TIEMPOS DEL MUNDO
martes, 16 de agosto de 2022
LA PASIÓN POR EL HOROSCOPO: ¿De dónde viene esa confianza en los signos del zodiaco?
Como sabéis, el horóscopo es uno de los métodos de predicción más seguidos en el mundo. Sus orígenes se remontan milenios atrás, pero esto no quiere decir que se entienda como algo anticuado, ni mucho menos. De hecho, actualmente sigue habiendo muchos adeptos que, basándose en su signo del zodiaco, siguen consultando su horóscopo a diario. Todos lo hemos hecho alguna vez, así creamos o no en lo que dice de nosotros. La palabra horóscopo viene del griego hora skopeo, que viene a decir algo así como examen de la hora. Sus predicciones se basan en analizar la posición de los astros del cielo en el momento del nacimiento de cada persona y, para ello, se rige por el sistema zodiacal, que divide al cielo en doce constelaciones, correspondientes a periodos del año casi equivalentes a un mes. Así, según la fecha de nacimiento, a cada uno nos corresponde un signo, que se supone que está influenciado por un astro que nos otorga una unas características concretas y, a la vez, un futuro determinado. Este concepto del zodiaco tiene sus inicios en la astrología babilonia, aunque es cierto que lo que nosotros conocemos actualmente está muy influido por la cultura griega. De hecho, en origen, eran dieciocho las constelaciones asignadas, algo que, ya en la época de Alejandro Magno, se había reducido a doce, y de los nombres que mantenían los babilónicos, los helenos cambiaron tres, que son los que nos han llegado. Históricamente, los hombres siempre hemos estado buscando respuestas a nuestras preguntas más profundas. Algunas de ellas las hemos ido resolviendo poco a poco, pero hay otras que nos sacuden en lo más hondo de nuestra curiosidad desde los orígenes de la humanidad. Esas típicas sobre ¿quiénes somos? o ¿a dónde vamos? solían buscar respuesta mirando al cielo, en donde el sol, la luna y las estrellas eran idolatrados como seres superiores a los que había que observar para descubrir la solución a las incógnitas. Esto ha sido algo típico de multitud de civilizaciones, desde los celtas hasta los chinos. Lo que pasa es que, en cada lugar, estas creencias iban evolucionando o desapareciendo, muchas veces sustituidas por las religiones y, en otros casos como el de la cultura grecorromana, conviviendo con ellas. En lo que respecta a nuestro zodiaco, lo que establece es que la posición de las estrellas en el momento de nuestro nacimiento marca nuestro porvenir. Es decir, está todo ya escrito y solo es cuestión de analizar del modo correcto las señales de nuestro signo y las predicciones que se nos hacen. Cabe precisar que el horóscopo no tiene ninguna base científica y nunca se ha podido demostrar o respaldar de modo fehaciente su eficacia. Si bien es cierto que la representación del horóscopo de una persona ha de ser la misma independientemente de quién la haga, los cambios y subjetividades dependen de quién haga los análisis sobre ella. En otras palabras, la posición de los astros en el momento de nuestro nacimiento es algo objetivo, pero el modo en que nos dicen que esto influye o deja de influir puede cambiar sustancialmente según quién sea la persona que los interprete. Esto no quiere decir que para conocer nuestro futuro haya que interpretar el horóscopo correctamente. Mucha gente que cree en ello defenderá este argumento, pero, por desgracia, no hay nadie que haya descubierto aún la fórmula correcta para interpretar las señales del cielo y su influencia sobre el futuro de nuestras vidas. Al final, es todo cuestión del azar y, por este motivo, hay un pequeño porcentaje de acierto. Entonces, ¿por qué mantenemos nuestra fe en ellos? La clave está, de nuevo, en nuestra necesidad de hallar respuestas a las preguntas que nos hacemos. Hay muchas cuestiones que siguen sin una resolución definitiva y la gente busca la solución en las disciplinas que más les convencen o que más a mano tienen. No vamos a compararlo con las religiones, pero los horóscopos, en parte, cubren esa necesidad humana de llenar los huecos y, sobre todo, de conocer lo que depara el futuro. Esta curiosidad, cuando se ve respondida con predicciones positivas, aunque no se cumplan, suelen atraer y fidelizar a nuevos seguidores y, por este motivo, los horóscopos siguen vigentes en nuestro día a día. Además, el hecho de pensar que nuestro futuro ya está escrito nos ayuda a sobrellevar las desgracias de la vida o a distanciarnos de ciertas responsabilidades, lo cual a mucha gente le supone un mayor grado de relajación y felicidad. De todas maneras, el porcentaje de acierto de los horóscopos suele ser bastante bajo, sea quien sea quién los interprete. Solo ese pequeño porcentaje de acierto, que muchas veces se debe a generalidades o interpretaciones ambiguas, es el que le salva de caer en el olvido. Ah, y que también suponen un buen negocio para mucha gente, claro, pero eso es otro asunto...