TIEMPOS DEL MUNDO
martes, 9 de julio de 2024
JAPIÑUÑUS: Demonios que convivieron con los primeros humanos
Los japiñuñus o hapi ñuñus, son deidades muy antiguas, inscritas dentro la mitología preincaica. Pertenecen a la época de los machus (humanos ancestrales), quienes existieron antes que los incas. Una mala traducción de un sacerdote jesuita tergiversó la interpretación de su nombre. Aunque actualmente se les describe cómo demonios en forma de arpías con senos colgantes, tan largos como sus cabellos, habían sido inicialmente deidades que habitaron y poblaron el mundo en su génesis, gobernando a los primeros humanos. Según los relatos más antiguos, los japiñuñus eran considerados un subgrupo de wakas. Se dice que su llegada al mundo sucedió “en oscuridad, sin sol ni luna”. Los japiñuñus se manifestaron primigeniamente en las paqarinas. Allí mismo surgieron los antepasados de los primeros humanos. Las paqarinas, en términos generales, están divididas en cuatro grupos: cerros y quebradas, peñas vivas, lagunas y manantiales. Algunas interpretaciones dicen que estos sitios también son considerados wakas. Son los lugares donde la pachamama “se abre” y están asociados con la fertilidad y el contacto con el mundo de abajo. No existen muchas descripciones del aspecto original de los japiñuñus, pero las crónicas hablan de su forma de gobernar el mundo de los humanos. Hapi ñuñu, llashaq, atiq, manchachiq: “El que agarra, y chupa, el que impone carga, saquea y despoja en guerra, el que vence, el que provoca miedo”. No es de extrañar por ello que los japiñuñus estaban asociados con una “religión muy sangrienta, que exigía muchas ofrendas humanas”. Los curacas, o autoridades indígenas locales, dependían de estas deidades para continuar gobernando. En algún punto de la historia, los japiñuñus no cumplían su deber como seres tutelares y pedían demasiadas ofrendas, tomando más vidas de lo aceptable. Estos abusos no podían continuar indefinidamente y así sucedió. En efecto, el infame dominio de los japiñuñus termino con la llegada de T’unapa Wari Willka, quienes los expulsó de las montañas nevadas quitándoles el poder de exigir ofrendas y de gobernar a los hombres. Algunas narraciones dicen que, luego de su destierro, los japiñuñus convertidos en monstruos (mitad aves, mitad humanos), buscaron refugio en la selva amazónica. Una descontextualización etimológica del sacerdote Diego González Holguín en su traducción de las palabras quechua “japi ñuñu” distorsionó la comprensión de estos seres. El jesuita describió a los japiñuñus como “bestias aladas que solían aparecer con dos tetas largas que se podían asir dellas”. La mayoría de las versiones contemporáneas de los japiñuñus están basadas en esta interpretación. Según el etnohistoriador y lingüista Jan Szemiński, la traducción “agarra tetas” se correspondería con la combinación ñuñu hap’i o ñuñu hay’iq. Despojados de su poder y maldecidos, los japiñiñus desde entonces vuelan por los aires en las noches diáfanas y a horas silenciosas, cogen a la gente con sus garras muy filosas y se los llevan. Asi, toda vez que el indio siente volar en el aire a deshoras de la noche alguna ave nocturna, no cree que sea una arpía sino supone que es algún Japiñuñu, que lo está acechando para arrebatarlo y huye apresurado al interior de su casa, o se acurruca entre los árboles para que lo proteja. Si ha desaparecido un individuo en la noche, por algún motivo inexplicable, como por ejemplo un crimen o una huida intencionada, atribuyen a sus parientes cuando no han podido tener noticias de él, “que el japiñuñu se lo ha llevado". En estos tiempos se dice que aun merodean los más alejados pueblos de la Amazonia en busca de presas, especialmente niños. Y por ello siguen siendo muy temidos.