TIEMPOS DEL MUNDO

martes, 6 de agosto de 2024

LA RELIGIÓN CHAVISTA: El culto a la personalidad en su forma más nauseabunda

Uno de los aspectos más repulsivos de la “robolución” bolivariana que oprime a Venezuela desde 1999, es que se pretendió divinizar a Hugo Chávez a tal pronto de querer compararlo con Jesucristo, afirmando “que había resucitado en su persona”, dando origen a una secta - extraña mezcolanza entre cristianismo y santería cubana - que se convirtió de hecho en la religión oficial del régimen, que cobro mayor fuerza con la muerte de Chávez en el 2013. Si bien inicialmente se presentaba como “representante de Cristo sobre la Tierra” - cual pontífice romano - y que junto con Simón Bolívar, conformaron la “santísima trinidad antiimperialista y revolucionaria” su locura fue in crescendo y con el paso del tiempo, intento desplazar al mismo Jesús. Ni la Navidad se salvó de esa demencia, a tal punto que en los pesebres “revolucionarios” aparecía Chávez en lugar del Niño. Por ello no es de extrañar que una vez muerto el tirano, sus seguidores, en el colmo del fanatismo pretendieron convertirlo en un dios, algo difícil de digerir, si detrás de ese endiosamiento subyace la mala intención del culto a la personalidad y la propaganda oficialista costeados con fondos públicos cuando la galopante crisis económica que ya se dejaba sentir trajo como consecuencia la aguda escasez de alimentos y medicinas, pero para el chavismo eso no era lo importante. Por ello no es de extrañar que tras su deceso, una militante del gobernante Partido Socialista Unido de Venezuela (Psuv) quiso lucirse en el Primer Taller de formación política de su organización con una oración titulada, nada menos que el “Padre Nuestro”, a la que le cambió la letra por el de “Chávez nuestro que estás en los cielos”. Ni siquiera se preocupó de ser original y de inventar una plegaria distinta sino copiar el rezo bíblico universal transformándolo en un panfleto político. La llamó ‘la oración del delegado’: “Chávez nuestro que estás en los cielos, en la tierra, en el mar y en nosotros los delegados… santificado sea tu nombre, venga nosotros tu legado para llevarlos a los pueblos… danos hoy tu luz para que nos guíe todos los días y no nos dejes caer en la tentación del capitalismo más líbranos de la maldad, oligarquía y el delito del contrabando, por los siglos de los siglos amén. Viva Chávez”, finalizo la plegaria, que inmediatamente desató una polémica en redes sociales. Se trató del primer paso en la estrategia de beatificación civil de Chávez con la que sus herederos buscaron convertirlo en una figura que domine la dinámica política venezolana como un dios inapelable. Eso mientras en la Tierra, sus devotos defendían su legado de los acosos del mal (la oligarquía, el Imperialismo). Cabe precisar que Hugo Chávez llegó a los sincréticos altares populares desde muchos años antes de fallecer. Sus figuritas de yeso o plástico para la veneración se vendían ya en tiendas esotéricas junto a las de Simón Bolívar o Negro Primero, otros civiles de la santería venezolana, pero tras su muerte, esta veneración se acrecentó por la propaganda del régimen. Así, durante el multitudinario sepelio del sátrapa, en marzo del 2013, una señora se abrazaba llorosa a una de esas figuras de Chávez en uniforme de camuflaje de paracaidista y boina roja y decía con voz entrecortada: "Es mentira, él no murió, está vivo en mi corazón y seguirá velando por nosotros desde el Cielo como hacía desde Miraflores", sede del gobierno en Caracas. Desde entonces, el chavismo hizo todo lo que ha pudo para convertirse, además de una propuesta política, en una especie de plataforma cuasi religiosa en la que se milita con fe socialista. Todo empezó desde el momento en el que sorpresivamente Chávez fue declarado "Líder Supremo" durante sus pompas fúnebres en marzo del 2013 y que sus fotos gigantescas a todo color invadieron los espacios públicos rivalizando con las representaciones tradicionales del Libertador Simón Bolívar. Así, en los discursos de Maduro y sus ministros, donde antes estaban las referencias a Bolívar, aparecieron las de Chávez desplazando en la retórica oficial al Padre de la Patria. Hasta su obra llevaba su firma, como se veía en los costados de los edificios de apartamentos de bajo costo que empezaron a construirse hacia el final de su mandato. Esa misma firma -que Chávez llamaba la "rabo'e cochino", como se conoce también un estilo de lanzamiento de béisbol- se podía llevar tatuada en la piel. Y son muchos los que llevaron al dictador consigo, porque creían en él y “su poder benéfico” aun muerto. A ello debemos agregar que a pocas semanas de su deceso, una serie de dibujos animados transmitida por las televisoras oficiales venezolanas mostraba “el ascenso de Chávez a un cielo socialista” donde era recibido por Bolívar, el chileno Salvador Allende, la argentina Eva Perón, el Che Guevara y otros integrantes del santoral de la izquierda latinoamericana, a los cuales se les unía desde ese momento. Cuando en marzo del 2013 Nicolás Maduro dijo haber visto a su jefe en la forma de "un pajarito", la reacción primera fue de incredulidad y luego de burla por parte de la oposición. Pero para muchos de seguidores del chavismo, el "pajarito" era un portador del mensaje sobre la necesidad de terminar la obra inconclusa del desaparecido líder y de apoyar a Maduro, su ungido, en las elecciones especiales de aquel abril, que como podéis imaginar, la gano con fraude. No es que todos los chavistas militasen en creencias esotéricas o tenían un altar sincrético en casa en el que le rezaban al exmilitar para seguir sus dogmas políticos mágico-religiosos a la hora de votar. El descontento era cada vez mayor debido a la crisis económica que género más hambre y miseria, así como el comienzo de la partida de millones de venezolanos al exterior que se acrecentó con el paso de los años. Pero entre las clases populares - donde estaba la mayor parte de la base política del chavismo y que vivían de los víveres que les regalaba el régimen - son muchos quienes aún creían en los "milagros" que realizó por ellos en vida, representados en programas sociales que ayudaron a mitigar su pobreza, los cuales pensaban ilusamente que podían seguir desde el más allá. Para ellos, Chávez no era solo un dios, era un Cid campeador que ganaba batallas una vez muerto; era un Gran Hermano orwelliano que todo lo observaba desde esos ojos dibujados en grandes trazos en paredes que parecían decir: “los seguiré viendo por los siglos de los siglos”. Incluso en un primer momento se pretendió momificar su cuerpo y exhibirlo en una urna de cristal “para ser adorado en cuerpo presente” como sucede en Corea del Norte, pero la indecisión inicial del régimen, el calor extremo y la demora en la llegada de los especialistas rusos para realizarlo, frustraron sus planes, por la acelerada descomposición del cadáver, por lo que se contentaron en levantar horribles monumentos en su memoria y capillas “de la nueva religión” para que oren por el por toda Venezuela. En otras palabras: para sus seguidores, Chávez era, ni más ni menos, Cristo redivivo, un nuevo redentor de la Patria, que bajó a la tierra a salvarlos “del impío capitalismo salvaje”. Hoy todo eso pertenece al pasado, y repudiado por quienes una vez lo idolatraban, destruyen su legado, borran sus pintas, derriban sus estatuas y protestan multitudinariamente en las calles contra el fraude montado por Maduro para querer eternizase en el poder. Pero ni aun reprimiéndolos duramente, utilizando para ello a los colectivos chavistas podrá salirse con la suya… Ni el Diablo podrá salvarlo de su destino. (Venga ya, sabía que tanto la imagen que ilustra nuestra entrada como el pantallazo al final de estas líneas - tomados por aquellos años - me iban a servir en alguna oportunidad para graficar esa locura colectiva)