TIEMPOS DEL MUNDO

martes, 26 de enero de 2016

KHARISIRI: Un Demonio aterrador como ninguno

Se trata de un siniestro personaje oriundo de la región Aymara, que comprende desde Puno (Perú) hasta la zona norte de Potosí (Bolivia). Se le conoce indistintamente con los nombres de “Karisiri”, “Kharisiri” ó “Liqichiri”, cuya traducción del quechua al castellano sería”el degollador” Generalmente se le confunde con otros demonios de los Andes como el Pishtaco y el Nakaq que comparten su afición por la grasa humana. Se dice que es un ser antropomórfico gigante, cruel y exclusivamente nocturno. Al encontrarse con él, uno queda hipnotizado bajo su maléfico poder, lo que el demonio aprovechaba para extirparle toda la grasa de su víctima dejándolo en un estado de agonía total. Conocido desde antes de la llegada de los españoles en el siglo XVI, el Kharisiri era muy temido - debido a que se alimentaba de carne humana, prefiriendo devorar la de los niños que encontraba - y su fama creció luego de la conquista, ya que los nativos quedaron impresionados al ver al verdugo en la plaza degollar a los ajusticiados, y reducir el cadáver a cuartos, creyendo por ello que era un ser extraordinario, un malvado, asociándolo inmediatamente con el Kharisiri. Con el paso del tiempo y a medida que las ejecuciones disminuyeron, la imaginación de los nativos fue reemplazar al verdugo con el fraile que acompañaba al condenado a la pena de muerte, hasta que el primero desapareció de su memoria y sólo el último quedó con el apodo de Kharisiri. Con el transcurrir de los años, probablemente la circunstancia de ver trajinar con alguna frecuencia a los frailes solos y por caminos silenciosos y desiertos, haya dado también lugar a la formación de esta leyenda con todos sus lúgubres contornos. Cuando el nativo no ha visto ni se ha encontrado con este personaje de lúgubre fama y siente, sin embargo, dolor al vientre y se presenta en la parte exterior la terrible mancha roja, se cree que el vampiro se hizo invisible para extraerle la grasa, por lo que el infeliz dominado por tal idea desconfía de las medicinas al creerse condenado, encontrando invariablemente la muerte. En la época de la colonia, el fraile simbolizó para el nativo, el responsable de la carestía y hambre en el sector rural, porque se supone que en las grandes alforjas se llevaba consigo, con el poder de la nigromancia que profesa, todos los víveres que encontraba a su paso, dejándolos sin nada con que alimentarse, por lo que al poco tiempo morían por inanición con la barriga pegada al espinazo. Es por ello que en todas las minas de la región se consideró de mal agüero la presencia de un fraile ya que cuando se presentaba en el lugar, los mineros se turbaban, les invadía la pesadumbre, e inquietos y tristes, esperaban que de un momento a otro les sobreviniera alguna desgracia personal o algún accidente en la mina; temían que se perdiera la veta del metal que explotaban o se derrumbara y matase obreros o murieran de manera violenta uno o más de ellos. No es de extrañar que en la década de 1930 en las minas que se explotaban en Puno, los mineros se oponían a que se llevara a cabo un acto religioso, alegando que la presencia de un sacerdote les traía la mala suerte; porque los demonios, habitantes de las profundidades de los cerros, dueños y señores de las vetas, las ocultarían indignados por la profanación de que eran objeto, para que jamás las encontrasen y a ellos les castigaría dándoles enfermedades. Cierta o no, la leyenda del Kharisiri sigue vigente en esa zona. Es tal el miedo a este diabólico ser que los campesinos, en algunas comunidades altoandinas, no admiten el ingreso de los sacerdotes, a quienes relacionan con el demonio. Y vaya que tienen razón.