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martes, 2 de septiembre de 2025

ECOS DE LA OSCURIDAD: Los túneles subterráneos del Coricancha

A veces, en arqueología los hallazgos más fascinantes son los más inesperados. Lo sabemos porque, por ejemplo, los incas no necesitaron la escritura para forjar un imperio, tenían los kipus. También porque a pesar de que Machu Picchu tiene 600 años y era el gran tesoro de Perú, hace muy poco se descubrió un templo 3.500 años más antiguo. Entre lo fascinante y sorprendente se encuentra también el último descubrimiento, el cual un jesuita español había dado la pista muchos siglos atrás. En efecto, un equipo de arqueólogos en Perú ha confirmado la existencia de lo que se creía una antigua leyenda: un extenso sistema de túneles laberínticos subterráneos, conocido como Chinkana, bajo la ciudad de Cuzco. El hallazgo, basado en pistas que se habían dejado en varias crónicas un jesuita del siglo XVI que hablaba de túneles y pasadizos que se extendían desde el Lago Titicaca hasta la antigua capital de los Incas, revela una red de pasadizos que se extiende, de momento, por 1.750 metros, conectando sitios emblemáticos como el mismo Templo del Sol (Coricancha) y la fortaleza de Sacsayhuamán, además de otros puntos clave de la ciudad. Un tesoro alucinante. Al respecto, una crónica jesuita anónima de 1594, describía una entrada a la red de túneles en Sacsayhuamán. Otras fuentes, como los escritos del cronista Anello de Oliva, mencionaban la existencia de múltiples pasadizos subterráneos que recorrían la ciudad y pasaban por lugares como la Catedral de Cuzco y las casas del arzobispo. Dicho esto, para validar tales afirmaciones los investigadores consultaron a expertos como Manuel Chávez Ballón, considerado el padre de la arqueología en Cuzco, quien sugirió inspeccionar áreas bajo las aceras de la ciudad en busca de pistas. La exploración de la Chinkana se llevó a cabo en varias fases utilizando tecnología avanzada. En una primera etapa, los arqueólogos emplearon pruebas acústicas, un método donde se golpean placas metálicas contra el suelo cada 50 centímetros para detectar cavidades subterráneas a través de la resonancia sonora. Posteriormente, se implementaron métodos más sofisticados, como el radar de penetración terrestre (GPR) y la prospección acústica, técnicas ambas que permitieron mapear con precisión la estructura de los túneles al generar imágenes detalladas del subsuelo. Al parecer, la red de túneles está compuesta por trincheras de gran tamaño, a su vez revestidas con muros de piedra, techos tallados y vigas esculpidas. Según el arqueólogo Jorge Calero Flores, los pasajes tienen un ancho de entre uno y 2.60 metros, con una altura de 1.60 metros, lo que sugiere que pudieron haber sido utilizados por la nobleza inca para desplazarse en literas. La Chinkana se divide en tres ramales principales que conducen a Callispuquio, el sector Muyucmarca en Sacsayhuamán, y la iglesia de San Cristóbal, lo que parece indicar una planificación estratégica avanzada por parte de los incas. Los arqueólogos planean iniciar excavaciones en puntos estratégicos de la red en los próximos meses, para acceder físicamente a los túneles. De hecho, la solicitud de autorización ya ha sido enviada al Ministerio de Cultura de Perú para proceder con perforaciones controladas en la zona de Sacsayhuamán, lo que permitirá verificar la extensión y estado de conservación de los pasajes subterráneos. Sin lugar a dudas, el hallazgo es de gran impacto. Cuzco, que en su apogeo fue la capital administrativa y política del Imperio Inca en el siglo XV antes de la conquista española, es un centro arqueológico de gran relevancia, esto añade aún más “historia”. Por cierto, el descubrimiento de la Chinkana ofrece nuevas perspectivas sobre la ingeniería y planificación urbana de los incas, quienes habrían diseñado este sistema como una representación subterránea de la ciudad en la superficie. A este respecto, crónicas como los Comentarios Reales de los Incas de Garcilaso de la Vega mencionaban la existencia de calles subterráneas que conectaban Sacsayhuamán con Coricancha, lo que ahora adquiere una base tangible con las recientes investigaciones. Por último, pero no menos importante, el hallazgo representa la confirmación de ese antiguo mito que se había escuchado a través de los jesuitas, junto a la oportunidad de redescubrir aspectos poco conocidos de la civilización inca. Lo próximo: la exploración futura de estos túneles, una “entrada” al pasado que podría arrojar información invaluable sobre la vida y el legado de la histórica civilización, y hasta dónde llegaron con esos pasadizos subterráneos, además, claro está, si oculta tesoros de las palacios y templos que fueron colocados allí por los incas para evitar que cayeran en manos de los españoles, porque si bien fue cuantioso lo que cayó en sus manos - no solo como producto del ‘rescate’ ofrecido por Atahualpa, sino con el saqueo de la ciudad cuando posteriormente ocuparon el Cuzco - se sabe que ante la inminente llegada de los españoles, gran parte de sus tesoros fueron colocados bajo buen recaudo, ya sea en el interior de las montañas o el fondo de los lagos, y que a pesar intensas búsquedas y expediciones que se dieron para localizarlos, nunca se dio con ellas. Quién sabe si la conocida leyenda de la mazorca de oro (del cual nos ocupamos hace varios años atrás) no sea solo eso, un mito.