Como sabéis, los mitos y leyendas de la Amazonia forman parte de la cultura de los habitantes del lugar, los cuales se trasmiten de generación en generación de modo espontáneo ya que se trata de una forma de apreciar, conocer el mundo, la vida y el ser humano. A pesar de la llegada del cristianismo hace cientos de años a esas tierras remotas e inaccesibles - sea a través de los evangelizadores y colonizadores – muchas de sus creencias aún mantienen su originalidad y persisten en el tiempo. Allí, basta que alguien toque el tema, para que los mayores, hombres o mujeres, den a conocer increíbles historias sobre extrañas criaturas que habitan en lo más profundo de la selva - allí donde el ser humano casi no llega- así como relatos de magia y encantamientos que los presentes escuchan con avidez y respeto. Por ejemplo ¿Quién no ha oído o leído algo sobre la Yacumama, el Chullachaqui, el Bufeo colorado, el Ayayaymama, los Iwas, el Tunche, la Runamula - entre otros - varios de los cuales ya hemos tratado aquí? Así como estas, existen muchas más y es que debido a la inmensidad de la selva, cada tribu que la habita tiene sus propias leyendas. La que vamos a tratar a continuación, proviene de Iquitos, una ciudad asentada en medio de la llanura, al borde del río Amazonas y al cual se puede llegar solo por vía aérea, no sin pasar un gran susto al momento de aterrizar el avión por los rayos que lo envolvieron, como sucedió la vez que estuve ahí y por el cual prometí no volver nunca mas. Cuenta la leyenda que el Urcututo es un búho de gran tamaño que vive en lo profundo de la selva, en la copa de los árboles más altos y frondosos, que a su vez es un gran cazador nocturno. Se dice que ciertos brujos llegan a tener “pactos secretos” con aquellas aves de extraña mirada y entonces lo utilizan para enviar dardos mágicos, que serán descargados sobre el enemigo elegido, con el fin de causarle daño por venganza. También suelen ser enviados como mensajeros, para espiar el lugar donde se realizan las sesiones de ayahuasca - una bebida alucinógena - como cuidador, cuando se va a tratar a un enfermo que el mismo brujo daña. Considerado por algunos como un animal de mal augurio (debido a la nefasta influencia de una corrupta y decadente Iglesia Católica) y de buena suerte para otros, es considerado el rey de la noche, el cual suele emitir lúgubres graznidos al momento de posarse en los árboles. Entre la población de Iquitos y alrededores de esta ciudad, se cree que el canto de los urcututos son presagio de un embarazo de alguna mujer conocida por quienes escuchan el canto. Nunca se llego a cazar a uno, a pesar del esfuerzo desplegado por los primeros colonizadores, quienes lo consideraban como “instrumentos del diablo” (?) pero muchos de ellos se perdieron en la espesura de la selva mientras los buscaban para matarlos, y terminaron bien siendo devorados por jaguares, anacondas y lagartos o murieron presa de terribles fiebres “causados por el demonio” según relataron los sobrevivientes, por lo que los dejaron en paz. Desde entonces, es habitual escuchar sus graznidos en la ciudad y sus alrededores a altas horas de la noche, pero muy pocos han vuelto a verlos, a menos claro que se arriesguen a ir en su busca a la selva, temiendo perder la vida en el intento.