TIEMPOS DEL MUNDO

martes, 25 de junio de 2024

EL TORO ENCANTADO DE JAÉN: Temible custodio de fabulosas riquezas

Cuentan que hace mucho tiempo existía un pueblo en Cajamarca, cerca de donde hoy se levanta Jaén de Bracamoros (llamada así para diferenciarla de su homónima española) el cual era gobernado por un malvado corregidor que obligaba a todos sus habitantes a rendirle pleitesía. Este déspota quería ser el más poderoso de la región, por lo que los pobladores tenían que pagarle tributos en oro. Pero no todos podían hacerlo. En esta oportunidad le tocó la responsabilidad a un hombre de condición económica muy modesta que no tenía como pagar, por lo que fue llevado de inmediato a rastras ante el corregidor, quien que dio un plazo de 15 días para cumplir con el pago que le correspondía. Como este no lo hizo, fue encerrado 8 días en el calabozo hasta que le dictaran su sentencia, que sería la muerte. El campesino lamentándose amargamente de su triste condición, se quedó profundamente dormido, y en el sueño se le apareció una anciana, quien le pregunto: “¿por qué estas preso hijo mío?” El pobre hombre le relato su desgracia. La anciana dijo: “no te pongas triste, yo te voy a ayudar con tu problema, con el compromiso de que cumplas con todo lo que te voy a indicar: Dile al corregidor que te de dos semanas más de plazo para que busques el oro que te pide, que un ángel te ha revelado donde puedes encontrarlo. Pero eso sí, no le digas nada de mi presencia”. Así lo hizo el campesino, y el sátrapa, codicioso en extremo, lo dejo en libertad, advirtiéndole que en 15 días debía presentarse con el tributo que estaba adeudando o seria ahorcado. Ya en su casa, en la noche se le apareció nuevamente en sueños la anciana, quien le dijo: “Hijo, has cumplido con la promesa, ahora ten mucho cuidado con lo que te voy a indicar. Sigue el camino que va al norte, cuando hayas avanzado cierta distancia, se te aparecerá un toro negro de aspecto feroz, pero no le temas, él está cuidando el camino que va hacia una laguna encantada, aun no descubierta, donde hay mucho oro. Esta es la primera prueba, si le temes perderás mi ayuda. Prepara tu fiambre, y tuesta un poco de maíz que te servirá de alimento durante el día, recoges el oro que necesitas de la laguna y luego regresaras a casa”. Así lo hizo al día siguiente el campesino, tal como le había ordenado la anciana. Entrego al corregidor el tributo que le correspondía, liberándose de la sentencia de muerte que le había impuesto. De esta manera, visitando la laguna custodiado por el toro, el humilde poblador continuaba pagando todas las cuotas y deudas que le correspondían. Como era de esperar, el déspota se dio cuenta que en el almacén había oro más fino y brillante, por lo que se preguntó ¿“De dónde saca el oro este indio muerto de hambre, si siempre anda en harapos?” ordenando por ello su arresto y sometiéndolo a un brutal interrogatorio para que confiese la mina que de seguro había encontrado: “Llévenselo y castíguenlo, y si no habla, tendrá que morir”. Llevado al calabozo el campesino, fue duramente azotado por sus verdugos para que confiese, dejándolo tirado en medio de un charco de sangre, amenazándolo con regresar a la mañana siguiente para continuar con el castigo. Allí en un oscuro rincón todo adolorido se puso a dormir, volviendo a aparecérsele la anciana en sus sueños, diciéndole: “Hijo mío, no te mataran porque si lo hacen nunca sabrán de donde sacas el oro. Si tanto te exigen, diles la verdad de este modo: Esta bien, los llevare a la laguna de donde traigo el oro y les indicare el camino. Eso sí, no les digas acerca de la presencia del toro feroz que lo custodia” indico la anciana. “Sus ojos se llenaran de codicia y querrá ir ya mismo a traerlo. Cuando esté en el lugar, por la emoción no te echara de menos y en ese momento tu saldrás de allí sin mirar atrás, escuches lo que escuches. Al volver a tu casa, inmediatamente te encaminaras con dirección al rio Amojú para fundar una ciudad, al que llamaras Jaén de Bracamoros” termino diciéndole la anciana para no volverla a ver más. Al día siguiente, fue llevado ante el corregidor, a quien le conto todo, tal como se le había aconsejado. “Seré muy rico y tendré el mejor oro del mundo” exclamo extasiado el sátrapa, quien de inmediato ordeno a toda la población a ir al lugar a traer “su” oro. Al poco tiempo se reunieron todos los pobladores, liderados por el propio déspota, y a su lado iba el campesino que los guiaba, con dos guardias que lo custodiaban y que lo matarían en el acto si estaba mintiendo. Nadie quedo en el pueblo. Al llegar al lugar, contemplaron la laguna, en cuyo centro resplandecía el oro. Fue tanta la alegría del corregidor que grito “Todo será mío”. La multitud rodeo rápidamente la laguna y llenos de admiración y codicia por el preciado metal, se abalanzaron hacia las aguas “Recójanlo todo” exclamo el déspota enloquecido. En ese momento el campesino advertido por la anciana, logro escabullirse y escapar del lugar. Pero a medida que se acercaban al oro, se oyó un terrible mugido. Era el toro, quien arremetió violentamente contra el corregidor despedazándolo en el acto. La gente aterrorizada por su presencia trato de escapar del lugar, pero el animal bramo fuertemente tres veces y entonces una nube gris oscura los fue cubriendo de manera inexorable, muriendo todos ahogados. Entretanto el campesino, llego al pueblo condenado, donde no había nadie y de inmediato tomo su camino con dirección al rio Chinchipe, cruzando el rio en una balsa que el mismo construyo y siguió avanzando hasta llegar al rio Amojú. Allí se encamino por la orilla hasta llegar a un extenso valle, donde se estableció, fundando de esta manera el Jaén actual.