TIEMPOS DEL MUNDO

martes, 5 de abril de 2022

JENCHAM: Vampiros amazónicos sedientos de la sangre de sus víctimas

Un vampiro es, según la coincidencia en su definición de varios países, una criatura que se alimenta de la esencia vital, normalmente absorbida de la sangre, de otros seres vivos para mantenerse activo. Si en la cultura europea y occidental, así como en la cultura global de nuestro tiempo, el vampiro preferido y más popular es el que procede de Rumania - Drácula - un ser humano convertido luego de morir en un cadáver activo sediento de sangre, en algunas culturas orientales y aborígenes americanas en cambio, el vampiro es una deidad demoníaca o un dios menor que forma parte de historia siniestra de sus mitologías. Al estar presente el mito del vampiro en muchas culturas desde tiempos inmemoriales, quizás provenga inicialmente de la necesidad de querer personificar uno de los primitivos arquetipos en el inconsciente colectivo, así saliendo a la luz de nuestro pensamiento. Según los conceptos de Jung, es la denominada "sombra", la cual representa los instintos o impulsos humanos reprimidos más primitivos y sería la encarnación del mal como entidad, y una representación del lado salvaje del hombre o su atavismo bestial, latente en su sistema límbico y en conflicto permanente con las normas sociales y religiosas. Pero el mito, como lo conocemos en la actualidad, es realmente una combinación de temores y creencias humanas, que además del citado temor a los instintos originarios, se da la atribución a la sangre de ser, una fuente de poderío o un vínculo con el alma, relacionándolo con la enfermedad o la muerte, y por ultimo con la fascinación por la inmortalidad para ahuyentar a el mencionado deceso y el instinto de supervivencia. Algunos estudiosos sugieren que el mito del vampiro, sobre todo el que se popularizó en Europa en el siglo XVII, se debe en gran modo a la necesidad de explicar, en medio de un pánico general de la gente, las epidemias que arrasaron Europa, antes de que la ciencia lograra darles una explicación científica. Entre los eslavos, griegos y pueblos de Europa del este, un cadáver desenterrado era considerado vampiro si su cuerpo parecía hinchado y le salía sangre, creyéndola de sus víctimas, de la boca o la nariz. También si notaban que sus uñas, pelos y dientes eran más largos que cuando había sido enterrado e incluso poseía un aspecto más saludable de lo esperado, mostrando piel sonrosada y pocos o ningún signo de descomposición, o sea siempre seria un vampiro. En América, un mito de los jíbaros, quienes habitan en la selva amazónica en Ecuador y Perú - que son más conocidos por ser reducidores de cabezas, lo cual ya hemos tratado anteriormente - sostiene que los Jencham, como denominan a los murciélagos hematófagos que habitan las cavernas, se originaron en hombres que fueron así transformados por su gusto en derramar la sangre de sus víctimas. Se dice que esta raza de chupasangres, descienden de un semidios que fue castigado por el dios Etsa, quien encargo a sus tres hijos Sesénk, Wachur y Jencham tres misiones, A Sesénk ordenó arrojar una piedra, a Wachur ordenó arrojar las canas y a Jencham mandó a arrojar a una mujer, y a todos los encargos Etsa los envolvió en paquetitos; pero al volver ninguno de los tres cumplieron lo ordenado; Sesénk tiró la piedra pero no lo hizo llegar, Wachur antes de tirar el paquete con canas, lo abrió e inmediatamente quedo cubierto de canas, mientras que Jencham mientras se dirigía a tirar el paquete con la mujer dentro, empezó a sentir un olor agradable, que era el olor que desprendían los genitales de la mujer, siguió oliendo y se le quedo el olor pegado en la nariz. Al volver Etsa les pregunto si cumplieron con lo ordenado a lo que contestaron que sí, pero quedaban pruebas visibles de su engaño ya que Sesenk no hizo llegar la piedra, Wachur llego cubierto la cabeza con canas, y Jencham tenía pegado en la nariz un aditamento de los genitales de la mujer. Entonces Etsa molesto, maldijo a las mujeres ordenando que envejecerían y tendrían canas, se enfermarían y que luego morirían. De la misma manera, castigó la incompetencia de sus hijos, convirtiendo a Sesenk en un escarabajo, a Wachur en un ave trompetera con plumas similares a canas, y a Jencham lo transformo en un murciélago. Desde entonces, paso el tiempo y aunque el mito no lo dice, se presume que Jencham logro reproducirse creando una raza hibrida de humanoides que cazaba a los jibaros a cualquier hora del día para secuestrar a los niños para extraerles la sangre y luego devorarlos. Cansados de sus abusos y la pérdida de sus familias a manos de esos monstruos, un grupo de jíbaros deciden encontrar su escondite y siguiendo un camino de gotas de sangre de los cadáveres de sus víctimas que iban dejando a su paso, localizaron la cueva de los Jencham, donde hacían una gran fiesta con los despojos humanos, por lo que aprovecharon la oportunidad y atacándolos por sorpresa, decidieron exterminarlos a todos, pero lo que no previeron es que de la sangre de sus cuerpos despedazados resurgieron como vampiros chupasangre, pudiendo escapar al bosque, y desde entonces se ocultan de día en la espesura de la selva, saliendo a la puesta del sol hacia las cabañas de los jíbaros en busca de venganza.