TIEMPOS DEL MUNDO

martes, 1 de mayo de 2018

UNA INQUIETANTE POSIBILIDAD: ¿Pueden los planetas errantes sin estrella albergar vida en su interior?

Se les conoce con una gran variedad de nombres: planetas errantes, vagabundos, solitarios, interestelares… son cuerpos planetarios que no giran alrededor de ninguna estrella y que fueron expulsados del sistema solar donde se originaron. Los astrofísicos han elaborado teorías sobre estos planetas errantes desde hace décadas, pero hasta hace pocos años no teníamos los medios tecnológicos suficientes para confirmar con seguridad su existencia. Durante la formación de un sistema solar como el nuestro, los planetas surgen de la acumulación de gas, polvo y roca alrededor de una estrella. Sin embargo, durante ese proceso cabe la posibilidad de que cuerpos planetarios resulten expulsados por la influencia gravitatoria de alguno de sus planetas vecinos mayores. Estos cuerpos, empujados hacia el exterior, terminarían convirtiéndose en planetas errantes, libres de la gravedad de la estrella donde se formaron y “vagando” en el espacio interestelar. Como os podéis imaginar, el detectar estos planetas interestelares representa todo un desafío puesto que, a diferencia del resto de exoplanetas descubiertos, estos cuerpos errantes no orbitan alrededor de ninguna estrella y no podemos analizar la luz que procede de ella. En otras ocasiones hemos explicado en varias ocasiones algunas de las técnicas con los que conseguimos detectar nuevos planetas fuera de nuestro Sistema Solar: analizando la luz procedente de su estrella durante los momentos en que pasan frente a ella (método del tránsito) o estudiando la influencia gravitatoria que el planeta ejerce sobre la estrella (método de la velocidad radial). Sin embargo, ninguno de esos métodos basados en la luz procedente de la estrella nos sirve para detectar planetas errantes puesto que no orbitan alrededor de ninguna estrella, no obstante, los astrofísicos se las han arreglado para utilizar un fenómeno natural denominado “efecto lente gravitacional” para detectar algunos posibles candidatos. La dificultad para detectarlos se incrementa aún más ya que en la práctica resulta difícil diferenciarlos de otros cuerpos similares como son las estrellas marrones. A pesar de estas complicaciones, en estos últimos años han aparecido diversos artículos anunciando el descubrimiento de diversos candidatos firmes a planetas errantes, como PSO J318.5-22, encontrado en 2013 gracias a los datos del telescopio Pan-STARRS. Asimismo, al contrario de lo que se pensaba inicialmente, hoy se sabe que los plantas errantes son abundantes, muy abundantes. Según un estudio dado a conocer en Space, un equipo de astrofísicos del Observatorio de Varsovia, tras analizar más de 2500 observaciones de estos efectos de lente gravitacional, apuntan a la existencia de un planeta errante del tamaño de Júpiter por cada estrella. Es decir, el estudio afirma que la expulsión de cuerpos fuera de su sistema solar sería algo habitual y que habría literalmente cientos de miles de millones de planetas errantes gigantes solo en nuestra galaxia. Todo esto, sin contar otros cuerpos interestelares más pequeños, como por ejemplo del tamaño de la Tierra, que serían más difíciles de detectar pero que, evidentemente, serían más abundantes puesto que empujarlos fuera sería más fácil. Ante esta exuberancia planetaria parece lógico plantearse la cuestión del título: ¿Podría alguno de estos planetas tener condiciones favorables a la vida?, o de otra manera, ¿qué elementos necesitaría un cuerpo así, desposeído del calor natural que ofrece la cercanía de una estrella, para poder ser considerado habitable? Podría darse el caso de que la vida se desarrollaría al interior del planeta, bajo las gruesas capas de hielo que la envolverían, una posibilidad que se cree que ocurre en Europa, un satélite de Júpiter del cual se tiene constancia de la existencia de un océano de agua líquida bajo su superficie congelada donde puede haber vida y ello bien podría darse en aquellos planetas que vagan por el espacio. Vaya uno a saber que clase de aterradoras criaturas habitan en su interior.