TIEMPOS DEL MUNDO

martes, 12 de noviembre de 2013

LA HERRADURA: ¿Un amuleto que atrae la buena suerte?

Al igual que el trébol de las cuatro hojas o la pata de conejo, la herradura es considerada desde tiempos inmemoriales cono un poderoso amuleto capaz de traer fortuna o de rechazar espíritus malignos. Introducida por los griegos en el siglo IV, las primeras herraduras eran de hierro, un elemento que se creía que ahuyentaba el mal, por lo cual tenía la forma de una luna en cuarto creciente, que desde antiguo era considerada como símbolo de fertilidad y fortuna. Por si fuera poco, los griegos decidieron fijar las herraduras a los equinos con siete clavos. Exactamente siete; un número mágico para egipcios y babilonios, una superstición más que ha perdurado en nuestros días. Los romanos al ser muy supersticiosos continuaron con la práctica, que se extendió por todo el Imperio. Con la llegada de los cristianos - faltos de originalidad como siempre - se apropiaron de esta antigua creencia para sus perversos fines. En la Edad Media, cuando cundía al máximo el temor a la brujería –azuzada por una corrupta y decadente Iglesia Católica - la herradura adquirió un poder adicional. Se creía que las brujas se desplazaban montadas en escobas porque temían a los caballos, y que cualquier cosa que les recordara un caballo, especialmente su herradura de hierro, las ahuyentaba como un crucifijo aterrorizaba a un vampiro. Por este motivo, una mujer acusada de brujería era enterrada con una herradura clavada en la tapa de su ataúd, para impedir su resurrección. En Rusia, al herrero que forjaba herraduras se le consideraba dotado de capacidad para realizar magia blanca contra la brujería, y los juramentos solemnes relativos al matrimonio, los contratos comerciales y las compraventas de propiedades no se prestaban sobre una Biblia, sino sobre los yunques utilizados para martillar las herraduras. En las Islas británicas, la herradura se mantuvo como potente símbolo de suerte hasta bien entrado el siglo XIX. En 1805, cuando el pirata Horacio Nelson se enfrentó durante las Guerras Napoleónicas a la flota hispano–francesa en la batalla de Trafalgar, el supersticioso inglés clavó una herradura en el mástil de su navío almirante, el Victory. Sin embargo, ello no evito que perdiera la vida en la contienda. A pesar de todo, con el paso del tiempo las herraduras conservaron su hechizo. Según fuentes relacionadas con el esoterismo, colocar los extremos de la herradura hacia abajo nos ofrecerá protección, mientras que ponerla al revés, con los extremos hacia arriba, será más eficaz para llamar a la suerte. Es por ello que no nos extraña que actualmente la podemos encontrar representada en toda clase de modelos en forma de joyas, tapices e incluso en los logos de las empresas. Por lo visto, se trata de una superstición que perdurará en el tiempo.