TIEMPOS DEL MUNDO

martes, 8 de julio de 2014

LAS PIRAMIDES DEL AMAZONAS: Unas enigmáticas construcciones que desafían a la ciencia

El Amazonas, aquella inmensa llanura infranqueable ubicada en el corazón de Sudamérica, oculta muchos secretos que son desconocidos para la ciencia, ya sean nuevas variedades de animales, plantas o huellas de antiguas y desconocidas civilizaciones, que desaparecieron hace mucho dejando como prueba de su existencia, extrañas construcciones que se encuentran ocultas por una espesa vegetación durante siglos. A veces resulta irónico ver los esfuerzos científicos por entender las geografías y fenómenos de otros planetas, cuando todavía no somos ni medianamente capaces de comprender las zonas de difícil acceso del nuestro - como las profundidades de los océanos, debajo de toneladas de arena en el desierto del Sahara, en los hielos eternos de la Antártida  o las selvas enmarañadas del Amazonas - que permanecen y permanecerán ocultos y en el misterio mientras no se les dedique un presupuesto y un esfuerzo serio por desentrañar sus misterios. Ahora, Google Earth se ha convertido en el más audaz de los arqueólogos y constantemente ha entregando enormes sorpresas,  pero muchos años antes de que siquiera se soñara su existencia, en diciembre de 1975, un satélite norteamericano, el Landsat 2, captó casi por accidente unas extrañas construcciones en una meseta de la misteriosa cadena del Pantiacolla, en plena selva de Madre de Dios, en el Perú, zona donde se producen frecuentes perturbaciones electromagnèticas en brújulas y altímetros. Se trata de diez estructuras agrupadas en dos filas de cinco que sugieren formas de gigantescas pirámides truncas con una altura de entre 150 y 200 metros, las cuales fueron bautizadas como las Pirámides de Pantiacolla, ubicadas en una zona inexplorada e inaccesible de la selva. Como sabéis,  el área de Madre de Dios es conocida  como el lugar donde se cree que tras la caída del Imperio en 1532, los incas se ocultaron de los españoles, entrelazada con la mítica leyenda de El Dorado o el Gran Paititi  que habla de la existencia de una fabulosa ciudad de oro escondida en la floresta. Además, su relativa cercanía con los misteriosos petroglifos de Pusharo, situado en el Río Shinkibeni, al interior de la selva del Manu, impulsó a algunos exploradores a ir a la zona con la intención de desvelar sus misterios. La primera persona no indígena que intento acercarse a  las pirámides fue el japonés Yoshiharu Sekino, en 1977, quien si bien no logró llegar al enigmático lugar, tuvo contacto con numerosos nativos de la zona  quienes les reportaron que veían permanentemente extrañas luces y escuchaban ruidos  enigmáticos que parecen provenir de las entrañas de la tierra. Cuando, en 1979,  se descubrieron unas ruinas incaicas en la zona se comprobó que los Incas habían  podido asentarse en la selva situada al oriente del Cuzco, buscando escapar de los conquistadores. Es por ese motivo que el interés por la jungla de Madre de Dios volvió a crecer y el enigma de las pirámides de Pantiacolla  se acrecentó. Fue en 1996  cuando una expedición  liderada por el arqueólogo estadounidense Gregory Deyermejian, pudo llegar por fin al lugar  y luego de una rápida visita a las misteriosas estructuras - que como podéis ver en el vídeo esta cubierto por una espesa vegetación - llego a la  apresurada conclusión de que las llamadas pirámides no eran otra cosa que “extrañas formaciones naturales”. Sin embargo, para otros exploradores, las cosas no son así de fáciles: luego de varios viajes a la zona del Río Negro, sostuvieron que éstas no son naturales, ya que fueron modificadas por el hombre en épocas antiquísimas y que tienen relación con la ciudad perdida de los Incas, el Gran Paititi. Además se encuentran cubiertas por árboles de gran tamaño envueltas en una espesa niebla  e incesantes lluvias que impide estudiarlas con detenimiento. Según otros investigadores, las pirámides fueron utilizadas posteriormente como lugares rituales y religiosos por los Incas que se refugiaron en la selva. Cuando en el 2001, el arqueólogo italiano Mario Polia encontró, en los archivos vaticanos, una carta original del jesuita Padre López, que databa de los primeros años del siglo XVII, el misterio de la ciudad perdida volvió a fascinar al mundo. En efecto, en la carta, considerada original, se describía el reino del Gran Paititi, próspero y riquísimo en oro y en piedras preciosas. Por tanto, volvió a hablarse de las misteriosas pirámides como un lugar ancestral erigido por el hombre en el lejano pasado y en las cercanías del cual los Incas se refugiaron con la llegada de los europeos. Según estas creencias, en las pirámides se encontraría la clave no sólo del Gran Paititi, sino también de una desconocida cultura que las edificó en tiempos remotos. Desde entonces nadie más ha vuelto al lugar y es de esperar nuevos estudios y expediciones  a uno de los lugares más remotos del Amazonas para desentrañar sus misterios.