En casi todas las antiguas culturas existen leyendas sobre la existencia de gigantes, y que a veces estos juegan un papel muy importante en su mitología. Ya sea en Grecia o Escandinavia, estos se sitúan por encima de los hombres. Sólo los dioses y algunos héroes son sus dignos rivales, y aún estos deberán usar contra ellos recursos excepcionales, generalmente armas mágicas o una extraordinaria astucia, cualidad esta última que constituye el habitual punto débil de los gigantes. Porque, a ojos de los hombres, es como si su tamaño los deshumanizase, acercándolos al nivel de las bestias. Como no podía ser de otra manera, en el Antiguo Perú también se contaban leyendas sobre estos seres míticos. Al respecto, el cronista español Pedro Cieza de León recoge una relativa a la localidad costera de Puerto Viejo (hoy perteneciente a Ecuador) en la primera parte de La Crónica del Perú. Asimismo el Inca Garcilaso transcribe literalmente la versión de Cieza en Los Comentarios Reales de los Incas, y es la que publicamos a continuación: “Cuentan los naturales por relación que oyeron de sus padres, la cual ellos tuvieron y tenían de muy atrás, que vinieron por la mar en unas balsas de juncos, a manera de grandes barcas, unos hombres tan grandes que tenía tanto uno de ellos de alto la rodilla abajo como un hombre de los comunes en todo el cuerpo aunque fuese de buena estatura, y que sus miembros conformaban con la grandeza de sus cuerpos tan disformes, que era cosa monstruosa ver las cabezas, según eran grandes los cabellos que les allegaban a las espaldas. Los ojos señalaban que eran tan grandes como pequeños platos; afirman que no tenían barbas, y que venían vestidos algunos de ellos con pieles de animales y otros con la ropa que les dio natura, y que no trajeron mujeres consigo; los cuales como llegasen a estas tierras después de haber en ella hecho su asiento a manera de pueblo (que aún en estos tiempos hay memoria de los sitios de estas cosas que tuvieron) como no hallasen agua para remediar la falta que de ella sentían, hicieron unos pozos hondísimos, obra por cierto digna de memoria, hecha por tan fortísimos hombres como se presume que serían aquellos, pues era tanta su grandeza. Y cavaron estos pozos en peña viva hasta que hallaron el agua, y después los labraron desde ella hasta arriba la piedra; de tal manera que durará muchos tiempos y edades; en los cuales hay muy buena y sabrosa agua, y siempre tan fría que es gran contento “Habiendo hecho sus asientos estos gigantes, y teniendo estos pozos o cisternas de donde bebían, todo el mantenimiento que hallaban en la comarca de la tierra que ellos podían hollar lo destruían, y comían tanto, que dicen que uno de ellos comía más de cincuenta hombres de los naturales de aquella tierra; y como no bastase la comida que hallaban para sustentarse, mataban mucho pescado en la mar con sus redes y aparejos que según razón tenían. Vivieron en grande aborrecimiento de los naturales, porque por usar con sus mujeres las mataban, y a ellos hacían lo mismo por otras causas. Y los indios no se hallaban bastantes para matar a esta nueva gente que había venido a ocuparles su tierra y señorío, aunque se hicieron grandes juntas para platicar sobre ello, pero no los osaron acometer. Pasados algunos años, estando todavía estos gigantes en esta parte, como les faltasen mujeres y a las naturales no les cuadrasen por su grandeza, o porque sería vicio usado entre ellos, por consejo e inducimiento del demonio, usaban unos con otros el pecado nefando de la sodomía, tan grandísimo y horrendo, el cual cometían pública y descubiertamente sin temor de Dios y poca vergüenza de si mismos; y afirman todos los naturales que Dios Nuestro Señor, no siendo servido de disimular pecado tan malo, les envió el castigo conforme a la fealdad del pecado; y así dicen que estando todos juntos envueltos en su maldita sodomía, vino fuego del cielo, temeroso y muy espantable, haciendo gran ruido, del medio del cual salió un ángel resplandeciente con una espada tajante y muy refulgente, con la cual los mató a todos y el fuego los consumió, que no quedó sino algunos huesos y calaveras que por memoria del castigo quiso Dios que quedasen sin ser consumidas por el fuego. Esto dicen de los gigantes, lo cual creemos que pasó, porque en esta parte que dicen se ha hallado y se hallan huesos grandísimos y yo he oído a españoles que han visto pedazos de muela que juzgaban que a estar entera, pesara más de media libra carnicera; y también que habían visto otro pedazo de hueso de una canilla que es cosa admirable contar cuán grande era, lo cual hace testigo haber pasado; porque sin esto no se ve adónde tuvieron los sitios de los pueblos y los pozos o cisternas que hicieron. Querer afirmar o decir de qué parte o por qué camino vinieron estos, no lo puedo afirmar porque no lo sé” puntualiza el relato. Venga ya, vaya uno a saber de donde vinieron esos extraños seres de gran tamaño, quizás eran vikingos en viaje de exploración y un grupo de ellos decidió quedarse en estas tierras, hasta su extraña desaparición a manos de “un ángel resplandeciente” según cuenta el cronista. Pero no son los únicos, ya que se han encontrado en Paracas, cráneos de tamaño descomunal y forma alargada con una antigüedad de tres mil años - como el que ilustra nuestra nota - que no parecen pertenecer a seres humanos. Si bien la arqueología insiste que fueron obra de los propios paracas, los cuales tenían la costumbre de deformarse los cráneos por razones religiosas, no deja de llamar la atención el hecho que existan otras leyendas en la zona que afirman que pertenecieron a una raza de gigantes de origen desconocido “que desaparecieron hace mucho”. A que es otro enigma sin respuesta ¿no os parece?