Como estamos habituados a vivir sobre la Tierra, que es un planeta rocoso con superficie sólida, tendemos a considerar que de existir, la vida extraterrestre también debería estar confinada a estos ambientes. Sin embargo, la posibilidad de hallarla en medios gaseosos, como la atmósfera de Júpiter, es real. Tal vez encontremos algún tipo de organismos entre las corrientes y nubosidades de los mundos gigantes de nuestro Sistema Solar. Con vientos de varios centenares de kilómetros por hora y su extraña composición ¿qué organismos serían capaces de sobrevivir en esas condiciones extremas? De los cuatro gigantes gaseosos, el mejor posicionado para albergar vida seria Júpiter. Las Voyager, a finales de los años setenta, y la Galileo en 1995 nos han aportado mucha información sobre este planeta. Quizá la característica más sorprendente es que Júpiter (y los otros gigantes) no tiene una superficie sólida como en la Tierra. Todo él (excepto quizá el interior más profundo, donde podría haber un núcleo semilíquido de rocas, mezclado con agua, metano y amoníaco) es un continuo gaseoso de nubes de hidrógeno y helio en variadas configuraciones De entre las distintas capas atmosféricas de Júpiter, la que resulta más adecuada para la vida es, por supuesto, la más externa. A medida que nos acercamos hacia el interior del planeta, la presión se vuelve tan intensa que solamente a 1.000 kilómetros bajo las nubes el hidrógeno se transforma en un extraño líquido molecular, donde las temperaturas alcanzan varios centenares e incluso miles de grados centígrados. Queda claro que ante tal ambiente no hay demasiadas posibilidades para el nacimiento de forma alguna de vida. Sin embargo, en las capas superiores, el panorama puede ser distinto. Uno de los primeros científicos que especuló desde una perspectiva científica sobre la posibilidad de hallar vida extraterrestre en Júpiter fue Carl Sagan, de la Universidad de Cornell, en EE.UU. Lo que hizo fue comparar el ambiente joviano con los mares terrestres. En nuestros océanos encontramos organismos que constituyen la base alimentaria, que correspondería al plancton fotosintético. Después hallamos a peces que se nutren de estas criaturas, y a continuación los predadores, que se alimentan de aquellos. En Júpiter, según Sagan, podría haber ecosistemas similares, pero a una escala mucho mayor. En primer lugar, los organismos predominantes en la alta atmósfera podrían ser los llamados "buceadores", pequeños seres que se reproducen con celeridad y dejan descendencia numerosa. Esta sería la base alimentaria joviana, por decirlo de alguna manera, el plancton de los planetas gigantes. En el segundo grupo estarían los "flotadores" o "flotantes", organismos con forma de globo de hidrógeno de gigantesco tamaño. Tal vez tan grandes como una ciudad, irían expulsando gases diversos, de manera que retuvieran el hidrógeno, más liviano, y así pudieran flotar o sostenerse bastante bien entre la activa atmósfera de Júpiter. Sin duda podrían ser arrastrados hacia zonas más calientes del planeta, pero gracias a su peculiar sistema de empuje tendrían mayores probabilidades de sobrevivir. Este tipo de criaturas tal vez se alimentaría de las moléculas orgánicas, presentes en muchos puntos de Júpiter. Quizá fueran capaces de elaborar sus propias moléculas con la débil luz del Sol que les alcanza, a la manera de nuestras plantas. Estarían reunidos en una especie de grupos territoriales, como rebaños, dispuestos a cazar a su manera, unos cuantos cientos de buceadores. Teniendo esas dimensiones, es posible que fueran visibles desde el espacio, aunque sería difícil porque Júpiter es enorme, y sus capas nubosas más externas quizá cubran a estos extraños rebaños de flotadores. El vivir en tales agrupaciones sería un regalo para los últimos de los organismos que Sagan imagina. Se podría imaginar a unos cuantos cazadores en pos de los flotadores, persiguiéndoles a través de los estratos nubosos de Júpiter. Encontrar flotadores o cazadores en Júpiter podría ser una sorpresa, pero en ningún caso sería descabellado. Es más, aunque nunca halláramos tales organismos, entra dentro del terreno de la ciencia imaginar posibles escenarios en donde la vida ha podido aparecer y formular cuántas hipótesis sean necesarias, teniendo en cuenta lo que sabemos y lo que no. Con la llegada en 1995 del Galileo a Júpiter – en el cual este pudo enviar durante casi una hora información muy valiosa de los estratos del planeta, antes que la altísima presión la desintegrara - se renovó el interés por el gigante gaseoso. Si bien los resultados iniciales fueron contradictorios, ya que la sonda encontró escasa cantidad de agua, por lo que se creyó que sus posibilidades de albergar vida - tal como Sagan había creído factible – serian escasas, nuevos estudios efectuados por la Galileo un año después sobre la atmósfera de Júpiter evidenciaron que la sonda había pasado por un claro entre las nubes del planeta, y que éstas podían ser cien veces más húmedas y llena de organismos extraterrestres, Es por ello que la posibilidad de hallar algún tipo de organismo en Júpiter permanece intacta, y debemos seguir especulando como hiciera Sagan en su día, para intentar imaginar nuevos y estimulantes escenarios en los que la vida haya hecho su aparición. Quién sabe si algunas de estas teorías algún día resultaran ser ciertas.