 de noviembre de 2025
LAS LUCES DE AUSANGATE: Encuentros con lo desconocido
Los Andes peruanos, con sus montañas imponentes, valles remotos y cielos despejados, han sido escenario de numerosos avistamientos de objetos voladores no identificados (OVNIS) a lo largo de la historia. Estos relatos, que oscilan entre lo increíble y lo inexplicable, han alimentado el misterio y la curiosidad de quienes buscan respuestas sobre lo desconocido. Desde campesinos quechuas hasta exploradores modernos, las historias de encuentros con fenómenos extraterrestres en esta región son tan fascinantes como inquietantes. Por cierto, los Andes peruanos ofrecen un cielo nocturno prácticamente libre de contaminación lumínica, lo que lo convierte en un lugar ideal para observar fenómenos celestiales. Sin embargo, algunas de estas observaciones trascienden lo astronómico y se adentran en lo paranormal. Los habitantes de las comunidades andinas han reportado durante siglos la presencia de luces extrañas, objetos voladores silenciosos y formas geométricas que desafían las leyes de la física. Al respecto, un estudio publicado en la revista Journal of Scientific Exploration señala que las características geográficas y atmosféricas de los Andes podrían crear condiciones únicas para fenómenos ópticos o electromagnéticos aún no completamente comprendidos. Uno de ellos ocurrió en 1986, cerca del nevado Ausangate en el Cuzco, donde decenas de pastores reportaron ver luces flotantes que parecían interactuar con las montañas. Los lugareños interpretaron este fenómeno como una señal de los apus (espíritus protectores de las montañas), mientras que otros lo atribuyeron a naves extraterrestres. «Las luces cambiaban de color y se movían como si estuvieran vivas. Algunas personas dijeron que escucharon voces, pero yo solo sentí un frío intenso», contó uno de los testigos del hecho. Cabe precisar que el Ausangate es una de las montañas sagradas más importantes para los incas y los pueblos andinos, quienes depositaban en ella una profunda confianza. Se cree que, en tiempos antiguos, el ser humano mantenía un fuerte vínculo espiritual con los Apus, que no solo protegían su entorno, sino que también otorgaban vida y sanaban dolencias que la medicina convencional no podía tratar. Los Apus no son simples montañas o valles. En la cosmovisión andina, estas entidades tienen una influencia directa sobre la vida y el destino de quienes habitan sus dominios. Ausangate, al ser uno de los Apus más poderosos, ha sido atribuido con múltiples dones como: 1- Curar. Se creía que los Apus poseían una energía especial que podía armonizar el cuerpo, la mente y el espíritu. Quienes acudían a ellos con fe y respeto recibían su protección y sanación también Se creía que algunas enfermedades tenían un origen espiritual, causadas por energías negativas o desequilibrios en el ayni (principio de reciprocidad). Los Apus, como protectores, ayudaban a disipar estas fuerzas y restauraban el bienestar de la persona; 2-Control del Clima. Los Apus, como espíritus sagrados de las montañas en la cosmovisión andina, controlan el clima porque son los guardianes de los nevados y fuentes de agua, regulando las lluvias, vientos y estaciones para asegurar el equilibrio natural. Como intermediarios entre el cielo y la tierra, su influencia determina la fertilidad de los campos y la estabilidad del entorno. Se cree que su favor depende de rituales y ofrendas, ya que cuando son honrados, traen lluvias en su tiempo y protegen contra desastres naturales; pero si se les descuida, pueden enviar sequías, tormentas o heladas. Su poder no solo regula el clima, sino que mantiene la armonía entre los seres humanos y la naturaleza, garantizando la supervivencia en los Andes; 3- Hablar. En la cosmovisión andina, se creía que los Apus, podían comunicarse con los seres humanos, pero no de manera directa o audible. La conexión se establecía a través de sueños, visiones o señales naturales, como el comportamiento de los animales, el viento o el movimiento de las estrellas, que eran interpretadas como mensajes enviados por los Apus. Los chamanes o yatiris actuaban como intermediarios, guiando a la comunidad según lo que los Apus les indicaban. Además, durante los rituales de pago a la tierra o q’oa, los pueblos andinos ofrecían tributos y pedían favores a los Apus, esperando respuestas en forma de cambios en el clima o prosperidad en las cosechas, como señal de que los Apus escuchaban y respondían a sus peticiones; 4- Castigar. Los Apus podían «castigar» a las personas o comunidades que no cumplían con sus responsabilidades espirituales, principalmente si no realizaban los rituales u ofrendas adecuadas para mantener el equilibrio con la naturaleza. Este «castigo» no era punitivo en el sentido tradicional, sino una forma de restaurar el orden y la armonía. Se creía que los Apus podían enviar desastres naturales como sequías, tormentas, heladas o incluso enfermedades, como respuestas a la desarmonía entre los seres humanos y la naturaleza. La falta de respeto hacia los Apus o el incumplimiento de principios como el ayni era vista como una transgresión que perturbaba el equilibrio espiritual y físico, y su intervención buscaba corregir esa desarmonía; 5- Crear Maravillas. Los Apus, como espíritus sagrados de las montañas, eran vistos como seres divinos con el poder de crear maravillas debido a su conexión con la naturaleza y el equilibrio cósmico. Al ser guardianes de los elementos naturales como el agua, el clima y la fertilidad de la tierra, podían manifestar maravillas como paisajes impresionantes, manantiales de agua y tierras fértiles. Además, su rol esencial en el mantenimiento del equilibrio entre los mundos terrenal, espiritual e inframundo les otorgaba la capacidad de intervenir en la creación de la vida y la abundancia; 6- Proteger. Los Apus protegían todo lo que les rodeaba porque eran considerados los guardianes espirituales de las montañas y valles, y en la cosmovisión andina, las montañas no solo eran fuentes de vida y recursos, sino también centros de poder sagrado. Este vínculo de protección surgía de su rol esencial en el equilibrio entre los seres humanos, la naturaleza y el mundo espiritual. En primer lugar, los Apus eran vistos como las deidades que mantenían el orden cósmico, asegurando la prosperidad y el bienestar de las comunidades que vivían cerca de ellas. El Ausangate no solo era importante en el pasado; sigue siendo un punto de conexión entre la espiritualidad andina y la realidad cotidiana. La conexión entre los incas y los Apus era profundamente espiritual y cultural, ya que los Apus eran considerados dioses protectores, encargados de mantener el equilibrio entre el mundo físico y el espiritual. Además, lo consideraban uno de los guardianes más importantes del Imperio Inca y le rendían tributo con ofrendas y ceremonia en su honor. Pero no todos ellos tenían esa capacidad de comunicarse con los Apus, el único que podía comunicarse con ellos era el Sapa Inca (Gobernante legitimo del Imperio). La conexión entre los hombres andinos y Ausangate, una de las montañas más sagradas y veneradas de los Andes, era profundamente espiritual y simbólica. Para los pueblos andinos, especialmente para los que habitan la región de Cusco, Ausangate no solo es una montaña, sino un Apu poderoso, considerado un guardián y protector de la vida, la tierra y las personas. Hoy en día, los pueblos andinos siguen venerando a Ausangate como su protector. La relación con la montaña se mantiene viva a través de rituales, peregrinaciones y prácticas espirituales. No es de extrañar por ello que extrañas luces aparezcan en sus alrededores. Quizás sean sus mensajeros que buscan seguir manteniendo contacto con quienes en estos tiempos le rinden culto. Al respecto, un equipo liderado por el antropólogo Alan L. Kolata sugiere que estas historias de avistamientos podrían ser una fusión de creencias ancestrales y experiencias reales, reflejando cómo las comunidades interpretan fenómenos desconocidos dentro de su cosmovisión. Los encuentros con los OVNIS en los andes peruanos no solo despiertan nuestra curiosidad por lo desconocido, sino que también nos invitan a reflexionar sobre nuestra relación con el cosmos. Estas historias desafían nuestras creencias y nos recuerdan que, incluso en una era tecnológica avanzada, todavía hay misterios que escapan a nuestra comprensión. Quizás, en algún rincón de estas montañas, se oculta una verdad que algún día revelará nuevas dimensiones de nuestro universo.
martes, 11 de noviembre de 2025
LA QUENA DE ORO: Un tesoro escondido en los Andes
En las altas cumbres de los Andes peruanos, en Huánuco - localizada en el oriente peruano - donde el viento silba melodías misteriosas entre las rocas y la neblina danza como un espíritu, se cuenta la leyenda muy especial: la Quena de Oro. Se dice que esta quena no era una simple flauta hecha de caña o hueso, sino una pieza única, forjada en oro puro con una destreza ancestral. Su sonido era mágico, capaz de evocar las emociones más profundas, desde la alegría desbordante hasta la tristeza más melancólica. Quien la tocaba con el corazón sincero podía comunicarse con los espíritus de la naturaleza, atraer la lluvia, calmar las tormentas y hasta sanar enfermedades. Existen varias versiones de este relato, pero la que os ofrecemos a continuación es la más fiel de todas ¿vale? Cuenta la leyenda que la Quena de Oro perteneció a un joven pastor llamado Illari, cuyo nombre significaba “amanecer” en quechua, el cual tenía un don especial para la música y con la quena (flauta) que poseía encantaba a los habitantes de su comunidad. Pero un día, mientras pastoreaba a sus llamas en las alturas, encontró una cueva oculta entre los arbustos. En su interior, sobre un altar de piedra, resplandecía una quena hecha de oro puro, la cual tenía grabados donde sobresalía la imagen del dios Illapa (rayo), tan temido como reverenciado desde el tiempo de los Incas, ya que controla los relámpagos y las fuerzas de la naturaleza. Al verla, Illari tomó la quena con reverencia y al instante sintió una energía poderosa recorrer su cuerpo. Al llevarla a sus labios y soplar suavemente, un sonido celestial llenó el aire, un sonido que nunca antes había escuchado. Los animales se acercaron curiosos, las aves dejaron de volar para escuchar y el viento mismo pareció detenerse. Con la Quena de Oro, Illari se convirtió en un músico extraordinario. Sus melodías traían armonía a su comunidad, las cosechas eran abundantes, los animales prosperaban y la alegría reinaba en el valle. Se decía que cuando Illari tocaba, los espíritus de los ancestros descendían de las montañas para escuchar su música. Sin embargo, la fama de la Quena de Oro se extendió rápidamente y llegó a oídos de personas codiciosas que deseaban poseer su poder. Intentaron robársela, pero la quena parecía protegerse a sí misma, emitiendo sonidos ensordecedores o desapareciendo misteriosamente de sus manos. Un día, un anciano de la comunidad advirtió a Illari sobre el peligro de que la quena cayera en manos equivocadas. Le dijo que la Quena de Oro era un regalo de los Apus (los espíritus de las montañas) y que su poder debía ser utilizado con sabiduría y humildad. Illari comprendió la advertencia del anciano, por lo que decidió que la quena debía permanecer oculta y protegida para siempre. Una noche, en secreto, regresó a la cueva donde la había encontrado y la depositó nuevamente sobre el altar de piedra, ofreciendo una plegaria a los Apus. Desde entonces, la leyenda cuenta que la Quena de Oro permanece oculta en algún lugar recóndito de los Andes, esperando a ser encontrada por alguien de corazón puro que sepa apreciar su magia y utilizar su poder para el bien. Algunos pastores afirman escuchar en el viento, en ciertas noches especiales, una melodía dorada que evoca la presencia de la quena sagrada, recordándonos la belleza y el poder oculto en la música y en las montañas. En conclusión, la historia resalta la idea de que la verdadera riqueza no reside en el oro, sino en la bondad y la generosidad.
martes, 4 de noviembre de 2025
TERROR HECHO EN EL PERÚ: En el nombre del Mal
Dicen que en lo alto de los Andes habita algo que no muere… y que se alimenta del miedo. Una leyenda que se ve perfectamente reflejada en una película de terror que se estrena esta semana en Lima. En efecto, se trata de "En el nombre del mal" que llega a los cines peruanos este 6 de noviembre y tiene como uno de sus protagonistas al experimentado actor peruano Bruno Odar. Este largometraje ha sido calificado como una de las mejores películas que combina terror, fantasía e historia por lo que la hace única logrando cautivar a los espectadores. La película fue dirigida y escrita por el ecuatoriano Diego Ortuño, y es una coproducción con Ecuador, Perú, España y Canadá. Cuenta con un destacado elenco internacional, entre los que figuran el veterano actor Wolframio Sinué que interpreta a Melalo y Bruno Odar, que da vida al cura Nicanor; además de artistas indígenas debutantes. Para el contexto del cine peruano, este estreno representa un paso relevante: la colaboración multinacional sumada a una trama que fusiona elementos históricos, culturales y sobrenaturales genera expectativas tanto en el público local como en el ámbito internacional. Igor, el personaje de Odar, invita a seguir una narrativa que mezcla tradición andina con horror moderno, lo que puede marcar un interés renovado por películas peruanas que trasciendan las fronteras. El hecho de que sea protagonizado por un actor tan conocido localmente como Odar añade peso al lanzamiento, mientras que la participación en festivales y competencias internacionales confirma que el filme viene a posicionarse más allá del entretenimiento cotidiano. Asimismo, la elección de un entorno rural andino del siglo XIX permite explorar tanto la ambientación como el folclore, algo que puede conectar con audiencias que buscan historias con raíces culturales. "En el nombre del mal" nos transporta a un remoto pueblo andino del siglo XIX, donde una enigmática criatura acecha a las mujeres que se encuentran solas en los campos. La historia nos muestra a un niño perdido en un remoto poblado andino y Nicanor, el sacerdote del pueblo, decide cuidarlo y descubre que unas gotas de sangre del pequeño hacen que los cultivos crezcan y den frutos mágicamente. Con el paso del tiempo, el sacerdote descubre que el pequeño solo puede sobrevivir alimentándose con sangre humana, lo que lo obliga a enfrentarse a un dilema moral: sacrificar inocentes para mantenerlo con vida o dejarlo morir, arriesgando también la subsistencia del pueblo, ya que también morirían los cultivos de los que se alimentan los campesinos. A través de esta trama, la película aborda temas como la culpa, la fe, el sacrificio y la frontera entre el bien y el mal, elementos recurrentes en el cine de terror contemporáneo, pero tratados desde una perspectiva latinoamericana con fuerte carga simbólica. La película ha tenido éxito en el extranjero, ganando el premio del Festival Macabro en Méjico y siendo parte de la competencia oficial de los premios Goya. Fue la más vista en salas de cine de Ecuador manteniéndose durante 8 semanas consecutivas en cartelera y ha sido elegida para que sea considerada en la preselección de los Premios Óscar, en su próxima edición de marzo del 2026.
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