TIEMPOS DEL MUNDO

martes, 7 de enero de 2025

HISTORIAS DE MIEDO: El ataúd maldito

Se trata de historias reales contadas por sus protagonistas y que han ocurrido - y aun suceden - a lo largo del Perú, quienes han sido testigos de esta clase de fenómenos de los cuales han formado parte sin proponérselo. Relatados a su manera y que presentamos entrecomillados para todos ustedes ¿Vale?: “En una oscura mañana de febrero de 1960, como vomitado de las entrañas de la tierra, apareció por un pueblo de Ayacucho un sujeto con una apariencia de lo más desagradable, ojos pequeños, mirada codiciosa y nariz ganchuda. Era un judío llamado Jacobo Ichver, quien decidió instalarse en el lugar abriendo una funeraria, para lo cual alquilo el primer piso de una casa cercana a la plaza, en la cual ofrecía una serie de ataúdes a su clientela. Sin embargo, debido a las predicas del sacerdote local - quien vio en peligro el suculento negocio funerario que administraba la Iglesia - de que ‘quienes hagan tratos con el judío no serían enterrados en tierra consagrada’, por lo que por temor a ser excomulgados, los devotos feligreses evitaban pasar cerca de la funeraria de Ichver, quien desesperado y fuera de sí, increpo violentamente al cura por su proceder, el cual comenzó a gritar pidiendo ayuda a unos viandantes que pasaban por la plaza, logrando separarlos. Pero desde ese entonces, todo el pueblo comenzó a hostilizar al judío, arrojándoles piedras a su negocio y pintarrajeando las paredes, con gran enojo de Don Benigno, el dueño del local que Ichver alquilaba, por lo que le dio a este un plazo de 24 horas para que abandonara su propiedad o lo haría echar a la fuerza. Sabiéndose derrotado, al judío no le quedó otra cosa que mandarse mudar y tras hacer cargar los ataúdes en un camión, se marchó del pueblo no sin antes echar una maldición en hebreo y conduciendo el mismo el vehículo desapareció para no volver más... o al menos eso se creía. Don Benigno, sorprendido por su partida sin avisarle, ingreso al local que estaba con la puerta abierta y noto que en un oscuro rincón se encontraba un ataúd arrimado en la pared, y al que le faltaba la tapa. Molesto, pensó porque no se lo había llevado consigo y cerrando la puerta del local con un pesado candado se dijo que mañana se desharía de él. Eran pasadas las 12 de la noche cuando un extraño golpeteo lo despertó proveniente del primer piso y sin despertar a su mujer, se levantó y bajo para averiguar de dónde provenía ese ruido. En efecto, este se originaba de la desocupada funeraria como si alguien tocara la puerta del local. Ya que a este solo se podía ingresar por la calle, salió de su casa, pero no noto a nadie. Todo era silencio y desolación. Extrañado, al momento que iba a regresar, escucho nuevamente que tocaban la puerta del local, desde adentro. ‘¿Quién está allí?’ ‘¿Cómo logró entrar?’ dijo en voz alta, pero al ver nadie le contestaba, furioso, ingreso a su casa a por la llave y tras abrir el candado, abrió la puerta y quedo paralizado al instante al ver al ataúd sin tapa junto a él y que se le vino encima. A la mañana siguiente, su mujer bajo presurosa por los gritos de la gente, encontrando a su marido muerto, arrojando espuma por la boca. Al ver el interior del local noto al ataúd en su rincón, por lo que asustada, cerró la puerta. Como nadie había visto lo que había pasado, creyeron que le había dado un ataque cardiaco. Con el paso de los días, ella intentaba dormir, cuando de pronto escucho en la madrugada que alguien tocaba la puerta. Miro por la ventana hacia la calle, pero allí no había nadie, pero al poco rato nuevamente oyó el ruido. Volvió a sacar la cabeza por la ventana y noto que los golpes provenían del local que estaba debajo de su dormitorio, por lo que creyendo que alguien había quedado encerrado allí, abrió el candado y vio el ataúd, pero reponiéndose del susto pego un grito siendo escuchada por sus vecinos, que vieron horrorizados como el ataúd atrapaba en su interior a la anciana. Dando voces de alarma otros vecinos salieron de sus casas y les ayudaron a levantar el ataúd, encontrando muerta a la anciana. Gritando que era obra del diablo y provistos de hachas destrozaron el cajón maldito y le prendieron fuego allí mismo hasta quedar reducido a cenizas. Muchos recordaron la maldición proferida por el judío cuando fue expulsado del pueblo, pero hubo quien dijo que se había enterado que este había muerto a las pocas horas al desbarrancarse su camión al abismo, siendo devorado su cuerpo por los perros, por lo que estuvieron convencidos que su alma maldita fue el responsable de las muertes de Don Benigno y su mujer. A los pocos días, llego la hija de los difuntos para hacerse cargo de los bienes y venderlos para regresar a Lima. Nadie en el pueblo le dijo del asunto del ataúd, creyendo que se iba a burlar de ellos, y que los tacharían de ignorantes. Pero una noche, cuando se disponía a descansar, escucho que alguien tocaba la puerta. Al salir no encontró a nadie, pero noto que el ruido provenía del interior del local contiguo, por lo que se dispuso a abrir el candado, sin imaginar que sería lo último que haría en su vida”. Venga ya, a que pase un susto al leer este escalofriante caso por primera vez. Como sabéis, las historias de los ataúdes malditos que se mueven solos son muy conocidas no solo en el Perú, aunque difieren en algunos puntos, pero todas sin lugar a dudas, tienen la marca del diablo.