TIEMPOS DEL MUNDO

martes, 13 de febrero de 2018

SUPAY: Un Demonio de la mitología Aymará

Considerada como la mayor personificación del mal, el Supay estaba vinculado originariamente al mundo de los muertos (Uku Pacha) de la mitología aymará, y como todos los demonios autóctonos, no era tan malo. Los pobladores andinos sabían muy bien cómo hacer tratos con él, ya que podía ser generoso si se lo proponía, Su comportamiento respondía a sus volubles estados de ánimo o a la simpatía que sintiera por la persona que lo invocaba. Con la llegada de los españoles a estas tierras en el siglo XVI, vino con ellos la Iglesia Católica, cuyos sacerdotes en su guerra contra la idolatría (que consistía en destruir toda clase de templos, adoratorios e imágenes paganas) decidieron arbitrariamente considerar a todos los espíritus autóctonos como ‘aliados del demonio’ y, entre todos ellos - quizás porque era el mas conocido y tenia gran cantidad de seguidores - eligieron al Supay para personificar al más malo de los malos. Le otorgaron un poder superior, pero a cambio tuvo nueva apariencia. Desde entonces, lucia cuernos, cola y patas de cabra, como nos imaginamos al Diablo en Occidente. Con esta transformación sufrida, el Supay adquirió además el hábito de comer gente y robar almas. La intensiva campaña de difamación en su contra - como diríamos ahora - realizadas por los curas quienes instruían a su vez en la ‘verdadera’ religión a los nativos forzándolos a convertirse en cristianos, dio sus frutos de tal manera que en muchas zonas, los campesinos han llegado a temerle a tal extremo, que evitan siquiera mencionar su nombre, ya que es maldito. Se dice además que ciertas noches el demonio ronda el mundo de los vivos, bien como un jinete vestido de negro (con espuelas y adornos de oro, que se presenta al viajero, a quien le rinde homenaje con canciones acompañándose de una guitarra, ofreciendole un opíparo banquete, para prometerle luego riquezas y honores a cambio de su alma) o en forma de algún animal, generalmente un toro, cerdo o chivo. Esto puede causar confusión a los lectores, quienes deben estar preguntándose: ¿un toro aparecido a medianoche es un condenado o es el mismísimo Supay? La respuesta la dará el olfato, ya que es conocido que un demonio deja el característico olor del azufre a su paso. Otro indicio a considerar es la presencia de cadenas. Si las lleva, es sin duda un condenado, ya que arrastra sus culpas y quiere ‘llevarse’ al otro mundo a quien se le presenta. En cualquier caso, si alguien lograba divisarlo primero, era mejor no quedarse a esperarlo, siendo lo más aconsejable correr hacia algún lugar seguro o de ser posible, refugiarse en alguna iglesia hasta que pase el peligro. También puede aparecerse como un viento llamado Huayra Muyoj, que al chocar con otra corriente provoca un remolino, el cual se origina en medio del monte y se lleva todo lo que le sale a su paso. Por esta razón cuando el viento sopla fuerte, las personas temerosas dicen ¡Cruz! ¡Cruz! ¡Cruz! pidiéndole a Dios que el ‘maléfico’ remolino cambie de rumbo. De cualquiera de las formas que se le represente, siempre es causante del mal, tanto para la naturaleza en forma de sequías o inundaciones, como para el hombre en forma de pestes o maleficios. Cabe resaltar que durante la época del dominio español, el Supay se convirtió en uno de los personajes principales del culto a la Virgen de la Candelaria en el altiplano, de donde es exclusivamente y de la diablada. Se lo asocia con los indígenas que le rinden culto y le realizan ofrendas para ganar su simpatía y evitar que los dañe. En por ese motivo que en la diablada, las personas bailan disfrazados de diablos para pedir a la Virgen de la Candelaria perdón y comprensión por convivir con el Supay en lo hondo de las minas y por los ritos y ofrendas que le dedican para encontrar las vetas del mineral y evitar toda clase de accidentes. No cabe duda que siglos de evangelización no ha podido erradicarlo de las mentes de los nativos y ahora sigue conviviendo con ellos, proporcionándoles ‘protección’ - así al menos lo creen - en su vida diaria.