TIEMPOS DEL MUNDO

martes, 19 de diciembre de 2023

NAVIDAD EN LOS ANDES: Continuidad y cambio de una fiesta religiosa

Como sabéis, las antiguas tradiciones navideñas con el transcurrir del tiempo, buscan adaptarse a los cambios para mantener su vigencia. Así, mientras en las ciudades la Navidad se ha comercializado a tal extremo que ha pasado a ser una fiesta consumista, donde el dar y recibir regalos es su principal característica, en las zonas rurales las antiguas costumbres, mezcla de la liturgia católica y la religiosidad andina, terminan por fusionarse. De esta forma, la Navidad se mantiene como expresión de unidad familiar y sigue siendo, junto con la Semana Santa y la Fiesta de las Cruces, la más importante celebración religiosa en los Andes. Que la forma de celebrarla vaya cambiando no debe sorprender; si bien el nacimiento de Jesús se conmemoró desde los primeros años de la iglesia cristiana, no siempre fue propiamente una fiesta, ni se celebraba en diciembre. Hasta el siglo IV, el día señalado para la Navidad era el 6 de enero, pero se trasladó al 25 de diciembre para hacerla coincidir con las fiestas celebradas por los romanos. Asimismo, la representación del Belén (denominado pesebre por los indios), no formaba parte de las costumbres navideñas, sino hasta 1263 en que San Francisco de Asís la promovió. Sin duda que para los indígenas la llegada del solsticio de verano el 21 de diciembre (el día más largo del año en el hemisferio sur) tuvo desde tiempos ancestrales gran importancia, ya que marcaba el inicio de la temporada de lluvias y de mayor tiempo de luz diaria que favorecían la fructificación de los cultivos. Desde tiempos ancestrales se celebró el solsticio de verano, festividad que bajo el Imperio Inca adquirió connotaciones especiales con el Cápac Raymi, “la gran fiesta y pascua solemne del sol…capac quiere decir rey, raymi, gran pascua, más que Inti Raymi” (Guaman Poma, 1615: 259). El Cápac Raymi comprendía el primer mes del calendario inca de doce meses, y durante esta festividad se realizaban grandes celebraciones. Una de las mayores fiestas se realizaba en la Plaza Mayor del Cuzco, una ocasión para realizar el Warachikuy, la fiesta de iniciación de los jóvenes como hombres, con la cual se reafirmaba la continuidad de los incas. Luego que Túpac Yupanqui conquistó el altiplano, hacia 1450, los incas realizaban durante el Cápac Raymi una solemne peregrinación desde el Cuzco hasta la isla del Sol en el Titicaca, para ratificar su condición de descendientes del Sol y “legitimar su derecho a gobernar los pueblos que conquistaban”. Con la llegada de los españoles en el siglo XVI y la introducción de la religión católica, la festividad del Cápac Raymi fue reemplazada por la Navidad. De esta manera, las celebraciones de la llegada de un nuevo ciclo solar y del nacimiento de Jesús se mezclaron como parte de la imposición de la religión católica. Asimismo, miles de sacerdotes llegaron a los pueblos andinos para enseñar la doctrina cristiana, a la vez que desterraban las bárbaras costumbres de los indios, mediante la extirpación de idolatrías. Guaman Poma de Ayala señala en su crónica que “el nacimiento de Jesucristo ocurrió en tiempos del reinado de Sinchi Roca, sucesor de Manco Cápac (1615: 91) uniendo así, aunque de manera forzada, la historia del Imperio Inca con la historia universal. En ese sentido la pintura religiosa empleada como medio de adoctrinamiento, incorporó en algunos casos a personajes andinos como puede verse en dos pinturas de la Epifania (adoración de los reyes magos) en las cuales Gaspar es remplazado por un inca. “Es intencional que el Rey Mago Inca lleva incienso, que es el símbolo de la adoración a Cristo como a Dios; una llamada a los indígenas para que abandonen la idolatría, adorando al solo Dios único y verdadero” (Gisbert, 1978:43). Fue también recurrente la construcción de monumentos cristianos sobre los templos indígenas, como es el caso de las iglesias y las cruces erigidas en su lugar para que la religión verdadera sea adorada donde antes los indios servían al demonio. Como señala el sacerdote jesuita Manuel Marzal si bien el culto oficial de los incas, del que formaba parte el Inti Raymi como festividad del Sol, desapareció pronto - aunque no del todo, como veremos más adelante - no sucedió lo mismo con el culto popular del ciclo local. “Pero, al menos puede decirse que, poco a poco, fue desapareciendo el culto a las “huacas” (santuarios, ídolos, templos, tumbas, momias y lugares sagrados indígenas) y a los mallquis (momias o representaciones de los antepasados) pero se conservó el de la Pachamama (o madre total de vida dentro de la cual se relacionan todos los seres) y el de los Apus (cerros y montañas), por estar más vinculados a ritos agrarios y ganaderos que se realizan en el grupo familiar” (Marzal, 1988: 274). Para la segunda mitad del siglo XVII la celebración de la Navidad se encontraba ya bien difundida en el Virreynato del Perú como importante actividad festiva religiosa, en la que se combinaban las misas, villancicos, obras de teatro y diálogos en los templos, junto con los belenes (pesebres) que se levantaban tanto en las casas como en las plazas. Este proceso no se detuvo allí y nuevos cambios locales y regionales continuaron produciéndose hasta llegar a la diversa y amplia forma en que se celebra la Navidad hoy en día en los pueblos de los Andes, donde los indios siguen adorando a sus dioses indígenas - metamorfoseados en santos y vírgenes - con gran devoción. Es el llamado sincretismo religioso, del cual ya nos hemos ocupado en anteriores oportunidades. Así, la festividad andina de la Navidad ha incorporado costumbres y bailes de pueblos y regiones indígenas, como ocurre en las comunidades del valle del Mantaro, Huayllay (Pasco), Huayna (Ancash) y con el denominado baile de los Negritos de Huánuco. Otro ejemplo de las celebraciones navideñas en el Cuzco por ejemplo, es la tradicional feria del Santurantikuy, donde se pone de manifiesto la devoción que existe por el niño Manuelito, que es la representación andina del niño Jesús, donde se le presenta con rasgos y vestimentas indígenas, al igual que a sus padres. De esta manera, combinando celebraciones cristianas con creencias paganas de los indios, se celebra la Navidad en aquellas tierras.