TIEMPOS DEL MUNDO

martes, 22 de julio de 2025

TREN CHATARRA DE PORKY: Terror sobre rieles

Como sabéis, hace unos días, un cerdo asqueroso que tiene convertida a Lima en un chiquero y que pretende lanzarse como candidato para las elecciones generales del 2026, “presentó” en sociedad - con descarrilamiento incluido de uno de sus vagones - su tan promocionado ferrocarril a Chosica, que en realidad es una chatarra de 40 años de antigüedad, altamente contaminante y cuyos vagones muestran un estado lamentable de conservación: sucios, viejos y oxidados, con sillones y lunas rotas, producto de una “donación” que no es tal, ya que costó millones de dólares traer esa basura desde los EE.UU. donde desde hace décadas permanecían abandonados a su suerte. Y luego del desfile “triunfal” de algunos de sus viejos vagones (los menos deteriorados obviamente), terminaran almacenados por tiempo indefinido en la antigua estación de Monserrate - convertida en patio de chatarras - ya que además de que las locomotoras están malogradas (si no se percataron, fue una perteneciente al Ferrocarril Central el que los remolco) no existe la infraestructura adecuada, como la doble vía, estaciones, paraderos, cruces de rutas, etc. etc. etc. como para que entre en funcionamiento, y según los especialistas, hacer todo ello demorara como mínimo un año, el cual tendrá un coste de mil millones de dólares, dinero que la Municipalidad de Lima no dispone porque está en quiebra. En pocas palabras, esa chatarra seguirá en estado de abandono, pero esta vez en tierras peruanas. Según la Contraloría, hace décadas que no se les ha hecho mantenimiento alguno y por lo tanto, son un peligro público para la sociedad. Es el precio de la improvisación, producto de su más absoluta incapacidad. Como recordareis, a una semana de las elecciones municipales del 2 de octubre de 2022, Porky y su principal oponente, Daniel Urresti, estaban en un empate técnico. Ambos excandidatos presidenciales se disputaban voto a voto el sillón municipal. Fue ahí donde el hoy rey de la chatarra, con gesto serio y voz grave anunciaba que, de ser favorecido con el voto popular, “gobernaría la ciudad de Lima hasta el último día de su mandato legal”. Más aún, rechazó categóricamente lo que llamo “las calumnias e infundios” de sus detractores, de los ‘caviares’ y demás herejes, quienes sostenían que la municipalidad era un peldaño temporal, casi un pretexto, en su ambición y que, de ser electo, tendría su mente, prioridades y esfuerzo en su pretensión presidencial y no en gobernar Lima (hay que reconocer que estos sectores tenían razón). Ya bien entrados en la segunda mitad del periodo edil, su gestión es un completo fracaso: pavimentación de pistas de rango distrital, anuncio de nuevas obras sin expediente técnico, reinauguración de obras de gestiones anteriores, prolongación de la Vía Expresa (en donde no se ha cavado un solo metro del viaducto) o la prolongación de la Ricardo Palma (donde apenas han inaugurado 2 kilómetros). Eso es todo lo que puede mostrar - poco o nada - mientras Lima continua convertida en un asco total. Es evidente que la gestión municipal no es la prioridad este porcino. A esto se suma la evidente falta de pericia para la gestión pública, comprometiendo miles de millones de soles en deuda (hasta por 4,000 millones), con altísimos intereses, para obras que carecen de expediente técnico y por las que la siguiente administración deberá pagar 350 millones soles anuales o más en intereses. En cualquier gestión medianamente competente, primero se identifica la obra, luego se hace el estudio de factibilidad, el expediente técnico y se estructura un presupuesto. Con un presupuesto establecido, se determina la necesidad de endeudamiento. Nada de esto ha ocurrido con la actual gestión municipal. Se ha tomado deuda por miles de millones de soles a tasas de 10% o más, y ese dinero está depositado, inutilizado, en bancos locales. Por si ello fuera poco, la agencia calificadora de riesgo Moody's degradó la calificación crediticia de la municipalidad por debajo del grado de inversión, situándola en grado especulativo o chatarra. Esto debido al plan de sobreendeudamiento que persiste en llevar a cabo. De otro lado, la ejecución presupuestal edil del 2024 fue muy mediocre. Recibió recursos como municipalidad provincial y como Gobierno regional. En el primer caso, la ejecución de “adquisición de activos no financieros”, es decir, obras, fue de apenas 64.7%. En cuanto a la ejecución del presupuesto como Gobierno regional, el escenario fue mucho peor, ubicándose en el último lugar del Perú con apenas 45.9% de ejecución por todo concepto.A todo esto hay que sumar el coste (al menos, US$2,700 millones) de las categóricas derrotas en los arbitrajes internacionales debido a la inepta defensa de los intereses de la ciudad, como es el caso de los peajes. En relación a los trenes chatarra, mientras el mundo avanza hacia sistemas de transporte limpios y eficientes, Porky insiste en hundir a la ciudad en un proyecto obsoleto, contaminante y financieramente sospechoso. La llamada “donación” de trenes diésel de más 40 años de antigüedad, procedentes de EE.UU., no es un gesto de cooperación internacional, sino un negocio opaco que ya ha costado millones de dólares a los limeños y que amenaza con convertirse en un elefante blanco de proporciones catastróficas. Desde el principio, este proyecto ha estado plagado de mentiras. Porky lo vendió “como una solución rápida y económica”, pero la realidad es que la Municipalidad de Lima ya ha desembolsado 24.5 millones de dólares en traslados, seguros y reparaciones dudosas. Peor aún, investigaciones revelan que se pagaron 800 millones de soles en seguros por estos trenes, una cifra tan absurda que la SUNAT y la Contraloría ya han puesto la lupa sobre el caso. ¿Por qué tanto dinero por vagones que, lucen oxidados, vandalizados y en pésimo estado? Incluso Ferrovías Central Andina, la operadora del Ferrocarril Central, ha rechazado usar esas unidades por considerarlas inseguras. Pero el problema no es solo el dinero. Es el retroceso tecnológico y ambiental que representa. Mientras ciudades como San Francisco y Los Ángeles eliminan sus trenes diésel por su alto impacto ecológico, Lima importa esa basura como si fueran una maravilla. El senador californiano Scott Wiener ha denunciado que esto no es más que un intento de “exportar contaminación” a países con regulaciones más laxas. Y tiene razón: estos trenes no cumplen estándares modernos de emisiones, no tienen homologación técnica en Perú y, para colmo, las actuales vías del Ferrocarril Central - que únicamente transporta minerales hacia el Callao - están en un estado deplorable, sin señalización ni sistemas de seguridad básicos. A pesar de todo, Porky sigue adelante con su ridículo espectáculo. Hace unos días, en una entrevista, admitió que los vagones aún no reciben mantenimiento, contradiciendo sus propias promesas de que estaban “listos para operar”. Así, su patética exhibición en el Parque de La Muralla fue pura propaganda electoral con fondos públicos: los trenes no tienen permiso para circular, el MTC no avala el proyecto y la denominada “marcha blanca” se ha postergado indefinidamente. ¿Cuántas veces cambiara la fecha de su “inauguración” antes de admitir que esto es un fracaso? La pregunta que todos se hacen es: ¿quién gana con este despropósito? Porky, como accionista de PeruRail, tiene claros intereses en el negocio ferroviario. ¿Es una ‘casualidad’ que este proyecto beneficie más a sus conexiones empresariales que a los limeños? Los contratos han sido opacos, los sobreprecios escandalosos y el dinero público se malgasta en tecnología obsoleta en lugar de invertirse en soluciones reales, como la expansión del Metro. Lima merece algo mejor que ser el vertedero de desperdicios que ya nadie quiere. Este proyecto es un insulto a la inteligencia de los ciudadanos y un peligro para el medio ambiente y las finanzas públicas. Porky deberá rendir cuentas ante la justicia por este negociado. Los limeños no pueden permitir que su maltratada ciudad sea tratada como un basurero. Exigen transparencia y soluciones que realmente beneficien a Lima ¡Basta de mentiras!