TIEMPOS DEL MUNDO
martes, 12 de noviembre de 2024
MIRANDA: Una luna de Urano que podría albergar un océano en su interior
Tiene un diámetro de 500 kilómetros y posee cañones hasta 12 veces más profundos que el Gran Cañón del Colorado: se llama Miranda, y es uno de los 28 satélites naturales de Urano. El paisaje de esta luna, cuya constitución ha sido comparada con el monstruo de Frankenstein, en palabras de la NASA, es uno de los más extraños de entre los cuerpos extraterrestres, y es que a pesar de su pequeño tamaño soporta una enorme actividad tectónica. No en vano, la fascinación de la comunidad científica por Miranda ha dado lugar a un nuevo descubrimiento que podría desafiar muchas suposiciones sobre la historia y composición de esta luna: un estudio del Laboratorio de Física Aplicada (APL) de Johns Hopkins (Laurel, Maryland) ha sugerido que el satélite puede albergar un océano de agua debajo de su superficie. Los investigadores califican este hallazgo como "increíblemente sorprendente", ya que podría colocar a Miranda entre los selectos mundos de nuestro sistema solar con entornos potenciales para sustentar vida, tal y como destaca Tom Nordheim, científico planetario, coautor del estudio e investigador principal del proyecto, en el comunicado. Miranda fue descubierta en 1948 a partir de fotos telescópicas del sistema de Urano, tomadas por el astrónomo neerlandés Gerard P. Kuiper. Sin embargo, no fue hasta 1986 cuando la sonda Voyager 2 de la NASA visitó el planeta y volvió a la Tierra con imágenes que, todavía hoy, se siguen utilizando para su estudio. A raíz de la información recolectada en ese viaje, la comunidad científica pudo saber que el hemisferio sur de esta luna (la única parte visible en las tomas) está formado por terrenos ásperos, áreas con cráteres y también "cuadrados en una colcha", de acuerdo con las descripciones de los expertos. No obstante, en las primeras observaciones no se detectó que Miranda podía albergar un océano interior. Esta inesperada hipótesis, todavía no confirmada, ha llegado 38 años más tarde: recientemente, el equipo decidió revisar de nuevo las imágenes del Voyager 2 y, con el objetivo inicial de "explicar la enigmática geología de Miranda mediante ingeniería inversa", descubrió que las extrañas superficies del satélite podrían ser resultado de las fuerzas de marea entre Miranda y las lunas cercanas, y de su calentamiento interior. Miranda es el claro ejemplo de que, igual que no se debe juzgar un libro por su portada, no debe juzgarse una luna por su tamaño: y es que desde su descubrimiento, esta característica, sumada a su antigüedad, la comunidad de expertos había apostado sin demasiada indagación a que probablemente se trataba de "una bola de hielo", señalan desde el Laboratorio. No obstante, Alex Patthoff, científico del Instituto de Ciencias Planetarias en Arizona y participante en el estudio, se basó en el ejemplo de Encélado –el sexto satélite más grande de Saturno– para rebatir la hipótesis: antes de que la nave espacial Cassini llegara en el 2004, los investigadores creían que esta luna era también una bola de hielo, ¡pero nada más lejos de la realidad! Lo cierto es que albergaba en su interior un océano global –un sistema interconectado de masas de agua–, y que además contaba con procesos geológicos activos. Así, con respecto a Miranda, los investigadores sostienen ahora que, en algún momento de la historia del universo, el "ballet orbital de las lunas" de Urano podría haberse ralentizado, haciendo que el interior de esta luna no se hubiese congelado por completo todavía: "Si el océano se hubiera congelado por completo se habría expandido y habría causado ciertas grietas reveladoras en la superficie, que no están allí", señala Nordheim. El estudio resalta la posibilidad de que Miranda tenga condiciones habitables, ya que si el océano aún existe, es relativamente delgado en comparación con otros cuerpos celestes con océanos subterráneos, lo que da pie a la posibilidad de explorar la habitabilidad en lunas más allá de la Tierra. El análisis sugiere que esta luna mantiene su proceso de enfriamiento y podría tener un océano bajo su corteza incluso en la actualidad. El satélite parecía emitir columnas de vapor de agua y partículas de hielo desde su hemisferio sur, lo cual es visto como un indicador potencial de condiciones favorables para la vida. Los expertos creen que, justo como en el anterior descubrimiento, el interior de Miranda podría no estar completamente congelado. “No sabremos con certeza si tiene un océano hasta que regresemos y recopilemos más datos. Estamos exprimiendo lo último que podemos de la ciencia de las imágenes de la Voyager 2”, concluye el equipo de investigación, mismo que destacó la necesidad de futuras misiones a Urano y sus lunas. Hasta ahora, la única misión de la humanidad a Urano fue la de la Voyager 2, que sobrevoló el planeta en enero de 1986, en una misión donde captaron imágenes a una distancia de 81 mil 500 kilómetros. Estas fotografías permitieron cerca de cinco horas de análisis detallado de Urano y sus lunas. Aunque han pasado casi 40 años desde ese sobrevuelo, el reciente análisis de las imágenes de la Voyager 2 todavía revela información sorprendente. Avanzar en el conocimiento sobre estos lejanos mundos podría transformar la comprensión sobre los entornos habitables en el sistema solar y ampliar la búsqueda de vida más allá de la Tierra.