TIEMPOS DEL MUNDO

martes, 26 de mayo de 2015

EL MITO DE VICHAMA: El origen del ser humano

Existen múltiples mitos y leyendas en el Perú que hablan sobre el origen del hombre peruano. Una de ellas, narra cómo el dios Pachakamaq decidió un día crear al hombre y a la mujer, para abandonarlos a su suerte. Todo era eriazo, el calor secaba los campos y parecía que la vida se extinguía. Al poco tiempo, el hombre fallecería a causa del hambre y la mujer sobrevivió gracias a que se alimentaba de raíces. En una de sus excursiones en busca de un poco de alimento, imploró al Dios Sol de la siguiente manera: “Amado creador de todas las cosas, ¿para qué me sacaste a la luz del mundo? ¿Para matarme de hambre? ¿Por qué si nos criaste nos consumes? Y si tú repartes la vida y la luz en toda la extensión ¿por qué me niegas el sustento? ¿Por qué no te compadeces de los afligidos y de los desdichados? Permite, Oh padre, que el cielo me mate de una vez con su rayo o la tierra me trague”. Entonces el dios Sol se apiado de de ella y la fecundó con sus rayos. Pero Pachakamaq celoso, raptó al semidios y lo mató. La madre, desgarrada de dolor, exigió al Sol que le castigara, pero el verdugo enterró el cuerpo para que no lo descubrieran y sembró en él para compensar a la mujer que pasaba hambre. En sus dientes depositó maíz. Al sembrar en las costillas y huesos germinaron yucas y frutas. De la carne salieron los pepinos, los pacaes y árboles, convirtiéndose la región en un próspero territorio y desde entonces no hubo hambre ni necesidad alguna. Sin embargo, a la madre no la aplacó ni consoló la abundancia. Cada fruta era un testigo de su agravio y, cada día, le recordaba a su hijo, por lo que clamo al dios Sol y pidió venganza, pero Pachakamaq se había ocultado en un lugar remoto para así evitar su furia. Conmovido el Sol por la desgracia de la mujer, decidió hacerla feliz y le dio otro niño a partir del cordón umbilical del primero, prometiéndole que no le pasaría nada porque por el día él lo custodiaría y por la noche la Luna sería la responsable. El joven, de nombre Vichama, creció sano y fuerte y se aventuró por el mundo, dejando sola a su madre. A la vuelta, se encontró, desconcertado, a una multitud de personas desconocidas para él. Pachakamaq, en su infinita maldad, había asesinado a su madre y había creado a partir de ella hombres y mujeres. Lleno de ira, exigió a su padre el Sol venganza. Persiguió al asesino de su madre y hermano, pero éste se refugió en el mar, el cual desde entonces se convertiría en su eterna morada. A los habitantes los transformó en piedras, acusándolos de ser cómplices en el asesinato de su madre. Afligido por la soledad, buscó los huesos de ésta, los juntó e invocó a su padre, quién le devolvió la vida. Sin embargo, al verse solos, Vichama rogó al Dios Sol una nueva creación. Éste aceptó y lanzó a la tierra tres huevos: de oro, plata y bronce, los cuales cayeron en los cerros que rodean los valles de la costa. Del huevo de oro nacieron los nobles; de plata sus mujeres y de bronce los plebeyos, por lo que estos lugares se volvieron a poblar. Desde entonces, los habitantes adoran a los cerros, en homenaje a sus antepasados, a su origen.