TIEMPOS DEL MUNDO
martes, 30 de noviembre de 2021
LOS TUNELES SECRETOS DEL LAGO TITICACA: ¿Entradas a mundos desconocidos?
Ubicado en el sur del Perú, el también denominado lago sagrado de los Incas oculta misterios que aun no han sido dilucidados por la ciencia y se presta a una serie de especulaciones de todo calibre. Son conocidos al respecto una serie de relatos acerca de la existencia de los túneles bajo el Lago Titicaca que servían de entrada a un mundo subterráneo donde se desarrollo una civilización antediluviana muy avanzada que habrían llegado en tiempos remotos a nuestro planeta. Historias que hablan de seres astrales venidos de muy lejos, quienes habitan ciudades construidas bajo la superficie de la Tierra, lugares que se conectan entre ellos mediante los túneles que se encuentran ubicados bajo el lago. Sean ciertas o no dichas teorías acerca de la existencia de esas entradas, lo remoto de este lugar al estar ubicado en las alturas de la Cordillera de los Andes, a lo que se suma que al parecer los alienígenas habrían tenido contacto con culturas milenarias desarrolladas en la zona como la Tiahuanaco - que desapareció misteriosamente de la historia - ha hecho que esta creencia sea sumamente atractiva. Como sabéis, el Lago Titicaca no solo fue el santuario de esa enigmática civilización, sino que también tras su colapso por causas desconocidas, quienes lo habitaron se dispersaron en todas direcciones, siendo uno de los más conocidos aquel grupo liderado por Manco Cápac, del cual antiguas crónicas afirman que pudo llegar con los suyos hasta las inmediaciones del Cuzco, donde fundó el Imperio de los Incas. Se dice además que cuando Mayta Cápac visitaba las ruinas de esa abandonada ciudad - de la cual no se conocía el nombre - recibió de improviso a un chasqui (mensajero) proveniente del Cuzco con noticias urgentes por lo cual había llegado con extraordinaria rapidez. Al verlo visiblemente agitado y de rodillas, el Inca le dijo amablemente “Tiawanaku” (siéntate guanaco) comparándolo con ese veloz auquénido que es muy difícil de cazar. Desde entonces, cuentan los cronistas, dichas ruinas y la civilización que la creo, quedaron bautizadas con ese nombre. En cuanto a los túneles que al parecer existen bajo el lago Titicaca, no sería nada raro que los hubiera, ya que son conocidas aquellas que comunicaban al Cuzco con todos los rincones del Imperio, las llamadas chinkanas (del cual nos hemos ocupado en mayo del 2018) y que aparentemente fueron utilizadas por los Incas para esconder sus fabulosos tesoros acumulados en templos y palacios de la capital imperial, tras recibir noticias de la captura y ajusticiamiento del bastardo Atahualpa en Cajamarca por parte de gente desconocida nunca vista antes y con una excesiva “sed de oro”. Si bien Francisco Pizarro y sus audaces expedicionarios españoles se saciaron con lo que hallaron en el Coricancha, ya que al ser las grandes planchas de oro adosadas a las paredes y las estatuas de los dioses tan pesadas como para ocultarlas con prontitud, no sucedió lo mismo con los de menor tamaño, que terminaron a buen recaudo en los túneles y que a pesar de la búsqueda incesante que se han realizado desde entonces en dichos túneles, poco o nada se ha recuperado de aquellas riquezas, aunque muchos codiciosos se han extraviado y muerto en los oscuros abismos que existen en ese intrincado laberinto subterráneo, de los cuales hasta ahora no se sabe adónde conducen. En relación a los existirían en las profundidades del lago Titicaca, se han realizado muchas inspecciones, pero no se ha hallado ninguna entrada. Ello puede deberse también a la turbidez de las aguas en esos fríos lugares debido a las fuertes corrientes existentes y que las habrían cubierto. Si bien es cierto que en esas exploraciones subacuáticas se han rescatado del olvido infinidad de restos - como piezas de oro laminado, vasijas, restos humanos y efigies de piedra - que demuestran que el Lago Titicaca ha estado habitado desde tiempos antiguos, hace que uno se pregunte como llegaron allí. No se descarta por ello que en tiempos pretéritos, debido quizás a la crecida del lago, quedaron cubiertas una serie de islas habitadas, lo que ha dado origen a una serie de teorías acerca de la existencia de una ciudad conocida como Wanaku (al cual también nos hemos referido en abril del 2018) que se hundió al igual que la célebre Atlántida y que se encontraría en el fondo del lago, aunque al igual que los túneles que se dicen que se encuentran ubicados bajo su superficie, al final todo son conjeturas. Pero aun así, no cabe duda que la leyenda continuará.
martes, 23 de noviembre de 2021
SHUAR: La aterradora tribu que reducía la cabeza de sus enemigos para apoderarse de su espíritu
Cuando los españoles llegaron a América a partir de 1492 lograron doblegar a todos aquellos que se interpusieron en su camino para la conquista del continente. Bueno, no todas. Los shuar fueron una excepción. Esta tribu que habita en la cuenca amazónica de Ecuador y Perú logró con su salvajismo y métodos barbaros mantener alejados a sus enemigos. Primero fueron los Incas y luego a los conquistadores llegados del viejo continente, quienes les denominaron jíbaros de forma despectiva. Además, sus macabras prácticas tras ganar una batalla hacían que los invasores se lo pensaran dos veces. Y es que los shuar tenían una particular forma de asegurarse de que habían acabado con los enemigos: no sólo les cortaban la cabeza, sino que les sacaban los huesos del cráneo para reducir su tamaño. Es decir, reducían el tamaño de sus cabezas para acabar con su alma y luego las conservaban como si fueran trofeos de guerra. Una práctica conocida como tzantza que fue prohibida en el Perú en los años 50 y posteriormente en Ecuador. Como en la mayoría de ocasiones, este tipo de prácticas están relacionadas con sus creencias religiosas, mágicas o espirituales. Los shuar vivían en comunión con la naturaleza y para ellos era muy importante la conexión con el universo porque creían en la vida luego de la muerte. Para ellos, cuando alguien muere, su espíritu sigue vivo en la cabeza y la manera de acabar con él es mediante el tzanza. Para lograrlo, el vencedor tenía que cortar la cabeza del rival y reducirla mediante un elaborado proceso y de esta manera dejarían encarcelado al espíritu del vencido, una forma de esclavizarlo. La creencia popular era que al estar encerrado en la cabeza, seguía vivo y así trabajaría en beneficio del poseedor de la cabeza. Así, luego de una batalla, se procedía a elegir la cabeza de algún enemigo, a ser posible del más poderoso, y se le cortaba lo más cerca de los hombros posible. Acto seguido, realizaban un corte en la parte posterior para poder retirarle la piel del cráneo. Posteriormente, utilizaban un objeto cortante para sacarle los ojos, la grasa y los músculos para que quedara el hueso limpio, tapaban todos los orificios con espinas -para que no escapara el espíritu y se vengara- y cocían la piel durante media hora en agua sin que llegara a hervir. Este punto era importante porque corrían el peligro de que si el agua estaba muy caliente la piel se pudiera romper y desprender el pelo. Cuando la piel ya había reducido su tamaño, le daban forma de bolsa para manipular sus rasgos con piedras calientes grandes primero, más pequeñas después y finalmente con arena. La temperatura hacía que el tamaño de la cabeza se redujera un quinto de su tamaño original. Luego retiraban las espinas y rellenaban el hueco de los ojos y la boca con otros materiales. Para acabar el proceso, le daban un tono más oscuro a la piel frotándola con ceniza y adornaban la cabeza con plumas, caparazones de escarabajos o conchas. Para acabar su particular “souvenir”, le practicaban dos agujeros en la parte superior del cráneo para meter una cuerda y colgárselo al cuello a modo de talismán. Pero estos amuletos tenían fecha de caducidad porque perdían sus poderes. Cuando las mujeres dejaban de ser fértiles o las cosechas no eran buenas era un síntoma de que los espíritus de las cabezas estaban empezando a perder su poder. Esto solía ocurrir al año y medio o dos años de haber realizado el tsansa y era habitual ver cómo los miembros de la tribu cambiaban las cabezas por otros objetos cuando recibían la visita de algún explorador europeo o estadounidense. Se dio el caso que la demanda por esas macabras piezas era tal, que los indios reducían cabezas de monos y ofrecidas como si fueran humanas. Solo cuando llegaban a su destino y eran estudiados por los especialistas, se descubría el fraude. Aun así, el comercio de cabezas humanas continúo por un tiempo, terminando exhibidas en los museos, hasta que las protestas cada vez más frecuentes de quienes se oponían a ello, obligaron a que sean retiradas y en algunos casos, devueltas a sus países de origen. Al respecto, la curadora estadounidense Anna Dhody, del Museo Mütter de Filadelfia, EE.UU., asegura que a pesar de que los shuar convivan con el mundo moderno, sus creencias no han desaparecido y continúan practicándolo en secreto.
martes, 16 de noviembre de 2021
ARCHIVOS DESCLASIFICADOS: Encuentros inesperados con OVNIS en Piura
A pesar de que existen innumerables relatos y avistamientos de Objetos Voladores No Identificados (OVNIS) en todo el mundo, si se compara con la cantidad de habitantes que hay en la Tierra, pocos fueron los que tuvieron la dicha de vivir una experiencia de tal magnitud. Por eso cuenta el relato de un testigo, quien vivió nada menos que tres avistamientos en diferentes oportunidades de su vida. ¿Quizás sea un elegido? Mario, a quien solamente citaremos así para preservar su identidad, vive en el interior de su provincia natal de Ayabaca en Piura (ubicada al norte del Perú) y comentó a La Prensa, que tuvo la posibilidad de poder vivir tres avistamientos de OVNIS en distintos momentos de su vida, y lo más llamativo de esto es que los objetos en todos los casos eran diferentes, en cuanto a su estructura y movimiento. El testigo comentó que su primer avistamiento se dio en 1978 en el pueblo donde creció. "Estaba en la puerta de mi casa, y de golpe veo en el cielo un objeto que viene girando bajo como si fuese una bola de esas que giran en las discotecas, repleta de luces", contó. Y agregó que lo más extraño que le parecía fue que tenía como un diseño muy parecido a lo que hoy se representa al Coronavirus (Covid-19) plasmado en imágenes, porque era negra y tenía como todas puntas que sobresalen de colores distintos. “Volaba a una altura baja y lo seguí hasta el campo. No me encontré con nadie en la calle por lo que fui el único testigo del hecho” remarcó. Ya era de noche y el objeto iba girando despacio y a poca altura. Puedo garantizar que no era un avión, ni un satélite porque aparte no coincidían las características, tampoco un drone, que no existían aún, ni mucho menos un helicóptero, porque era silencioso" aseveró. “De un momento a otro se elevo y desapareció por lo que no supe mas de el” agrego. Como no sabía de que se trataba decidió no contárselo a nadie y pasado el tiempo se olvido del incidente, Pero, años más tarde tuvo un segundo avistamiento, esta vez en Puerto Pizarro (Tumbes), dónde se encontraba acompañado vacacionando, por lo que no fue el único que vio el fenómeno. "Estábamos viajando de noche, y podíamos divisar el mar, cuando de un momento se elevó una luz verde, no muy grande, saliendo del agua y se comenzó a elevar, perdiéndose en el cielo", relató, En este último caso, se podría llegar a hablar de un OSNI (Objeto Submarino No Identificado), ya que el objeto desconocido emergió del agua, y se elevo por los aires, alfo que ninguna nave fabricada por los humanos puede hacer. Asustado por lo que vio, le conto a su pareja la primera experiencia que tuvo años atrás y que había olvidado. Pero ello no fue todo ya que el año pasado, en pleno confinamiento por el Coronavirus, al no poder dormir por el excesivo calor, salió al patio de su casa a altas horas de la noche y volvió a ser testigo de otro fenómeno parecido, solo que en esta ocasión el extraño objeto luminoso parecía estar sobre su casa como si estuviera vigilándolo y es más, un rayo de luz salía de su parte inferior como si estuviera buscando algo en el suelo. Presa del pánico, se metió a su casa, cerró bien las puertas y ventanas, temeroso inclusive de que sea secuestrado, ya que no era lógico que los haya visto en tres ocasiones y que por algún motivo, parecieran estar acechándolo. Si bien esa noche no pudo dormir, al amanecer salió con sumo cuidado pero no volvió a verlo. Ha pasado más de un año de su última experiencia y espera que no se repita nunca más. Lamentablemente de los tres casos que Mario dijo haber vivido, no existe material físico, es decir ningún tipo de imagen que pueda llegar a verificar si sucedió lo relatado. Pero en ese contexto, el testigo, una persona adulta, con hijos ya mayores, profesional de la docencia y con un nivel sociocultural por encima de la media, demuestra no ser una persona influenciable y mucho menos fantasiosa. Sí refirió que, a pesar que se dieron en lugares distintos, los objetos que vio tenían forma circular, cada uno con características distintivas, pero lo más llamativo de todo era su comportamiento en cuanto a las leyes de la física y a la tecnología que hoy se conoce. Incluso, en su último avistamiento reafirma que no se trataba de un drone porque lo pudo observar en detalle y las dimensiones no cuadraban con la tecnología que más se puede aproximar. Lo que hayan sido esos objetos y cuáles eran sus intenciones, es un misterio aun sin resolver.
martes, 9 de noviembre de 2021
BOSQUE DE PIEDRAS DE HATUN MACHAY: ¿Reliquias de otros mundos?
Si eres de los que les gusta un poco de adrenalina y a la vez, conocer enigmáticos lugares, tienes que visitar Hatun Machay, ubicado en la provincia de Recuay (Ancash), donde se puede observar la magia del sitio así como el poder de la naturaleza. Sin duda, se trata de un lugar excepcional perfecto para intentar descifrar lo desconocido, a la vez como disfrutar de diversos deportes de aventura. Ubicado en la Cordillera Negra, a 4200 m.s.n.m. Con una superficie de 200 hectáreas, este bosque de piedras tiene figuras pétreas de singulares y caprichosas formas, la cual hay quienes dicen que se han ido formando por el tiempo, los vientos y los glaciares, aunque otros afirman que es de origen extraterrestre, debido a que sus formas toman características muy particulares. El territorio que comprende este atractivo cuenta con formaciones llamadas boulders, que pueden llegar a medir 83 metros de alto, los cuales son ideales para realizar deportes de aventura como la escalada en roca. Asimismo, muy cerca de allí se pueden presenciar pinturas rupestres y ruinas de épocas pretéritas. Descubierto para el mundo por casualidad en 1988 (aunque ya era conocido con anterioridad por los arrieros que pasaban por la zona) por unos cazadores de venados andinos (Hippocamelus antisensis), quienes se desplazaban por la despoblada Pampa de Lampas, un altiplano andino que se extiende por espacios que superan 4.000 metros de altitud. Al apartarse del grupo en persecución de los venados, uno de ellos fue el primero en divisar el bosque de piedras. Los cazadores examinaron con avidez la zona y advirtieron que el bosque rocoso albergaba una gruta espaciosa y otra contigua de proporciones menores. De regreso al centro poblado de Conococha, comentaron a los lugareños lo que habían presenciado fascinados. Ellos les respondieron que tenían noticia de la existencia de aquel misterioso sitio construidos al parecer en tiempos inmemoriales en ese paraje conocido como Hatun Machay, pero debido a extraños sucesos por ellos avistados decidieron mantenerlo en secreto para los forasteros. Intrigados por lo que escucharon, decidieron regresar a Lima para preparar una nueva expedición, pero se vieron obligado a posponer varias veces su intención de inspeccionar minuciosamente el sitio, debido a las asonadas terroristas de Sendero Luminoso en la zona; incluso se enteraron de a los pocos días de su partida del lugar, un grupo de senderistas incursiono sorpresivamente en el poblado y se habían posesionado del lugar, precisamente la localidad desde donde debía partir la misión para alcanzar la Pampa de Lampa y acceder a Hatun Machay. Debido a esos contratiempos, la misión sólo pudo cumplir sus objetivos pasados algunos meses, lo que ocurrió recién en 1989. El itinerario comenzó en Lima, desde donde enrumbaron hacia el Norte por los arenales del desierto costero, con la comodidad que ofrecía la carretera Panamericana ya por entonces. Luego de dejar atrás Pativilca y Barranca, alcanzaron el vecino sitio de Paramonga, desde donde parte un ramal que se dirige a Huaraz. En dos camionetas a doble tracción, enrumbaron en dirección oriente internándonos por las vertientes que discurren al Pacífico y que tienen su origen en un ramal de los Andes: la Cordillera Negra. Ascendiendo siempre por la carretera que iba serpenteando por las orillas del río Fortaleza, que se origina en la laguna de Conococha (4.020 metros), y luego de pasar el abra del mismo nombre, arribaron a la laguna mencionada, cuyo nombre en quechua sería “laguna de aguas tibias” (cono=caliente-tibio /cocha= laguna). A escasa distancia, tras haber dejado atrás la laguna, arribaron al pequeño centro poblado del mismo nombre. Desde aquí debían abandonar la carretera, que prosigue su curso a Huaraz, para internarse en la Pampa de Lampa y lograr su objetivo de alcanzar Hatun Machay. Para ello, se recorrió sin problemas por unos 12 kilómetros ya que los vehículos estaban provistos de doble tracción, algo indispensable en aquellos años. El primer tramo fue por una vía carrozable muy ruinosa que, de acuerdo a la información del personal auxiliar contratado en Conococha, conducía a un campamento minero abandonado tiempo atrás. Luego de proseguir por espacio de unos treinta minutos, el guía, indicó que había llegado el momento de dejar los vehículos para continuar a pie en dirección suroriente. Partiendo de aquel sitio y sorteando algunos trechos pantanosos, fueron caminando hasta que avistaron su objetivo: Hatun Machay. Luego de estudiarlas detenidamente quedándose en el lugar unos días, sorprendiéndose por los que sus ojos veían. Si bien en ese lapso de tiempo en el que estuvieron allí no fueron testigos de algún hecho sobrenatural, al regreso al poblado, los lugareños insistieron en sus historias. Si bien a primera vista las formaciones rocosas parecen efectivamente ser obras de la naturaleza, antiguas leyendas afirman que fueron obra de extraños seres enviados por los dioses, quienes incluso fueron vistos en varias ocasiones por los arrieros a lo lejos y eran reconocibles porque a altas horas de la noche, cuando la oscuridad era total, se podían divisar unas sombras luminosas que se movían entre las formas oscuras de las gigantescas rocas. Sea cual la verdad, estas leyendas le dan un sentido especial a este singular bosque de piedras.
martes, 2 de noviembre de 2021
AYA MARCAY QUILLA: Los Incas y el culto a los muertos
En el Imperio Inca la muerte tenía fuertes vínculos con la vida cotidiana. Según los historiadores, esta sociedad andina tenía conceptos espirituales y del tiempo distintos a los de la civilización occidental. Por ello, creían que sus antepasados permanecían en la tierra luego de su fallecimiento. De esta forma, los muertos formaban parte de su entorno e intervenían en la toma de decisiones. En el calendario que regía las tierras dominadas por los Incas, noviembre correspondía al mes de los difuntos. Esta temporada, que de acuerdo con el ciclo agrícola marcaba el inicio del conjunto ceremonial del año. La siembra finalizó y la tierra estaba preparada para hacer la cosecha, se la denominó Aya Marcay Quilla. El Aya (difunto, en quechua) se convirtió por tanto en el punto sobre el que giraría la actividad cotidiana del incario y al cual se le dedicó una serie de ritos que, Felipe Guamán Poma de Ayala, describe de este modo: “En este mes (noviembre) sacan los difuntos de sus bóvedas que llaman pucullo, y le dan de comer y beber, le visten de sus vestidos ricos, le ponen plumas en la cabeza, cantan, danzan con ellos. El Aya Marcay Quilla, era época de retorno de las almas. No podía ser un día de lamentaciones, al contrario, un día de júbilo, ya que los muertos se tomaban la molestia de volver (en largo viaje) a un mundo que ya no les pertenecía y asegurarse de que entre su gente todavía esté intacta su memoria”. Al respecto, varios cronistas narran que los soberanos eran sometidos a misteriosas técnicas de momificación tras su deceso. Estas momias, en vez de ser apartadas de la vida pública, ocupaban lugares privilegiados en sus palacios. Ahí recibían cuidados, las veneraban, las sacaban en procesión cada 2 de noviembre y también podían realizar actividades civiles como contraer matrimonio. “Las momias no fueron percibidas como muertos, sino como vivos. Como tales, podían tener hambre, sed y frío. Tenían que comer y beber, calentarse con fuegos, ser limpiadas y cambiadas de ropa. Además participaban en las fiestas, se visitaban mutuamente y también a sus parientes vivos”, explica el investigador alemán Stefan Ziemendorff, quien ha estudiado a fondo la historia de las momias incas. Según Ziemendorff, un testimonio insólito sobre el tratamiento de las momias en el incanato lo ofrece el encomendero español Polo de Ondegardo, quien en 1559 había incautado varias momias de las familias reales (panacas) del Cuzco. En 1571, Polo de Ondegardo relató que el jefe de una panaca había bebido con y en nombre de una momia. Se narra incluso que este jefe llevaba la momia consigo a cuestas para hacerla orinar. La tradición prehispánica señala que los incas una vez muertos no dejaban herencia. Las momias seguían ‘viviendo’ en sus palacios en el Cuzco con todos sus tesoros y servidumbre e incluso mantenían sus casas de campo en los alrededores de la ciudad imperial. Según Ziemendorff, Chinchero era una región que pertenecía a Túpac Yupanqui, Calca a Wiracocha y Yucay a Huayna Capac. Tras su muerte, estos gobernantes mantuvieron sus posesiones. “A manera de ejemplo, el escribano Sancho de la Hoz escribe en 1534: “Cada señor difunto tiene aquí su casa y todo lo que le tributaron en vida, porque ningún señor que sucede puede luego de la muerte del antepasado tomar posesión de su herencia. Cada uno tiene su vajilla de oro, de plata, sus cosas y ropas aparte, el que le sucede nada le quita”, cita Ziemendorff. En general, en el Imperio Inca las viudas podían volver a casarse. La excepción eran las esposas de los soberanos incas que debían permanecer junto a sus momias cuidándolos cuando estos fallecían. Y tanta vigencia tenían estos muertos en la sociedad inca que podían seguir casándose. El historiador Waldemar Espinoza refiere que en un documento colonial de Cajamarca se constató que la hija de un cacique de esa ciudad fue enviada “como esposa a Huayna Cápac” por órdenes del bastardo Atahualpa. Esto a pesar de que este ya había muerto cuatro o cinco años antes. Ziemendorff resalta también que aunque los súbditos del Inperio respetaban a las momias, las numerosas tierras que los muertos habían acumulado llegaron a irritar a Huáscar, cuando este asumió el poder en el Cuzco, quien quiso acabar con esa costumbre. Huáscar propuso que todos los recursos sean usados en adelante solo para los vivos, ya que considero absurdo que esa práctica continuase porque de lo contrario el Cuzco se convertiría en un gigantesco mausoleo, lo cual le gano la animadversión de la nobleza cuzqueña que lo vio como un sacrilegio a sus antepasados y comenzaron a conspirar contra él. De esas disensiones se dio cuenta el bastardo Atahualpa para rebelarse en Quito, afirmando maliciosamente que el si respetaría las tradiciones, dando origen a una sangrienta guerra civil que al final, destruyo al Imperio, ya que una vez triunfante no respeto su palabra y ordeno a sus generales la matanza de todos los partidarios así como a la familia de Huáscar en el Cuzco con el objetivo de no dejar escapar a ninguno con vida, así como hizo quemar la momia de Túpac Yupanqui, a quien odiaba en extremo por haber conquistado Quito. Su sed de sangre era infinita, pero no pudo ver cumplido sus demenciales deseos ya que capturado en Cajamarca cuando se dirigía al Cuzco a coronarse. Tras ser ajusticiado por Pizarro - acusado de regicida por haber ordenado la muerte de Huáscar - y una vez que los españoles entraron al Cuzco, no pudieron encontrar a las momias restantes porque fueron ocultadas a tiempo y así estuvieron hasta su descubrimiento en 1571, cuando se ordeno que fueran trasladadas a Lima, donde fueron enterradas en el patio del antiguo hospital de San Andrés, del cual se perdió su ubicación original tras ser demolida por lo que actualmente se desconoce el paradero de las momias, si es que aun existen. Actualmente, la ceremonia se sigue celebrando en el Cuzco, de manera simbólica con danzas y música, para recordar tiempos pasados.
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