TIEMPOS DEL MUNDO

martes, 6 de diciembre de 2022

TSÚNKI: El ‘Poseidón’ del Amazonas

Los espíritus guardianes del agua viven bajo la superficie de ríos y lagos, en antiguas ciudades cuyo esplendor ha sido opacado por la polución provocada por el hombre. Se ocupan del mantenimiento de los caminos del agua, de crear y custodiar los remolinos, de hacer sonar las cataratas y de dar de comer a los peces. Si bien es cierto que la relación con la humanidad con estos espíritus elementales nunca han sido las mejores, actualmente se muestran aun menos amigables con los seres humanos, a quienes llegan a provocar terribles daños e incluso la muerte. Uno de ellos es el Tsúnki, un tritón que habita en el Amazonas, de gran parecido al Poseidón griego (Neptuno para los romanos) y que es considerado el padre de las sirenas. Muchos investigadores lo consideran el dueño de los ríos, a quien las Tsunkinua (sirenas) y los Yacurunas (demonios del agua) le obedecen, mientras los bufeos y los peces son su ‘ganado’ y habitantes de sus granjas submarinas. Se dice que los aguarunas le piden que sea generoso cuando van de pesca, Puede permitir una captura importante de piezas, pero a cambio exige una retribución, saliendo raudamente a la superficie en busca de un desdichado pescador, llevándoselo consigo al fondo del rio para desposarlo con una sirena en edad propicia, para que una vez consumado el acto, sea devorado vivo por el monstruo. Se dice además que los uwishín (hechiceros) hacen pactos con el, quienes lo han descrito detalladamente, afirmando que la parte inferior de su cuerpo tiene forma de un pez y que en lugar de un tridente como el Poseidón griego, lleva una serpiente como cayado. Forma parte de los mitos y leyendas de los jíbaros (una tribu de nativos que viven en la Amazonia y que debido a la mala fama que tiene el nombre ya que los relaciona a los siniestros reducidores de cabezas, un ’oficio’ que dicen han dejado de lado, por lo que prefieren ser llamados shuar), para quienes es su ser supremo, una deidad que vive bajo el agua y tiene poderes sobrenaturales, el cual entrega a los hechiceros a través de una piedra llamada Namur. En sus mitos se habla de Tsúnki cuando se explica el origen de la población shuar. Precisamente, el siguiente relato explica este mito relacionado con la creencia cristiana del Diluvio Universal: Cuentan que un shuar fue de cacería pudo rastrear a una capibara (roedor peludo del tamaño de un pequeño cerdo, cuya carne es muy apreciada por los indios) y lo mato en el río. Pero cuando intentaba sacar el cuerpo, se le presentó una sirena (Tsunkinua) quien le transportó contra su voluntad a las profundidades del agua. Le llevó a su casa y lo presentó a su padre como su ‘novio’. Le ofrecieron una serpiente (anaconda) que se encontraba enrollada como asiento. Pero cuando esta quiso comerse al visitante, le cambiaron de asiento y le ofrecieron un kunkuim (tortuga), que empezó a moverse hacia adelante, se detenía cuando se le golpeaba la cabeza. El shuar sintió que estaba en peligro. Decidió regresar a su casa. Para salvar su vida, acepto trasladarse con su nueva ‘esposa’ Tsunkinua a vivir con él en la superficie, convertida en una serpiente y guardándola en un canasto impermeable. Al ser polígamo no le intereso tener otra ‘esposa’ aunque esta sea un monstruo. Un día tuvo que salir de cacería, advirtió a sus hijos y esposas que no tocaran el canasto que él había traído de su viaje y lo tenía siempre a buen recaudo, no dejándoles ver su contenido. Ellos llenos de curiosidad bajaron la canasta de su escondite y en su interior encontraron a la serpiente. Dominados por el miedo, la atacaron con tizones encendidos casi hasta matarla. Pero Tsunkinua logro escapar toda mal herida y desapareció de la vista de sus agresores, retornando a la casa de su padre, quien presa de la ira por lo sucedido, clamo venganza y ordeno que se nublase el cielo, produciéndose de inmediato un gran diluvio. El shuar que había ido de cacería regresó apresuradamente. Preguntó a sus hijas que había sucedido. Comprobó que habían abierto la canasta y maltratado a la Tsunkinua. Entonces el shuar tomó a su hija más pequeña en brazos y abandonó la casa por una ventana, donde pereció el resto de su familia, devorada por las anacondas, que ingresaron violentamente en medio de la tormenta. Concluido el diluvio, el Tsúnki calmo su ira y permitió que el shuar repoblase la selva casándose con su hija pequeña que había rescatado, fundando así una nueva generación shuar, pero exigiendo a cambio que sea temido y adorado como su dios, caso contrario el castigo aun seria más terrible. Y así desde entonces, es venerado por los shuar, que lo tienen en gran consideración.