TIEMPOS DEL MUNDO

martes, 31 de diciembre de 2024

ANCHANCHU: El insaciable hermanastro del Ekeko

Se trata de una de las criaturas mitológicas más conocidas en las regiones andinas del sur del Perú y Bolivia, propia de los indios aymará. Sin embargo, se conocen pocos detalles sobre su polimorfismo, sus parentescos y otros mitos similares. A menudo se le confunde con el Qota Anchancho, el demonio del lago Titicaca (del cual nos ocupamos años atrás) pero es otro engendro infernal. Que el nombre casi similar no os confunda ¿vale? Para los aymarás, son deidades siniestras y funestas. Se dice que a diferencia del benéfico ekeko con el cual están emparentados, atraen la enfermedad y la desgracia. El Anchanchu, según la tradición aymará, pertenece al Manqhapacha, al mundo ‘de abajo y de adentro’, por lo que es una entidad no humana. Se caracterizan por su polimorfismo, aunque varias de sus representaciones tienen características en común. Especialmente su procacidad sexual y su apetito insaciable. Por ejemplo, en una de sus formas más consensuadas, los anchanchus son descritos como hombres pequeños, de piel sonrosada, calvos barrigones y con un pene enorme. Muchas de estas características, especialmente la piel y la alopecia, “constituyen referentes propios de los personajes del tiempo antiguo en los Andes”. Esto hace referencia a un periodo prediluviano: el tiempo de las chullpas. Otras descripciones hacen referencia a que la mitad de su rostro es completamente lampiño, mientras que la otra está cubierto por largas cerdas de un cerdo. También le atribuyen unos pies diminutos que acaban como patas de cabra. Dicen que habita en las encrucijadas de los caminos, meandros de los ríos, cuevas y grutas en zonas pedregosas. En algunos casos, también se habla de apariciones de anchanchus en las cumbres de los cerros y los límites de tierras con pastos. Sus apariciones, popularmente, también son identificadas con vientos arremolinados o animales monstruosos (como tarántulas gigantes) aterrorizando a sus víctimas. En estas descripciones, donde también es llamado como “Janchcho-janchus”, se lo califica como un “sujeto que come con ira”. Por las noches, además, se suele oír su voz entre peñascos, como si se tratara del rebuzno de un burro. Sobre su vestimenta, los anchanchus suelen llevar ropas y accesorios lujosos. En algunos casos hablan de “telas recamadas de oro y sombrero de plata de copa baja”. En otros, se mencionan dientes de oro, aretes, collares y otros artículos más contemporáneos. Todos estos elementos son parte de sus artimañas para engatusar a sus víctimas. Asimismo, se suele presentar como dueño del “oro vivo”. Este tesoro está hecho de figuritas de animales dorados que al moverse reflejan destellos multicolor. En el extremo opuesto, versiones más recientes hablan de anchanchus que se presentan en el cuerpo de una mujer de aspecto nórdico, rubia, exuberante y completamente desnuda. Cuando ataca, el anchanchu suele inducir a sus víctimas hasta la locura. Su objetivo es arrebatarles la vida. Para contrarrestar sus encantamientos, las personas afectadas deben ser tratadas rápidamente por brujos y hechiceros para neutralizarlos. Asimismo, para frenar la voracidad de los anchanchus, se les suele ofrecer una misa negra. Esta ofrenda está compuesta por elementos que simulan desperdicios de comida, secos y duros. Este suele ser el alimento ritual predilecto para los anchanchus, ya que se asemeja a sus propios excrementos. Se dice que estos entes malignos suelen disfrutar la ingesta de sus propias heces. En los casos en los que los anchanchus no quedan satisfechos con la misa negra, atacan directamente el corazón de sus víctimas: beben la sangre caliente y mastican la carne. En la tradición aymará, los anchanchus tienen predilección por el corazón, porque allí residen las entidades anímicas llamadas por los indios kimsa ch’iwi. Se trata de las sombras que representan el ánimo y el coraje, por lo que al devorarlos, sus víctimas no tienen más que esperar su muerte y los pocos que sobreviven a su ataque lo hacen temporalmente, muriendo de extrañas enfermedades. Son los Anchanchun uñkata, "los que han sido mirados por Anchanchu". Al inicio, los síntomas de la aparición del anchanchu se parecen al de un resfrío común. Inicialmente presentan dolores de cabeza, fiebre, malestar del cuerpo, la aparición de granos de gran tamaño (con acumulación de líquidos) en el rostro, pesadez por las noches para dormir, y pérdida de peso. Cuando la persona esté enferma, sentirá una especie de escalofríos frecuentemente en el cuerpo. Según se afirma, estos personajes se manifiestan sobre todo a la gente que camina sola. Si no hay alternativa, hay que andar con un garrote escondido entre su ropa, o rezando, o hablando como si uno estuviera acompañado. “Hay que simular que uno va acompañado, porque utilizan cualquier artimaña para engañar y quitar esa energía. No hay que temerle, aunque el momento se pone tenso si aparece de improviso: ‘no molestes, lárgate’, hay que decirle agitando el garrote y saldrá huyendo. Le tienen tanto miedo como a los perros” aseveran. A tener cuidado de encontrarse con uno de ellos.

martes, 24 de diciembre de 2024

EL ENIGMA ASTRONÓMICO DE LA ESTRELLA DE BELÉN: Motivo de estudio por siglos

Como sabéis, Júpiter y Saturno se unieron en una “Gran Conjunción” en el 2020, algo que no se había visto en casi 800 años. Los dos planetas aparecieron tan cerca uno del otro en el cielo nocturno de la Tierra durante el solsticio de invierno que parecían casi un solo objeto. Eso llevó a algunos a bautizar la visión como “Estrella de Navidad”, y a otros a preguntarse sobre un evento celestial de sonido similar que coincidió con la primera Navidad bíblica: la Estrella de Belén. Pero ¿realmente existió un espectáculo cósmico de estas características? Y, de ser así, ¿qué nos dice la ciencia astronómica sobre qué pudo haberlo causado? Curiosamente, hay algunas pruebas de que un par de conjunciones planetarias (similares a la Gran Conjunción) ocurrieron en torno al marco temporal históricamente aceptado para el nacimiento de Cristo. Eso podría explicar potencialmente la Estrella de Belén. Pero, obviamente, no todo el mundo está de acuerdo con la idea. La historia de la Estrella de Belén aparece únicamente en el Libro de Mateo. El Evangelio nos cuenta que una estrella brillante apareció en el cielo de Oriente cuando nació Jesús, y que fue vista por un grupo de magos en Babilonia. La Biblia describe cómo estos tres Reyes Magos vieron la nueva estrella como señal del nacimiento del Rey de los judíos, por lo que se pusieron en camino hacia Jerusalén para adorarlo. Una vez que llegaron, preguntaron por el niño Jesús a Herodes, el gobernante títere de la región designado por Roma. “¿Dónde está el niño que ha nacido rey de los judíos? Porque hemos visto su estrella en el oriente y venimos a adorarlo”, nos dice Mateo. Pero a Herodes le preocupa la idea ya que esta convencido que se trata de una conspiración. Él y sus propios magos tratan de descubrir el lugar de nacimiento de Jesús. Finalmente, llaman a los tres Reyes Magos para preguntarles cuándo apareció la estrella. Y les dice que cuando lo encuentren se lo comuniquen “para ir también adorarlo” . Al final Herodes, al sentirse engañado por los magos ya que estos no regresaron a Jerusalén, volviendo a sus países por otra ruta, y que gracias a la profecía de Miqueas supo que el Mesías nacería en Belén, acaba matando a los niños de esa localidad en un intento desesperado de acabar con Jesús). Según Mateo, “Y ellos, habiendo oído al rey, se fueron; y he aquí la estrella que habían visto en el oriente iba delante de ellos, hasta que llegando, se detuvo sobre donde estaba el niño. Y al ver la estrella, se regocijaron con muy grande gozo”. Durante siglos, los astrónomos han buscado en los registros históricos evidencias que pudieran explicar la aparición de esta Estrella de Belén. Los investigadores han estado discutiendo las posibles causas desde al menos el siglo XIII. Tal vez haya sido una supernova, un cometa, una llamarada solar o una alineación de planetas. O, alternativamente, tal vez nunca haya ocurrido. La verdad es que la ciencia probablemente nunca sabrá la verdad. Pero consideremos la idea de que fue un evento celestial real. ¿Cuáles son algunas explicaciones respaldadas por la ciencia que podrían explicar la Estrella de Belén? Bueno, la historia es relativamente vaga, pero nos da algunas pistas. Algunas cosas son fáciles de descartar. Por ejemplo, la Estrella de Belén no pudo haber sido un meteorito (un trozo de roca espacial que arde con fuerza en la atmósfera terrestre) que habría aparecido y desaparecido en un instante. Es imposible que los tres Reyes Magos hayan seguido el rastro de un meteorito durante semanas. También es poco probable que una supernova (la muerte explosiva de una estrella que aumenta drásticamente su brillo durante días, semanas o meses) pueda explicar la Estrella de Belén. Las supernovas, o “estrellas invitadas”, han sido observadas y registradas constantemente desde hace miles de años. Por lo tanto, si hubiera ocurrido una, es probable que otras culturas hubieran tomado nota. Y aunque de alguna manera haya escapado al registro histórico escrito, los astrónomos han observado restos de muchas otras supernovas antiguas. Y al estimar su brillo máximo, los investigadores incluso han vinculado algunos restos a eventos observados en la Tierra en el pasado. Sin embargo, los telescopios no han encontrado ninguna evidencia de un resto de supernova que coincida con el momento de la Estrella de Belén. De hecho, la única supernova que fue visible desde la Tierra en la época del nacimiento de Cristo ocurrió en el año 185 d. C. y fue registrada por astrónomos chinos. En el pasado, algunos astrónomos interesados también han sugerido que la Estrella de Belén era un cometa que pasaba cerca de la Tierra. Estos cuerpos helados del lejano sistema solar suelen brillar con bastante intensidad cuando se aventuran hacia el interior del sistema solar y son calentados por el Sol. También se sabe que a veces permanecen visiblemente en el cielo durante semanas o meses seguidos. Y, al igual que las supernovas, también tenemos registros históricos de otras culturas sobre los cometas. En efecto, en el año 5 a. C., los astrónomos chinos observaron la aparición de una “estrella escoba” que muchos investigadores interpretaron como un cometa. Al igual que las supernovas, los eruditos chinos observaron muchos cometas históricos e incluso registraron varias veces que los impactos de meteoritos mataron a personas. En la década de 1970, los investigadores se dieron cuenta de la coincidencia temporal de esta “estrella escoba” china, y comenzaron a aparecer una serie de artículos en revistas científicas que debatían la idea , entre otras inspiraciones. Todo el intercambio culminó en un artículo de 1977 en The New York Times escrito por el legendario periodista científico Walter Sullivan que sugería que podría haber sido un cometa, una conjunción, una nova o simplemente un mito. Claramente, tampoco ha surgido una opinión consensuada en las décadas posteriores. Entonces, ¿podría haber sido un cometa la Estrella de Belén? No hay forma de descartarlo, pero hay una razón obvia para dudarlo. Tenga en cuenta que la gente del mundo antiguo solía ver a los cometas como símbolos de una fatalidad inminente, un mal presagio de cosas malas que estaban por suceder. Por lo tanto, si un cometa de repente comenzó a brillar con fuerza en el cielo nocturno, es difícil imaginar que los Reyes Magos lo interpretaran como una señal de que el Salvador finalmente había nacido. ¿Qué tal una combinación de planetas como la Gran Conjunción ocurrida en el 2020? ¿Podría eso explicar la Estrella de Belén? Si retrocedemos el movimiento de los planetas (algo que hoy en día es fácil hacer con los programas de observación), podemos ver que se produjeron varias conjunciones interesantes en los años que rodearon la vida de Jesús. (Una conjunción planetaria ocurre cuando dos planetas se aproximan entre sí en el cielo nocturno de la Tierra. Sin embargo, los dos objetos en realidad no están cerca uno del otro, solo lo parecen desde nuestro punto de vista). En el año 7 a. C., Júpiter y Saturno tuvieron tres conjunciones en la misma constelación, Piscis. Debido a que los planetas se mueven en sus órbitas a diferentes velocidades y están ubicados a diferentes distancias, a veces parece que se cruzan en el cielo nocturno. También pueden parecer que se quedan quietos o que se mueven hacia atrás en el cielo, lo que los astrónomos llaman movimiento retrógrado. Este truco es como adelantar a un automóvil más lento en la autopista. A medida que te acercas al otro vehículo, parece que se queda quieto a tu lado. Luego, cuando te alejas, cae hacia atrás. Lo mismo sucede cuando la Tierra gira alrededor del Sol mucho más rápido que los planetas exteriores. Sin embargo, Júpiter está más cerca del Sol que Saturno, por lo que también parece moverse más rápido en nuestro cielo nocturno. De esta manera, si Júpiter y Saturno tuvieron tres conjunciones cercanas en un período de tiempo relativamente breve, es fácil imaginar que los antiguos astrónomos (en realidad, los astrólogos) lo habrían notado y probablemente también le habrían atribuido algún significado al acontecimiento. Los mismos astrólogos no habrían tenido que esperar mucho para que se produjera un encuentro planetario aún más sorprendente. Pasaron cuatro años y en el verano del año 3 a. C., Júpiter y Venus se encontraron en un acontecimiento que se habría parecido mucho a la “Estrella de Navidad”, también conocida como la Gran Conjunción de diciembre del 2020. En la mañana del 12 de agosto del año 3 a. C., Júpiter y Venus se habrían situado a tan solo 1/10 de grado de distancia en el cielo del amanecer. Eso es una quinta parte del diámetro de la Luna llena. . (La conjunción de diciembre del 2020 entre Júpiter y Saturno tuvo una separación idéntica, aunque en el cielo del atardecer). Ese tampoco fue el final del espectáculo. Venus y Júpiter continuaron su baile durante la mayor parte del año siguiente antes de finalmente parecer fusionarse en una sola estrella en junio. La idea de que una conjunción entre planetas brillantes podría explicar la Estrella de Belén no es nueva. Una nota en los Anales de la Abadía de Worcester del año 1285 d. C. señala una alineación de Júpiter y Saturno que ocurrió en el momento del nacimiento de Jesús. Y el propio Johannes Kepler mencionó la idea en el siglo XVII. Desde entonces, muchos astrónomos entusiastas (y aficionados entusiastas) también han señalado otras posiciones celestiales que se produjeron en la misma época como evidencia adicional de que los astrólogos antiguos habrían encontrado un significado en estos eventos. Estrellas y planetas brillantes se movían a través de constelaciones importantes. Otros han sugerido que la Estrella de Belén podría no haber sido solo evento celestial en absoluto. En cambio, tomados en conjunto, el efecto combinado de años de estos eventos astronómicos puede haber llevado a los Reyes Magos a ver señales de que había nacido un nuevo rey. Pero ¿podría alguna de estas cosas haber causado realmente la Estrella de Belén? Lo cierto es que ninguno de estos acontecimientos coincide a la perfección con la descripción de cómo sucedieron las cosas en el Libro de Mateo. El contexto también es erróneo. Los pueblos antiguos conocían bien sus planetas, por lo que sería extraño llamar “estrella” a una conjunción de varios planetas. Además, es difícil imaginar cómo Herodes pudo sorprenderse cuando tres reyes magos le hablaron de una nueva estrella; seguramente él mismo habría visto un objeto tan brillante o evidente. Según la Biblia, la astrología también es herética, lo que hace que la idea de interpretar el significado de las estrellas sea un poco sospechoso. Al final, probablemente nunca sepamos qué inspiró realmente la historia bíblica de la Estrella de Belén. Todos podemos decidir por nosotros mismos qué significa para nosotros. Y esta Navidad, todos esperamos que traiga buenas noticias de paz, alegría y amor. El Señor sabe que las necesitamos ahora mismo.

martes, 17 de diciembre de 2024

LOS MENONITAS: Una plaga bíblica en la Amazonia

Una secta protestante en nombre de Dios, cual langostas insaciables, están arrasando desde hace años miles de hectáreas de bosque amazónico en el Perú, sin que las autoridades hagan algo por evitarlo. Nos referimos a los menonitas, una rama pacifista y trinitaria del movimiento cristiano anabaptista, originado en el siglo xvi durante la Reforma protestante. La historia de los menonitas comenzó en 1523 en la Suiza germánica, cuando un sacerdote católico inició una reforma que se dispersó y consolidó rápidamente en el Sacro Imperio Germánico. A partir de 1529 esos disidentes pasaron a ser perseguidos y martirizados. En 1536 el sacerdote católico Menno Simons, influyente contestatario, también rompió con la Iglesia Católica y se unió a ellos, por entonces más conocidos como anabaptistas, por la forma poco ortodoxa en que adoptaron ese sacramento. Menno, a pesar de la persecución, tuvo éxito en divulgar las nuevas creencias las que se propagaron especialmente a Holanda y Polonia, y luego a otros países del este europeo, pasando a ser conocidos como menonitas. En 1683 se produjo la primera emigración menonita a Pennsylvania, que era parte de las colonias inglesas en América. Esas migraciones continuaron durante el siglo XVIII. La vida de los que se quedaron en Europa era cada vez más dura, especialmente en Prusia, de tal modo que, en 1788, a convite de la emperatriz Catalina la Grande, ellos emigraron a Rusia con varias ventajas, entre ellas la pose de tierras. Con los cambios políticos en Rusia esos beneficios fueron mermados por lo que se intensificó la migración a Norte América, inclusive al Canadá (1873). La primera colonia agrícola menonita en América Latina fue en Argentina, en 1877. En términos de prácticas religiosas y en función de sus orígenes los menonitas se han subdividido en diversos grupos, pero mantienen bastante cohesión. En el Siglo XX, la revolución bolchevique y las matanzas estalinistas obligaron a muchos menonitas a huir de Rusia. La Segunda Guerra Mundial trajo más persecuciones para ellos, por lo que se produjeron nuevas migraciones a EE.UU. y Canadá. En 1945 llegó otra ola de refugiados al continente, que se instalaron en Uruguay, Brasil y Paraguay. Muchos países latinoamericanos invitaron, facilitaron y hasta financiaron la venida de contingentes de menonitas a desbravar tierras “vírgenes” o “desocupadas sin uso”, es decir, espacios naturales, en general bosques, que les fueron dados en propiedad, entre otros privilegios, muchas veces previamente acordados mediante convenios. La idea detrás de esa generosidad fue, en general, ocupar territorios considerados subutilizados para promover el crecimiento económico y mostrar a la población local el ejemplo de un “buen uso de la tierra” (Goosen, 2016). En las últimas décadas se han acelerado los movimientos migratorios menonitas, a veces entre países de la región, en función de los cambios políticos y de la disponibilidad de tierras, siendo evidente un movimiento hacía el Perú (Servindi, 2019; Praeli, 2020) y Colombia (Betancourt, 2018). Los menonitas, aunque subdivididos por origen y prácticas religiosas, están bien organizados. Cada grupo cuenta con uno o más templos, a veces localizados en áreas urbanas, al estilo de las iglesias protestantes convencionales, desde las que organizan acciones proselitistas. Además, están unidos en un congreso o conferencia mundial menonita. De otra parte, a nivel de los asentamientos, aunque basados en el cooperativismo y aparentando ser agricultores tradicionales, los menonitas son empresarios modernos, muy trabajadores y unidos, así como audaces y, aunque pacíficos, como se verá, son inescrupulosos. En general tienen mucho éxito económico en sus emprendimientos. Sin embargo, el principal, más notorio y denunciado impacto ambiental de la actividad de los menonitas en América Latina ha sido y sigue siendo la deforestación y la destrucción de otros ecosistemas naturales, muy frecuentemente sin autorización. El caso peruano ha sido muy bien descrito por Praeli (2020) y claramente demostrado por los estudios del Proyecto de Monitoreo de los Andes Amazónicos – MAAP (Finner et al, 2020). Aunque los menonitas llegaron al Perú en los años 1950, ellos se dedicaron al proselitismo religioso y hasta recientemente no se tenía noticia de grupos practicando agricultura en el Perú. A partir del 2015 menonitas procedentes de Bolivia adquirieron una extensión indefinida pero grande de tierras cubiertas de bosques naturales en dos localidades de la Amazonía: Masisea (Ucayali) y Tierra Blanca (Loreto), en las que hasta el 2023 habían deforestado un total de 9000 hectáreas, lo que equivale a 18 mil canchas de fútbol. Ya en el siglo XXI, los menonitas iniciaron sus avances sobre la Amazonía, tanto en Bolivia como en Perú y Colombia. En total, en esos tres países ya han ocupado unas 26 mil hectáreas, de las que con certeza han deforestado casi 9000 en Bolivia y Perú. Han replicado en esos emprendimientos sus prácticas previas; es decir, han hecho tala rasa, sin dejar absolutamente ninguna vegetación natural. Además de la deforestación y de sus bien conocidas consecuencias, en términos de pérdida de diversidad biológica, emisión de gases de efecto invernadero y ciclo hidrológico, hay otros problemas ambientales asociados a los asentamientos agropecuarios menonitas. En efecto, contrariamente a lo que puede parecer y a lo que se suele creer, salvo excepciones ellos no practican agricultura ecológica ni, mucho menos, producen alimentos orgánicos. En realidad, hacen un uso muy intensivo de agroquímicos de todo tipo, incluidos abonos minerales y, obviamente, pesticidas, herbicidas, fungicidas, nematicidas y otros agrotóxicos de uso común en la agricultura intensiva y, asimismo, usan semillas transgénicas siempre que pueden. Por esos motivos han sido frecuentemente denunciados. Otro problema asociado a las colonias menonitas es el uso de maquinaria agrícola pesada, que compacta el suelo, lo que compensan con arados subsoladores, desdeñando técnicas más apropiadas para los suelos que usan, como es alternancia de cultivos o la siembra directa contribuyendo a su degradación y, por ende, a uso cada vez más intensivo de correctores, especialmente fertilizantes. Además, como bien señalan algunos autores, ellos no adaptan sus cultivos a la realidad ecológica local. Ganan dinero forzando la producción en base a mucha inversión convencional, especialmente fertilizantes, pero, en el largo plazo, dejan tierra arrasada. No practican agrosilvicultura o silvopecuaria, es decir, asociaciones de árboles con cultivo o ganado, como se recomienda para los ecosistemas en que trabajan. De otra parte, los asentamientos menonitas nuevos construyen y mantienen carreteras para acceder a sus predios. Eso facilita el ingreso de nuevos agricultores, en su mayoría invasores, que se instalan en las proximidades, ampliando el daño. Además, en el caso de Masisea los menonitas usan esa excusa para justificar las deforestaciones más recientes que culpan a terceros. La aproximación de los menonitas a los pueblos indígenas tiene dos vertientes, que a veces usan simultáneamente: asimilarlos a sus creencias y usarlos como mano de obra, o bien empujarlos “monte adentro”, sin mayor violencia, pero aprovechando el hecho de que muchos nativos no gustan esa vecindad. Eso está aparentemente ocurriendo en Masisea con los shipibos de la comunidad aledaña. Al respecto, hay algunas preguntas obvias que merecen ser respondidas por las autoridades pertinentes, tanto nacionales como regionales: ¿de quién y cómo los menonitas compraron tierra con bosques naturales, habida cuenta que, en principio, esos bosques son del Estado o de comunidades nativas?, ¿cómo esas compras fueron formalizadas, registradas o legalizadas si, en realidad son ilegales?, ¿por qué las autoridades competentes esperaron a que se deforesten, miles de hectáreas, sin hacer nada o casi nada?, y ¿qué autoridades o influencias han facilitado la entrada masiva al Perú de los menonitas y su asentamiento en Loreto, Ucayali y Madre de Dios?. Como está bastante bien demostrado, la actividad de los menonitas en los asentamientos de Chipiar, Tierra Blanca y Masisea, en el Perú, es tan ilegal como perjudicial y debe ser detenida de inmediato. Los responsables, tanto los que desde el gobierno nacional y regional facilitaron, permitieron o toleraron estos hechos como, por cierto, los propios menonitas, deben ser sancionados.

martes, 10 de diciembre de 2024

PROYECTO KORICANCHA: En la búsqueda de los túneles subterráneos andinos

En el 2003 una enigmática noticia comenzó a expandirse por los medios citándose las declaraciones de un estudioso español, Anselm Pi Rambla, quién revelo haber detectado durante sus excavaciones en el Cuzco, un antiguo corredor subterráneo mencionado en antiguas crónicas coloniales. Aquel extraño reporte era el fruto de una ambiciosa colaboración iniciada en el 2000, bautizada en su primera etapa como Proyecto Wiracocha, y mutada luego a Proyecto Koricancha, involucrando en su desarrollo, no solo a Pi Rambla sino también al propio gobierno peruano. Sin embargo, al poco tiempo de publicarse el sensacional anuncio el importante proyecto se vio envuelto en un escándalo, producto de una amarga disputa entre las partes, que muy pronto llevara a su cancelación ¿Qué había ocurrido? Rumores de todo tipo comenzaron a filtrarse, mencionándose que tras su abrupta finalización se ocultaban los hilos de la poderosa Orden Dominica, quién temerosa de estos hallazgos habría presionado para acabar con cualquier investigación, aunque en sus inicios manifestara su apoyo al proyecto. En el 2010, a siete años de estos eventos, Anselm Pi Rambla decidió romper su mutismo, y concedió por primera vez una entrevista a un medio narrando lo sucedido. Ante todo, cabe precisar que chinkana es una palabra de origen quechua que significa “lugar donde uno se pierde”. Son consideradas construcciones laberínticas, y sus accesos internos son referidos como resultado de la obra natural, aunque evidencias de cierta artificialidad en su elaboración, parecen dar cuenta de lo contrario. Una de las primeras menciones sobre este misterio subterráneo, data de las confesiones del jesuita Giovanni Anello Oliva, quien en su monumental Historia del Reyno y provincias del Perú y varones insignes en santidad de la Compañía de Jesús, obra escrita en 1625, y que actualmente se localiza en el Museo Británico, postulara lo siguiente: “Huayna Cápac dotó de nuevos, muy suntuosos y grandes edificios y a él es atribuida la construcción del laberinto subterráneo que llaman chinkana, del cual laberinto había salidas a los caminos de fronteras, puentes, fortalezas y otros edificios”. Otro cronista de importancia es el sacerdote Fray Martín de Murúa perteneciente a la Orden de la Merced, que en su obra La Historia General del Perú. Origen y descendencia de los incas, donde se trata, así de las guerras civiles incas, como de la entrada de los españoles, que se supone data de 1590, y redescubierta en 1946, expone en su capítulo IX: “Del gran infante y capitán Ausi Topa hijo del famoso Topa Inga Yupanqui… Este valeroso capitán Ausi Topa fue el que por mandato de su padre, hizo un camino debajo de la tierra en la fortaleza de esta ciudad del Cuzco hasta Coricancha que era donde ellos tenían el templo y oratorio del sol y de la luna y de todas las demás huacas que ellos adoraban, hasta la entrada de este socavón en la dicha fortaleza en donde llamaban la chingana aunque ya es perdido y acabado todo, porque no hay quien atine por donde va, sino es solamente la entrada, porque en entrando algún trecho se pierden y no pueden dar con el camino. Porque ni en el dicho paraje del Coricancha no hay memoria de ello y dicen que el inga lo mandó cerrar porque no entrase nadie dentro. Fue como dicho es”. En tanto, en la Historia General de los Jesuitas, crónica anónima del 1600 se detalla: “Porque el terreno que era parte de la casa estaba llena de unos sótanos o manantiales de agua que en otros tiempos formaban una laguna o pantano, que los incas desecaron extrayendo las aguas hacia el río Huatanay, que por allí cerca pasa y todo el tremedal lo cubrieron con cascajo, llevado a mano, de suerte que todo el terreno de la plaza quedó parejo y enjuto. Para salvar tan grandes dificultades, tuvieron que hacer muchas obras subterráneas, usando de tablones y tapiales y gran suma de losas y piedras labradas que sacaban de la fortaleza y de los demás edificios y antiguallas de los incas, de que están llenos todos los cimientos. Todo éste trabajo se hizo sin tocar la célebre cueva del Cusco que los indios llaman chinkana, la cual hicieron los reyes incas muy profunda y atraviesa toda la ciudad por en medio, con su boca o entrada en la fortaleza de Sacsayhuamán y baja de lo alto por el lado del cerro donde está la parroquia de San Cristóbal y por muchos estados de hondura va a dar y salir a lo que ahora es Santo Domingo, que como queda dicho era el famoso templo de Coricancha y Casa del gran Punchau”. Otros cronistas que también comentarían sobre el misterio de las chinkanas son Garcilaso de la Vega, Felipe Guamán Poma de Ayala, Fernando de Montesinos, Antonio de la Calancha, además de los divulgadores modernos, como M. Rivero, J. Tschudi, Ernst Middendorf entre otros autores. Quiero detenerme en uno de esos escritores, un norteamericano llamado William Montgomery McGovern destacado por varias razones. Politólogo, historiador, y antropólogo reconocido, McGovern fue también un docente reconocido que prestó servicios en Universidad de Northwestern, localizada en Illinois. Durante la década del veinte McGovern fue uno de los primeros extranjeros en adentrarse en el Tíbet. Fruto de esa experiencia es su libro To Lhasa in Disguise, 1924. Pero sería su segundo trabajo Jungle Paths and Inca Ruins, datado de 1927, donde se narran sus exploraciones en el Amazonas y los Andes, que harían su nombre una figura reconocida. Tal es su fama en algunos círculos, que se cree sus aventuras inspiraron más tarde la saga de Indiana Jones. Lo cierto es que en su paso por Perú, McGovern se asombró no solo ante las antiquísimas construcciones, sino que se instruyó en viejas leyendas, como la de las barras de oro rescatadas de un corredor subterráneo, siendo quizás uno de los primeros estudiosos en devolver el relato a luz. En su trabajo McGovern escribe: “Cerca del fuerte de Sacsayhuamán existen muchas y extrañas cavernas en dirección al fondo de la Tierra, donde altares a los dioses de las profundidades eran esculpidos en roca viva y muchos de los huesos esparcidos por allí dicen ser de los sacrificios que habían sido realizados allí dentro. La salida de una de esas cavernas, la chinkana jamás fue encontrada. Dícese estaba unida por un enorme pasaje subterráneo hasta el Templo del Sol, en el corazón del Cusco. Dícese firmemente y con razón, que dentro de esa caverna estuviese escondido gran parte del oro de los emperadores incas, el cual fue guardado allí para no caer en manos de los conquistadores españoles. No obstante, la caverna es tan grande, tan complicada, con pasajes tan intrincados que el secreto jamás fue desvelado. Dícese que en realidad, apenas un hombre consiguió el pasaje para el Templo del Sol y que cuando salió cargaba dos barras de oro en las manos. Sin embargo, deambulando por los complicados pasajes subterráneos, estaba tan perturbado mentalmente que falleció al poco tiempo. Desde aquella ocasión, muchos se aventuraron por las cavernas, sin jamás haber vuelto. Unos dos meses antes de mi llegada al sitio, la desaparición de tres personas importantes dentro de las cavernas hizo que el prefecto del Cusco prohibiese la entrada a la misma, y así impidió que se pudiese descubrir los secretos y tesoros de los incas para siempre”. Ahora bien un examen profundo de esta leyenda lleva al rastreo de más datos, como la proporcionada por Javier Sierra en su libro, En Búsqueda de la Edad de Oro, 1999, donde el afamado escritor expone esta historia remonta a mediados del siglo XVIII, cuando dos estudiantes españoles decidieron buscar la entrada a la chinkana sumergiéndose en sus aberturas ansiosos por encontrar el oro perdido de los incas. No se los volvió a ver hasta que a los pocos días uno de ellos logró emerger del piso junto al altar mayor de Santo Domingo, que alberga a la Orden Dominica, y emplazada en el antiguo templo sagrado del Koricancha, Cuzco. Continúa relatando Sierra: “Deshidratado, con signos de demencia, y sosteniendo una mazorca de maíz hecha de oro macizo. La pobre alma cayó muerta de agotamiento. Murió sin poder explicar dónde había estado y, lo que es peor, dónde había encontrado este extraño trofeo. Así las cosas, el impresionante recuerdo de este estudiante, cuyo nombre nadie sabía, disipó para siempre cualquier duda sobre la leyenda del tesoro inca y los túneles secretos del Koricancha, que en quechua significa corral de oro”. Aunque por mucho tiempo se pensó la historia de la mazorca de oro era una de las tantas leyendas circulantes, la revelación del entonces prior de Santo Domingo llamado Benigno Gamarra a Javier Sierra, se convirtió en unas develaciones más inquietantes pasado siglo XX, tras confesar que el famoso choclo de oro resultara fundido, luego de ser rescatado por el desdichado estudiante. El oro resultante fue utilizado, según Gamarra, en la confección de unas hermosas coronas doradas en honor a la Virgen y el Niño Jesús. Impactante. En 1999 Javier Sierra mostraría su importante hallazgo a Anselm Pi Rambla, quién posteriormente lideraría una de las exploraciones más revolucionarias del mundo andino. “La apertura de los túneles del Cuzco, podemos suponer que es uno de los descubrimientos que está relacionado con el nuevo Pachacuti (vuelco del tiempo o nueva era) mencionado por la Tradición Andina, y que está pronto por llegar. Esto puede ser entendido debido a que este lugar representa el verdadero Axis Mundi Andino (Qosqo, el ombligo del Mundo), que a su vez encierra en su interior todo el secreto de la tradición incaica y preincaica, así como los objetos más sagrados existentes en el Koricancha y en el mismo Saqsaywaman. Menciona también la tradición que con la llegada de este Pachacuti habrá grandes cambios en los Andes y el regreso de Inkarri (el nuevo Inca o Señor de los Andes). Anselm Pi Rambla, 2010. Hasta 1980 la vida del catalán Anselm Pi Rambla se desenvolvía sin sobresaltos en su tierra natal España, que lo tenían como directivo de una empresa familiar dedicada al área textil. Pero Pi Rambla estaba lejos de ser un individuo del montón, ya que desde muy joven había dado muestras de unas inquietudes diferentes, especialmente en lo respectivo a la cuestión espiritual. Pi Rambla, sin embargo, huía de los flashes, cultivando un perfil bajo teniendo en cuenta una de sus amistades más cercanas llevaba el nombre de Andreas Faber Kaiser, quién de tanto en tanto solía incluir a Pi Rambla en algunas de sus trasmisiones radiales, rompiendo así con su ostracismo. Lo cierto es 1980 va a resultar un año clave en la vida de Pi Rambla debido a su ingreso al Monasterio de Sonada en India, reclutado por lama tibetano Kalou Kempo Rimpoché, y donde pasó algún tiempo. Más tarde en una entrevista en el 2010, Pi Rambla contaría lo siguiente sobre aquella importante experiencia: “En el año 1980 me encontraba en el Monasterio de Sonada (Darjeeling, India), investigando y estudiando budismo tibetano y su simbología secreta con el líder espiritual Kalou Kempo Rimpoché, maestro de la línea lamaísta Kagyupa, y uno de los pocos conocedores de las enseñanzas del Kalachakra llamada la sabiduría del fuego. Una de las cosas que más me impresionaron y marcaron de todos aquellos estudios, era la información que me transmitió el maestro Rimpoché sobre la existencia de un lugar sagrado, una especie de paraíso subterráneo habitado por seres muy evolucionados y poseedores de grandes conocimientos llamado “Chang Shambhalla”, lugar escondido y protegido de nuestra civilización e imposible de localizar con nuestros medios actuales. En un principio Rimpoché fue muy reacio en informarme de este secreto, pero al final, me transmitió lo que ellos sabían de este sagrado lugar. Me comentó que existían dos Shambhallas, una terrestre y otra celeste, siendo la terrestre, copia de la celeste, situada en un lugar subterráneo remoto e impreciso de Asia Central, mencionada y descrita en sus textos sagrados más ocultos por grandes lamas eruditos. De todos estos estudios pude sacar otros informes muy antiguos y valiosos, donde también se describía la existencia de un lugar parecido a Shambhalla más allá del Gran Océano (sic), muy lejos del Tíbet, una Tierra Mítica Ancestral, ubicada en su origen en una zona polar nórdico-occidental, cultura madre habitada por seres espirituales poseedores de grandes conocimientos. Todas estas investigaciones finalmente me llevaron al continente sudamericano, donde pude hallar las primeras pruebas físicas de todas estas tradiciones”. La revelación de la existencia de una mítica Shambhala desconocida en Sudamérica llevó a Pi Rambla programar un viaje por estas tierras, con el fin de iniciar indagaciones más profundas sobre el misterio subterráneo. Este fuego interior signaría su renuncia a la empresa familiar, emergiendo desde entonces como un adepto ansioso por respuestas trascendentales. Tal convicción llevaría a la conformación de un grupo seguidor de sus mismas hipótesis, bautizada luego como Bohiz Ruz. Tras hacerse con un enorme velero de 17 metros, la novel tripulación comandada por Pi Rambla se embarcó en su aventura sudamericana. “El propósito de esta exploración en 1982 era hallar indicios reales sobre la existencia de una cultura madre desconocida, de una tierra sagrada original, mencionada en muchas leyendas y tradiciones por distintas razas y pueblos tanto de Oriente como de Occidente. Debido a las investigaciones realizadas durante años anteriores con el maestro tibetano Kalou Kempo Rimpoché en el monasterio de Sonada (India), sobre la realidad de la existencia de esta tierra original llamada en sus tradiciones Shambhalla, y contrastando todas estas investigaciones con las tradiciones indoeuropeas que mencionan que esta cultura madre original estaba localizada en una región boreal o nórdico-boreal, pensé que debía iniciar su búsqueda hacia una dirección y planteamiento diferente de lo habitual. Así empezó una larga expedición marítima hacia el continente Sudamericano que finalmente terminaría en Perú dónde nació el equipo Bohic Ruz. En esta tierra mítica, comprobé que existían muchos indicios y pruebas sobre la realidad de esta cultura madre hiperbórea, lo cual después de tres años de estudios y exploraciones me llevaron a descubrir y comprender el secreto de los túneles subterráneos”. Una vez en tierras peruanas, Anselm Pi Rambla dará comienzo a sus investigaciones formales, con foco en el misterio subterráneo de tanta penetración en su vida. Un hecho importante parece marcar aquel destino signado. Tiene lugar mientras lleva adelante un paso por las inmediaciones del Cuzco junto a su amigo Francesc Serrat, quién forma parte de Bohic Ruz. El dúo decide visitar el Convento de Santo Domingo, instalado nada menos sobre las ruinas de uno de los templos más importantes del mundo incaico, el legendario Koricancha, gobernado desde hace siglos por la Orden Dominica. Decididos los catalanes deciden interpelar al prior del convento. Buscan informes sobre el legendario túnel perdido del Koricancha, y aunque la osadía amerita silencio, el destino depara sorpresas, más cuando el prior declara conoce muy bien los detalles de esa historia, e incluso, el sitio donde se encuentra la chinkana perdida, aunque confiesa, nunca se atrevió a entrar. Alentado por sus visitantes, y munido por la curiosidad, el inquieto dominico convertido en guía improvisado lleva a los extranjeros a ver a la chinkana. Según narra Pi Rambla, los tres se movieron a la Sala Magna del Convento, donde luego de retirarse un pequeño altar cubierto por una alfombra, es revelada una trampilla de madera. Luego de varios intentos por liberarla lograron abrirla, encontrándose con escaleras bien conservadas que los condujeron hacia una antigua cripta colonial datada del siglo XVII. Tras una atenta observación, se percataron sobre la existencia de una pared de ladrillos rojos que parecía obstruir el paso. Al ser consultado, el dominico señaló el cerramiento databa de 1940. Luego de retirarse algunos ladrillos, Pi Rambla hizo uso de una fuerte linterna, y que al enfocar mostró el surgimiento de un inmenso túnel, calculado en casi dos metros de extensión, cuyas paredes, suelos y techos, demostraban una arquitectura superior, y de perfecta armonía. Todos quedaron impresionados, y Pi Rambla solicitó al prior permiso para seguir investigando junto a Bohic Ruz, pero su pedido no tuvo eco. A continuación el prior le dijo: “Usted ya ha sido bendecido por Dios de ver esto”. Pero Pi Rambla no se daría por vencido, el destino lo seguía señalando. Aunque muchas de estas revelaciones derivaban de la experiencia de Pi Rambla durante su estancia en la India, un hecho impensado determinó realmente la decisión de instalarse en Sudamérica para estudiar el caso, tras su encuentro con uno de los escritores más afamados del planeta, un suizo llamado Erich von Däniken. Sucedió en Suiza tras ser invitado por su amigo Andreas Faber Kaiser para conocer a Däniken. Según contó Pi Rambla, estaba algo reticente en cuanto a la reunión aunque finalmente accedió. Para su sorpresa, el excéntrico suizo lo incitó a viajar al Perú, e incluso ambos tuvieron un encuentro en ese país, donde Däniken lo alentó a investigar el enigma de los túneles ocultos en el Cuzco, que creía de vital importancia para aclarar el pasado andino. El tiempo iba demostrar Pi Rambla no lo iba a defraudar. Todo se precipitó en 1999 cuando Javier Sierra comunicó a Pi Rambla los hallazgos realizados en Cuzco, potenciados por la obtención de una fotografía que retrataba las coronas resultantes de la fundición del choclo de oro. Como diría luego Pi Rambla, aquello resultó en la oportunidad que estaba esperando, y se decidió actuar. Rápidamente el estudioso retomó sus contactos con el Convento de Santo Domingo, que le advirtieron en caso de iniciar una excavación debía contar con los permisos del propio presidente de la Nación, en ese entonces el polémico Kenyo Fujimori. Los planetas se alinearon, y luego de intensas tratativas, Anselm Pi Rambla puso en marcha el Proyecto Koricancha. “La historia empieza en el Cuzco en el 2003, cuando Pi Rambla halló un gran túnel de dos kilómetros de longitud en el subsuelo cusqueño, que conecta Sacsayhuamán con el Koricancha, actual templo de Santo Domingo. Se trata de una gran red de galerías, cámaras y mausoleos extendidos bajo la ciudad, interconectando templos y conventos a 100 metros de profundidad”. (Las Chinkanas. Un Misterio Subterráneo en Cuzco, 2020). Gracias a tecnología de última generación que incluía el uso de un poderoso tele radar de penetración terrestre, Pi Rambla fue moviéndose en su objetivo de localizar aquellas anomalías subterráneas, en sus intentos por registrar los antiguos túneles esquivos. Durante su exploración hizo algunos descubrimientos notables, como galerías, cámaras, fuentes, así como antiguos templos vinculados a los incas. Una piedra trapezoidal con escritura desconocida pareció alterar aún más el escenario. Y aunque fueron detectados algunos corredores subterráneos, el túnel avistado por Pi Rambla en 1982 brilló por su ausencia. Luego se sabría que entre 1986 y 1988 los dominicos habrían tapiado con cemento aquella poderosa entrada, imposibilitando su detección por radar, contradiciendo la ley peruana que impide alterar áreas arqueológicas sin permiso oficial. Las extraordinarias excavaciones continuaron hasta el 2003, cuando se recibió la orden de clausura debido no solo a desinteligencias entre Bohic Ruz y el gobierno, sino también ante la presión de la Orden Dominica, que dio por finalizada con cualquier intento de investigación. No cabe duda que el Proyecto Koricancha supuso un gran avance en cuanto a intentar develar uno de los misterios más importantes del mundo andino, la existencia de un mundo subterráneo. Han pasado 21 años de realizado y todo sigue igual... Los Andes aún deben develar sus secretos.

martes, 3 de diciembre de 2024

LOS DUENDES DE LA COSTA VERDE: ¿Guardianes de un tesoro escondido?

Oculto en la Costa Verde - como es conocido el circuito de platas que se extiende a lo largo de la costa de Lima - específicamente en Chorrillos, se encuentra una abandonada casona de estilo republicano, conocida como el 'Castillo de los duendes' guarda secretos y leyendas, frente a la playa Agua Dulce, donde el misterio se mezcla con la historia. Hay quienes declaran haber visto a altas horas de la noche salir del lugar en ruinas, a pequeñas criaturas de orejas puntiagudas que se deslizan por sus inmediaciones y que suelen desaparecer en el interior del enigmático edificio con los primeros rayos del sol. Esta desvencijada construcción de peculiar arquitectura y que contrasta con la modernidad circundante, se encuentra rodeada por mallas de contención, permaneciendo inaccesible para el público, lo que incrementa el aire de misterio que lo envuelve. Las leyendas que se han tejido al respecto - que van desde duendes, relatos de voces extrañas, hasta historias de túneles que esconden tesoros - han mantenido viva la fascinación y curiosidad por este lugar, alimentando su aura de intriga. En la actualidad, es una sombra de lo que fue. Aunque su estructura aún refleja la grandeza de antaño, el tiempo y la falta de mantenimiento lo han dejado en ruinas. Exploradores urbanos que se han atrevido a ingresar a su interior, han documentado su deterioro, con habitaciones quemadas y túneles que parecen confirmar las historias de oro escondido. ¿Pero por qué se le conoce como el 'Castillo de los duendes'? El nombre proviene de leyendas que aseguran que pequeños seres mágicos habitan el lugar. Estas historias afirman que los duendes custodian el oro escondido en túneles secretos dentro de la edificación y que al caer el sol, salen de sus escondrijos para vigilar que nadie se acerque al lugar, pero como no soportan la luz del día como los vampiros, permanecen ocultos. Como podéis imaginar, estas narrativas han alimentado la imaginación de generaciones, reforzando el aura enigmática del castillo, el cual sin embargo, tiene una historia que trasciende las leyendas. Construido en la década de 1920, fue concebido como una elegante residencia de verano por el exalcalde de Lima Luis Antonio Eguiguren y su esposa, Rosa Barragán. Esta edificación construida al borde del acantilado, destacó como una de las más sofisticadas de su tiempo, reflejando el auge arquitectónico de la Costa Verde. Con el paso de los años, el castillo vivió diferentes etapas, incluyendo su uso como un importante restaurante. Sin embargo, el devastador sismo de 1940 marcó el fin de su historia, dañando seriamente sus cimientos y provocando un deslizamiento que afectó su estructura. Este desastre, sumado al abandono progresivo, convirtió al lugar en un vestigio de lo que alguna vez fue un símbolo de lujo y modernidad, dejándolo a merced del tiempo y las leyendas urbanas. Ahora bien ¿quién fue Luis Antonio Eguiguren? Nacido en 1887 en Piura, fue un destacado político e historiador peruano. Alcalde de Lima en 1930 y presidente del Congreso Constituyente, es reconocido por ser el único peruano en liderar los tres poderes del Estado. Además de su vida política, dejó un legado académico con publicaciones como el “Diccionario Histórico Cronológico de la Real y Pontificia Universidad de San Marcos y sus Colegios” escrito tres tomos. El castillo que encargó para su familia no solo fue una muestra de su influencia, sino también un reflejo de una época. Hoy, aunque en ruinas, sigue siendo un símbolo de misterio e historia en la Costa Verde.