TIEMPOS DEL MUNDO
martes, 1 de agosto de 2023
DIOSES Y DEMONIOS DEL PERÚ: Rescatándolos del olvido
A propósito, a raíz de la reciente presentación del libro Dioses y Demonios del Perú en la Feria Internacional del Libro (FIL) escrita por Javier Zapata, el mismo autor del exitoso libro Seres Mágicos del Perú - donde nos transporta a un mundo mágico en la cual un antiguo dios nos revela sus conocimientos sobre las divinidades peruanas, que pasaron al olvido y la estigmatización con la llegada de la Iglesia Católica junto con los españoles en el Siglo XVI, los cuales mediante la extirpación de idolatrías, calificándolos de ser “obra del demonio” arrasaron con toda manifestación indígena, destruyendo ídolos y templos a lo largo de todo el Perú intentando borrar su memoria y existencia - es una buena ocasión para ocuparnos de este asunto ¿vale? Ante todo, vale aclarar que si bien son conocidos los dioses incas, descritos meticulosamente por los cronistas, se sabe muy poco o casi nada de las divinidades de las antiguas culturas que los antecedieron, y solo mediante la arqueología desde el pasado siglo, fueron descubiertos grabados e imágenes de sus dioses, pero al carecer esas sociedades de escritura, en algunos casos solo conocemos su nombre y uno que otro mito que habla sobre ellos, pero nada más. Borrados de la “historia oficial” por los incas, es sumamente difícil encontrar detalles que nos hablen de su religión y la forma como veían al mundo. Cabe precisar que los habitantes del Perú antiguo, al igual que los demás pueblos primitivos, forjaron, en su evolución mítica, la concepción del demonio. Pero el demonio no fue un ángel rebelde como en las tradiciones cristianas, ni tuvo el poder de los dioses. Tampoco dividieron nuestros aborígenes, como lo hicieron los persas, las divinidades en buenas y malas. La mitología peruana desconoció la implacable lucha entre el bien y el mal, Ormuz y Arimán, en la religión de Zoroastro. No había dioses malos en el Perú antiguo, pero todo se trastocó con la llegada de la Iglesia Católica, que en su fanatismo religioso - forjado en la aun reciente conquista del reino musulmán de Granada - los catalogo a todos como demonios y los persiguió implacablemente. Solo quedaron los mitos. Como sabéis, las crónicas clásicas de los siglos XVI y XVII incluyen una abundante mitología en sus páginas. Los españoles de ese tiempo preguntaron por historias y recibieron explicaciones míticas; por lo que no es uniforme la calidad de las versiones, tampoco su localización territorial o étnica, menos aún la universalidad andina que se les atribuyó a veces, si bien las versiones míticas responden a un universo conceptual generalizado en los Andes. En realidad, los cronistas recogieron versiones orales en muchos lugares de los Andes, aunque no siempre anotaron su procedencia, y, en cambio, primó muchas veces -voluntaria o involuntariamente - una identificación con el Cuzco, el centro del poder incaico que los españoles del siglo XVI bautizaron como un "imperio" comparable al romano que añoraban o al que el Emperador Carlos V ejercía desde España. Historizados los mitos en las crónicas, se inauguró una historia de los incas, donde las gestas de los soberanos del Cuzco no envidiaban a las de los héroes de la mitología mediterránea o a las acciones gloriosas de los príncipes cristianos. Los dioses andinos fueron muchas veces rebautizados y clasificados como demonios que inducían a la gente a vivir fuera de la ley natural. Continuando una tradición renacentista, los mitos que se relacionaban con los orígenes del mundo y del hombre fueron transformados en alegorías, a la vez que sus informaciones sobre arquetipos o personajes ejemplares se convirtieron en datos biográficos y muchas situaciones rituales fueron convertidas asimismo en acontecimientos. Sin embargo, esta transformación no impidió que algunos mitos - los de origen sobre todo - fueran mantenidos bajo la categoría de fábulas o leyendas. Otros textos o recopilaciones, que no ingresaron a la clásica categoría de las crónicas, reunieron versiones quizás más correctas desde un punto de vista etnográfico. Es el caso probablemente único en los Andes de las versiones de Huarochirí, que fueron narradas o recopiladas por un informante andino cuyo nombre no es seguro, y reunidas por escrito y en quechua por el clérigo Francisco de Avila, célebre extirpador de las "idolatrías" de la región de Huarochirí, vecina a Lima. Al mantenerse en su lengua originaria, las mismas se han conservado como el conjunto orgánico más importante sobre la mitología andina prehispánica. En las crónicas de los siglos XVI y XVII se encuentran muchas versiones que hablan del origen del mundo. En ellas se presenta a las divinidades ordenando el mismo, y éstas han sido generalmente catalogadas bajo la denominación de dioses creadores. Hace muchos años, diversos autores diseñaron distintas formas de "creación" del mundo, por ejemplo, G. van der Leeuw (/19337 1964); la distinción más importante para el caso andino es la que dicho autor precisa entre creación ex-nihilo y creación por ordenación. En la primera, la divinidad pre-existe a lo creado, lo cual es fruto exclusivo de su actividad, el caso más conocido y claro es el del primer libro del Génesis bíblico; en la segunda, los hombres y las cosas pre-existen a las divinidades las cuales realizan su "creación" a partir de una realidad caótica que puede suponer la destrucción previa del mundo y sus habitantes. Los dioses de este tipo son ordenadores del mundo en desorden, diseñan un orden, es decir, un sistema de relaciones que justifica la realidad social. De este último tipo son los dioses andinos. Es general llamar "dioses" a los seres que ordenan el mundo y presiden un conjunto de seres sagrados como ellos; al llamarlos "creadores" se hace clara referencia al origen del mundo y/o de las relaciones sociales a los que se refieren. Ciertamente, los cronistas del siglo XVI iniciaron la búsqueda de una explicación de las divinidades andinas, y trataron de organizarías en un sistema compatible con la explicación católica del mundo sagrado; por ello relacionaron inicialmente a los dioses andinos con el bíblico, intentando demostrar la tesis monogenista del origen del mundo y del hombre, y explicando el origen de los pobladores americanos en el tránsito de Noé por el océano tras del diluvio, o incluso recordando las tribus perdidas de Israel. Abundando en esta línea, algunos cronistas propusieron que los hombres americanos, cuyo origen bíblico estaba así diseñado, habían sido evangelizados en los tiempos inmediatos a la vida de Cristo; colaboraron a esta versión tanto los cronistas españoles como los andinos. Un caso palpable es San Bartolomé, de quienes los cronistas decían que se parecía a la estatua de oro de Wiraqocha que se encontraba en el templo a ese dios, en Raqchi (Cuzco). Pero a diferencia de los cronistas, la Iglesia Católica no tardo en calificar a las divinidades andinas como "idolátricas" como consecuencia evidente de la actividad del "demonio" y, por lo tanto, se dedicaron a eliminarlos a priori hasta no dejar ninguno. Los mitos relatan una historia, aunque la misma no sea equivalente a la que hoy conocemos bajo las categorías que rigen la noción occidental y moderna de la misma. Se trata de una racionalización, como toda explicación de la experiencia cotidiana, transmisible en torno al ritual, aunque no dependa únicamente del mismo. Incluyen los mitos una diacronía interna, aunque no necesariamente están articulados en una concepción diacrónica del universo y de la historia. Sus personajes, dioses o héroes, se registran como tales en las épocas de los orígenes, ya que los mitos se refieren a tiempos primordiales que se encuentran fuera del tiempo normal o profano. Al confirmar y justificar la realidad, los derechos y las instituciones, van más allá del hecho de ser portadores de una historia narrada. Por cierto, de los mitos de los dioses y demonios, ya no hemos ocupado de varios de ellos en su momento - como los de Wiraqocha, Pachacamac, Curinaya, Vichama, Inkarri, el Amaru y el Origen de los Incas, por ejemplo - pero hay otros que aun no hemos tratado y ello será más adelante ¿Vale?