TIEMPOS DEL MUNDO
martes, 19 de agosto de 2025
MISTERIO DETRÁS DE LOS MISTERIOS: Las momias “pelirrojas” de Paracas
Uno de los aspectos culturales que distingue a la cultura Paracas (desarrollada en Ica, entre el 700 A.C. y 200 D.C.) es el arte de la momificación. Los Paracas realizaron procedimientos complejos que no se vio antes en ninguna cultura peruana. ¿Cómo era la momificación entre los Paracas? Esta era una práctica que incluía el proceso de embalsamar a individuos envueltos en capas de textiles creando «paquetes de momias». El ambiente de desierto subtropical en las penínsulas de Paracas permitió las condiciones más favorables para la momificación y para la preservación de los textiles espectaculares que formaban parte de los paquetes de momias. Es importante que señalemos que en la Península de Paracas se encontraron dos tipos distintos de cementerios. El ejemplo más antiguo, de Cavernas de Paracas, se caracteriza por internaciones compactas en cavernas subterráneas, con entierros habitualmente de forma cónica y envueltos en una tela exterior tosca cosida cerrada. Cada momia de la cultura Paracas fue envuelta y enterrada individualmente en una posición extendida. Sin embargo, las cavernas albergaban hombres y mujeres, así como niños. Esta es una posible señal de agrupaciones familiares. Otra de sus costumbres era colocar ofrendas alrededor o encima del cuerpo momificado. Los muertos eran sometidos a un proceso de momificación muy elaborado como como veras a continuación: Se extraía los órganos internos como el corazón, los pulmones, vísceras e intestinos. La extracción se realizaba mediante un corte en el tórax; Extraían los músculos de las extremidades mediante incisiones precisas; El cerebro era retirado por las fosas nasales; Posteriormente el cadáver era embalsamado con distintas sustancias y era expuesto al fuego o al sol; Luego el cadáver era rociado con distintas sustancias químicas y expuesto al fuego o al sol, por lo cual las momias adquirieron un aspecto ahumado en distintas partes del cuerpo; Este era depositado sobre una canasta en una posición fetal o de cuclillas y envueltas en paños de algodón a modo de sudario y luego eran recubiertas con elaborados mantos bordados. Los fardos funerarios eran adornados con diademas, brazaletes, narigueras. Ahora bien, en cuanto a las momias “pelirrojas” encontradas, trae a colación los relatos de los cronistas españoles del Siglo XVI, quienes a menudo se quedaron maravillados al encontrar individuos que, por una o varias de sus características antropológicas, presentaban un extraordinario parecidos con los europeos nórdicos o esas "Gentes del Norte" que mencionan los documentos Miccinelli. En efecto, en prácticamente toda América, se encontraron indicios de la presencia de "indios blancos", si bien fueron las culturas avanzadas como la Azteca e Inca, las que con más fuerza conservaron el recuerdo de estos hombres blancos y barbados, que habían arribado a sus tierras siglos antes del descubrimiento por los europeos. Precisamente en el Perú, estos testimonios son muy numerosos. Así por ejemplo Pedro Pizarro, primo del conquistador Francisco Pizarro, confirma lo registrado por el Padre Oliveira sobre el origen de los Incas, al señalar que el Inca y su familia “tenían la piel más blanca que el resto de los indios, y el pelo, de un color trigo maduro”. Pizarro agregaba, además, que los indígenas consideraban a estos individuos blancos y rubios como los "hijos de los dioses del Cielo". Al mismo tiempo, antiguos documentos recopilados por Izaguirre, mencionan también a "estos infieles blancos y rubios a manera de nosotros". Pero además de estas fuentes documentales, algunas momias de la costa peruana (especialmente en Paracas), prueban la existencia de estos individuos con el cabello ondulado, de un color rubio rojizo o castaño. El hecho de que la mayor parte de ellas estén embalsamadas, nuevamente certifica que pertenecían a familias dirigentes. Según recoge Jacques de Mahieu en su obra titulada "El gran viaje del Dios-Sol. Los Vikingos de Méjico y Perú", estas momias... "son de alta estatura, cara alargada, cabeza dolicocéfala y pelo claro, con variaciones que van desde el castaño al rubio "paja", pasando por todos los matices del rojo, sin decoración artificial." A pesar del desconcierto que estos hallazgos despertaron, el propio Mahieu declaraba que... " No se trata de meras apariencias y los especialistas opinan del mismo modo. Algunos pensaron, en un primer momento, que las medidas de la cara y del cráneo podían provenir de una deformación artificial como la que efectivamente, los indios peruanos producían a menudo en los niños, y que el color del pelo podía ser la consecuencia de la acción del tiempo. Estas hipótesis tuvieron que ser desechadas." ("El gran viaje del Dios-Sol. Los Vikingos de Méjico y Perú", Capítulo II, Jacques de Mahieu). Así, antropólogo franco-argentino concluía que... "La presencia, en el Perú precolombino, de blancos de biótopo nórdico no puede, por consiguiente, ponerse en duda" ¿Quiénes eran y de dónde provenían? ¿Eran viajeros vikingos que tal vez perdidos llegaron a esas tierras siglos antes que Pizarro? Otra prueba de lo que podría ser su presencia - aparte de las momias de cabellera rubias - son los huaco-retratos Mochica que se conservan en el Museo Larco, donde se aprecian a individuos caucásicos, barbados y con cascos típicamente normandos. Si bien la historiografía “oficial” desecha esta teorías al considerarla descabelladas, en el Perú existen leyendas que nos llevan a pensar que lo formulado por Mahieu y las pruebas halladas son en realidad algo más que relatos fantásticos de tribus desaparecidas. Así tenemos, por ejemplo, las leyendas de Wiracocha y Naylamp, aquellos dioses altos fornidos, blancos y barbados con los cabellos como el sol que llegaron de lugares lejanos, y que son calificados de mitos. Sin embargo, a pesar de lo que digan esos “especialistas” respecto al tema, el misterio sigue aún latente, hasta el día de hoy, y lo seguirá hasta que sean completamente dilucidados.