TIEMPOS DEL MUNDO

martes, 16 de julio de 2019

MACHULA: El duende maligno

No hay una sola persona que no haya escuchado hablar sobre los duendes. De esas pequeñas criaturas con las que las madres amedrentan a los niños cuando se portan mal: “Te van a llevar los duendes”. Uno de los mas siniestros y menos conocidos que existen en el sur del Perú es Machula, un ser demoníaco cruel y despiadado cuya engañosa apariencia engaña a muchos incautos, pero cuando se dan cuenta de sus verdaderas intenciones, ya es muy tarde para escapar de sus garras. Quienes han tenido la desdicha de haberlo visto, dicen que son unos pequeños hombres en miniatura de color leonado, carente de pelo y orejas puntiagudas, que miden como medio metro de altura y de aspecto muy aventajado (de allí su nombre Machula, que en quechua significa abuelo). Por ese motivo no soportan verse en un espejo ya que en el se aprecian en toda su decrepitud, y es por ello cuando encuentran uno, lo rompen inmediatamente con lo tengan a mano. Sobre su origen, se dice que fueron niños que murieron sin ser bautizados o fetos que terminaron abortados y arrojados al río. El odio que tienen al ser humano por ese motivo es que a diferencia de sus “parientes” como los Mukis y los Chinchilicos - que viven en las minas custodiando oro - los Machulas prefieren rondar las casas en busca de niños no bautizados para llevárselos al infierno. Al ir en su busca se hacen invisibles, persiguiendo a los niños de corta edad, engañándolos con confites y juguetes, haciéndoles bromas de toda clase tratando de ganarse su confianza y así se los llevan de sus casas para perderlos. Si el niño no quiere irse, se lo llevan a la fuerza; aunque este llore o grite. Pero, ¿por qué se llevan solo a aquellos que no están bautizados? Existen muchos mitos sobre esta historia. Los niños que no han sido bautizados por sus padres están condenados y es a ellos a quienes buscan los duendes. Se dice que estos al no querer regresar al infierno, porque decidieron quedarse entre la gente, se esconden de día entre las higueras y platanales ya que se volatizan con la luz del Sol, robando a los niños en las noches para entregárselos a Satanás y que este los confunda con ellos, asegurando así su permanencia en la Tierra. Muchas veces si el pequeño no es salvado al instante, es encontrado a los pocos días sin vida. Se cuenta que en una ocasión, una madre desesperada buscaba a su pequeño hijo desaparecido, y lo encontró en unos maizales pasada la medianoche, sorprendiéndose que el pequeño caminaba como hipnotizado siguiendo a unos pequeños hombrecillos de una habilidad increíble que saltaban a la orilla del camino. Al ver semejante espectáculo, agarro unas piedras y se los arrojo con fuerza impactando en uno de ellos, quienes escaparon presurosos con los alaridos que daba la mujer. A la luz de la luna pudo verles sus caras y noto que los tenían llenos de arrugas. Los gritos que profería para espantarlos, alertaron a unos perros guardianes que ladrando ferozmente persiguieron a los duendes hasta perderse por el camino donde dieron cuenta de ellos. Cuando la madre llego cerca del niño, le pregunto como había llegado allí, y este le contestó que unos hombrecitos muy pequeños se lo habían llevado dándole confites y juguetes; pero cuando estaban lejos del pueblo, se puso a llorar y quiso regresar, mientras los duendes reían y bailaban creyendo que tenían segura su presa. Alertada por la mujer, algunos vecinos salieron por el camino por donde los duendes desaparecieron perseguidos por los perros y encontraron algunas ropas desgarradas de talla extremadamente pequeña y nada más. No hallaron ni los huesos. Este suceso se hizo muy conocido y desde entonces, para ahuyentar a los Machulas de sus casas, protegen a sus hijos con crucifijos y objetos benditos en sus camas, así como una buena dotación de piedras para matarlos a la menor ocasión.