TIEMPOS DEL MUNDO

martes, 1 de noviembre de 2022

TÉTRICO Y ¿SAGRADO?: El simiesco Niño Compadrito

Hace un tiempo atrás cuando residía en ese país, recorría el Cuzco con un amigo cuzqueño que me daba servicio de movilidad cada vez que visitaba la Ciudad Imperial. Bajábamos por la estrecha y empinada calle de Tambo de Montero rumbo a centro de la ciudad cuando me pregunta: “¿Arturo, has escuchado sobre el Niño Compadrito?” Mi respuesta como podéis imaginar, fue un rotundo no; Continuó: “Es un niño santo que veneran en esa casa”, seguidamente me señaló una pared blanca con una puerta marrón sin nada llamativo alrededor. Como tenía otros asuntos que atender, le dije en otra ocasión. Pero como todo viajero es curioso y yo no soy la excepción, me quedó dando vueltas en la cabeza lo que podría haber tras esa puerta. La curiosidad me mataba, y fue así que, al día siguiente, decidí salir temprano del Hotel Monasterio a buscar la historia y sacarme todas las dudas. Llegue a la puerta de madera con el número 182, adornada solo por una chapa y un timbre blanco el cual toqué. Nadie me abre. Vuelvo a tocar, suena como que me van a abrir pero no pasa nada. Esperé unos 3 minutos y sale una chica de unos 20 años, le pregunto por el Niño Compadrito y me dice: “Suba, es aquí”. Trepo unas cortas pero empinadas escaleras y me topo con dos cuartos, uno de ellos con una plancha llena de velas de colores y la otra con una vitrina, rodeada de muchos carteles de agradecimiento, juguetes, mensajes, muñecos, fotos carnet, entre otras variadas cosas. Dos personas sobre los 60 años vendían velas a muy bajo costo en una de las puertas del cuarto. Desconcertado, les pregunto por el Niño Compadrito. De mala gana al no comprarles lo que ofrecían, uno de ellos me señala el primer cuarto, donde solo atino a entrar. Son centenares de objetos, algunos de ellos muy extraños, los que encontramos al pie de la vitrina donde se encuentra el llamado Niño Compadrito. Tras la vitrina principal vi a un pequeño - vestido a la manera del Niño Jesús de Praga - solo que esta ocasión al ver la cara del “niño”, note que esta era fea y tétrica, luciendo además un frondoso pelo largo. Sus ojos habían sido remplazados por dos canicas azules y sus dientes no guardaban mucha relación con su cara. En su cabeza lucía una brillante y llamativa corona. Es más, al ver el cráneo de cerca, pude observar que no era humano. ¿Pero qué historia existe detrás de este “Niño Santo”? Se dice que leyenda nace en los 60s, aunque esto no está muy claro. Hay historias que remontan el esqueleto del “niño” a la época de los incas, otros a la conquista, pero es en la década de 1960 cuando, al parecer, se le empieza a rendir culto. En esos años la imagen venerada se componía solo de una calavera y unos pocos huesos. Luego le comenzaron a confeccionar vestidos, le pusieron dientes y dos canicas azules en la sección ocular del cráneo. Se dice asimismo que el Niño Compadrito “se comunica con sus seguidores a través de los sueños”. Todos los martes y viernes se le rinde culto. Más de 400 fieles le llevan juguetes, caramelos, joyas, dinero, entre otras cosas, “para que el niño esté contento y les cumpla sus pedidos” me dijo quien lo custodia. “Cada color de vela que se prende en su honor tiene que ver directamente con lo que se le quiera pedir. Las rojas son para el amor, las blancas se relacionan a la salud, las amarillas al dinero, las verdes al trabajo, las azules a los estudios, las rosadas al éxito, las naranjas a la felicidad y las negras a la justicia, sea esta positiva o negativa” agregó. Curiosamente, a pesar de su repulsivo aspecto, esta extraña imagen “religiosa” atrae cada vez más adeptos, sobre todo de la parte sur del Perú. A pesar de que este deforme personaje es considerado “católico” por sus seguidores, no lo es para la iglesia, que ha condenado su adoración en reiteradas ocasiones. En 1975 el obispo del Cuzco, Luis Vallejos, prohibió su culto alegando que era “un feto del demonio” y que además el cráneo no era de un niño sino el de un simio y que la corona que luce es de latón: “Es una figura que llena de espanto. Un grotesco remedo de nuestros santos y mártires. Algo que inspira terror como todo lo que se relaciona con lo diabólico” aseveró. Se dice que debido a ello, una turba trató de quemar la imagen sacrílega. Fue por esa causa que el Niño Compadrito pasó a la clandestinidad, ocultándolo en Huayllabamba, al sur de Machu Picchu, lugar donde se le seguía venerando… y esquilmando a los crédulos. En cuanto al obispo Vallejos, murió en un extraño accidente de auto en 1982. Los creyentes del engendro aseguran que fue “la venganza del niño santo”. ¿Pero cómo llego al lugar donde hoy se le adora? Resulta que su custodio la heredó de su madre y ella de su abuela. Afirmo además que sus hijos serán los que la hereden cuando el ya no esté presente. La casa donde actualmente se encuentra la momia es de la madre de su cuidador, cuentan que llegó ahí luego que fue trasladado, en una época que estaba en la clandestinidad, decenas de veces entre las casas de los fieles. Un día el esqueleto se le aparece, a uno de sus más cercanos seguidores, en sus sueños y le dice: “Estoy cansado de tanto moverme, déjenme donde estoy ahora”. Existen varias versiones sobre los orígenes del Niño Compadrito, pero la que más se repite es que este “niño” fue hijo de un virrey español y una cuzqueña “de muy buenos sentimientos”. A los 13 años - afirman - el “niño” fue secuestrado por personas que querían vengarse del padre. Sus secuestradores frotaron su cuerpo con hierbas mágicas hasta que redujeron su cuerpo en vida. El “niño” sufrió una larga agonía hasta que murió. Pasaron los años y en la casona de un noble español empezaron a suceder cosas extrañas que atemorizaban a los habitantes. Una noche tormentosa, un rayo cayó en uno de los muros de la casa, hizo un forado y dejó al descubierto el cuerpo del “niño” momificado. Al respecto, un antropólogo afirmo que el culto al Niño Compadrito se remonta a la época del Virreynato, cuando los españoles impusieron el cristianismo sobre el Imperio de los Incas, tras ser conquistados en el siglo XVI. La fusión de creencias, pasadas y nuevas, por parte de los indios que se negaban a abandonar a sus dioses primigenios, dieron origen a decenas de “santos menores” y uno de ellos fue el Niño Compadrito. El misterio sobre quién es y sobre sus “poderes” está presente, mas aun cuando los cuidadores de la pequeña momia se niegan a que se le hagan pruebas y exámenes para saber más sobre él por temor a que descubra que se trata de un fraude. No es de extrañar por ello de que muchos detractores sigan afirmando que se trata del cráneo de un mono - como aquellos que acompañan a los organilleros ambulantes - pero sus seguidores lo niegan rotundamente. Lo triste es que son miles las personas que creen en “sus milagros”, los que confían en él, los que le piden desde “que les ayude a pasar un examen de matemáticas hasta que los cure de una enfermedad terminal” insistió el cuidador al notar mi incredulidad. Al estar por salir de esa casa, pude observar a un grupo de personas que llegaban a venerarlo, y una de ellas se arrodillo inmediatamente llorando frente a la imagen. Me sorprendió toda la patética historia creada tras la pequeña momia, y la ignorancia de los peruanos que creen en “los poderes” de un simio (Por cierto, quisiera agregar que esa visita la hice antes del incendio del “santuario” en julio del 2021, que redujo a cenizas la habitación donde se colocaban las ofrendas, salvándose el engendro de las llamas y que - como podéis imaginar - lo ha hecho más “milagroso” que antes. Lo que hay que ver)