Ubicada en el Valle de Mantaro de la provincia de Jauja (Región Junín) que se encuentra en el centro del Perú, guarda entre sus aguas las más fascinantes historias y relatos, acerca de su creación producto de un castigo divino. Cuenta la leyenda que hace miles de años atrás existía en el lugar una ciudad llamada Xauxa cuyos habitantes habían escogido el lugar para habitarlo por la belleza incomparable de su panorama; ellos se diferenciaban de los demás pueblos por ser muy soberbios y pródigos, además pasaban días en medio de grandes orgías y fiestas que duraban bastante tiempo, en la cual realizaban actos que no se veía bien ante los ojos de Dios, quien ante tanta iniquidad decidió mandar a su hijo a Xauxa, personificado en un anciano muy andrajoso; el cual recorrió la ciudad, mientras todos realizaban una gran fiesta, comenzando a tocar las puertas de sus viviendas; cuando veían al anciano con aspecto de pordiosero, lo echaban de sus casas lanzándole gruesos adjetivos. Asimismo, también era objeto de escarnio porque muchas veces le arrojaban la comida y la bebida en su rostro. Cansado de buscar su salvación, se posó sobre una piedra y vio una humilde casita a pocos metros de distancia y decidió visitarla; minutos después se asomó una pobre mujer, la cual junto con su familia llevaban una vida indigente, al verlo le saludaron cortésmente e invitaron a pasar a su hogar, brindándole comida y algo de beber, luego de lo cual conversaron durante horas mientras con intervalos para poder masticar unas hojas de la coca; al caer la tarde densas nubes cubrieron el cielo, el pordiosero se levantó y les dijo a los allí presentes algo que parecía inverosímil. “Yo soy el Salvador del Mundo no me reconocéis. He venido personificado en un anciano por orden de mi padre para salvar a esta ciudad, porque veo que el mal se ha posesionado de todos los hombres, nadie me prestó atención, me arrojaron como si fuera un enemigo o un ladrón, sólo ustedes serán salvados, por lo tanto; Os digo, alisten sus cosas y vayan a vivir al otro lado del pueblo, pero si escuchan algún bullicio no deben dar vuelta”. Dicho esto, se despidió y desapareció en las angostas calles de Xauxa. La familia, aún con mucha estupefacción, pero seguros por la fe a que se aferraban ante el Salvador prepararon lo poco que tenían y partieron rumbo a un cerro llamado Shujo, descansando en varias ocasiones sobre las rocas; la mujer se dirigía con un atado de ropas en la espalda, y en las manos una rueca con la que hilaba afanosamente; mientras el esposo se encargaba de llevar a sus dos menores hijos. Ya en el ocaso pareciera que el cielo hubiera abierto sus diques, desatándose una torrencial lluvia acompañada de truenos; la gente de Xauxa empezó a lanzar gritos y pedir auxilio. Tanta era su desesperación, que la pareja llevado por el instinto de su curiosidad volvieron los ojos para ver lo que ocurría y pudieron apreciar como la ciudad era inundaba con todos sus habitantes quienes morían ahogados, formándose en el lugar lo que hoy conocemos como la laguna de Paca. Sin embargo, la pareja por su desobediencia fueron convertidos en piedra, en las alturas del cerro Shujo, los cuales aun pueden observarse en el lugar, aunque lucen muy deteriorados por la acción del tiempo. Desde que ocurrió aquel infausto suceso, cuentan los pobladores que en las noches de luna llena se oye el retoque de campanas de oro de la catedral hundida en el fondo de la laguna y el susurrar de la gente que piden misericordia, Asimismo se cuenta que sale un toro de color negro arrastrando una inmensa cadena de oro, el cual pretende salir de las aguas ello no es posible debido a que la cadena es sujetada por una sirena que posee larga cabellera rubia que llega hasta su cintura, cuyos ojos son azules como el reflejo de la laguna, que desaparece como un encanto cuando intentan acercársele. Dicen que muchos visitantes han tratado de ingresar a sus aguas en busca de los tesoros que contendría, siendo hechizados por la mirada de la sirena que los invita a sumergirse pero al no contener la respiración, mueren ahogados. Otro de los principales motivos para hacerlo, es que también se cuenta que tras enterarse de la muerte de Atahualpa, fueron arrojadas por los incas a la laguna cargamentos de oro y plata - que eran parte de las caravanas enviadas a Cajamarca para su rescate - evitando así que cayeran en manos de los españoles. Sin duda alguna, se trata de una serie de mitos y leyendas que han sido trasmitidos de generación en generación.