TIEMPOS DEL MUNDO

martes, 29 de octubre de 2019

TSENSÉBITO: Aquel vampiro sediento de sangre

Así como en Europa es conocida la leyenda de Drácula - un conde vampiro originario de Transilvania - en el Perú también existe una demoníaca criatura, que aterroriza a los nativos que viven en la amazonia, quienes han contado innumerables historias de horror acerca de sus encuentros con aquel espantoso ser. Los matsiguengas (una tribu que habita en la selva ubicada entre el Cuzco y Madre de Dios, en las cuencas de los ríos Urubamba y Manu) lo conocen con el nombre de Tsensébito y lo describen como un humanoide cruel y sediento de sangre, de quien se dice que caza palomas y otras aves mediante trampas elaboradas, para luego cocinarlas y ofrecérsela a los niños que encontraba en su camino. Cabe destacar que el monstruo para pasar desapercibido, puede transformarse en un anciano y así evitar que sospechen de lo que es en realidad. De esta manera, una vez que los pequeños estaban satisfechos con la comida ofrecida, los recostaba sobre una piedra para que se duerman y se aseguraba que lo estuvieran, ya que continuamente les hacia una pregunta para saber si aun estaban despiertos, si el niño no respondía entonces significaba que estaba dormido; Al ver que había llegado el momento de alimentarse, el Tsensébito avivaba el fuego para el banquete, acto seguido, cogía una piedra de gran tamaño y la hacia caer con fuerza en la cabeza de sus desafortunadas victimas, quienes como es obvio, morían al instante, lo cual regocijaba al monstruo - que recuperaba su forma original - porque para el había llegado la hora de comer. Cuando acabo con los niños del pueblo, empezó a buscar de mayor edad, captando un día a un joven guerrero, quien al conocer el hogar del supuesto “anciano” mientras el salió a cazar, vio todos los huesos de sus victimas, incluido los de sus hermanos desaparecidos, porque reconoció sus prendas ensangrentadas en el lugar. Presa de la ira y con la rabia contenida, espero el regreso del Tsensébito quien le dio de comer para que se durmiera, quien deseoso de vengarse, fingió tener sueño y se acostó haciéndose el dormido. Con un ojo entreabierto pudo verlo coger una piedra con intenciones de partirle la cabeza, pero esquivo el golpe ante la sorpresa del “anciano”, abalanzándose raudamente sobre el asesino, arrojándolo al fuego y vio como se transformaba en el monstruo que era con sus grandes alas extendidas para intentar escapar de las llamas, pero el joven guerrero perdiendo el miedo a la criatura que daba grandes alaridos, agarró una piedra y se la arrojo sobre la cabeza, cayendo el Tsensébito al fuego, donde se abrasó; Tras escapar del lugar para contar a los adultos lo acontecido, estos fueron con sus lanzas y garrotes en mano a la guarida del monstruo dispuestos a destriparlo y darle una cruel y horrible muerte por todo lo que hizo, pero al entrar al lugar, no encontraron mas que un cajón del cual al levantarlo, salieron una gran cantidad de murciélagos que se perdieron en la espesura del bosque. Del Tsensébito no se tuvo mas noticias, pero es de imaginar que se traslado a otro lugar para continuar con sus maldades. Y es que debido a la inmensidad del Amazonas, ocultarse para el monstruo - con mayor razón cuando tiene la capacidad de transformarse para no ser reconocido - no debe ser ningún problema.

martes, 22 de octubre de 2019

VIDA MÁS ALLÁ DE LA MUERTE: ¿Creían los Incas en la reencarnación?

La muerte para los incas era sencillamente el pasaje de esta a la otra vida. Por eso nadie se atormentaba frente a ella, porque estaban seguros de que sus descendientes y su ayllu (clan familiar) cuidarían de su cadáver momificado, o simplemente disecado, llevándole comidas, bebidas y ropajes durante todos los años del futuro. En dicho aspecto lo único que le acongojaba era que pudieran ser quemados o pulverizados, porque eso significaba su desaparición total. Por lo demás, no tenían la menor idea del paraíso celestial, tampoco del infierno ni mucho menos del purgatorio o la existencia del diablo al estilo de las religiones del viejo mundo. Tampoco pensaban en la resurrección de los muertos. Sin embargo, creían en la reencarnación, ya que estaban convencidos que el alma de quien acababa de morir retornaba a este mundo con el que recién nacía. Al respecto, existen algunos manuscritos coloniales que documentan esta creencia. Así por ejemplo, en los capítulos 32 y 97 de La Crónica del Perú (1550), el cronista Pedro Cieza de León anotó lo siguiente: “No tienen conocimiento de la inmortalidad del ánima enteramente, mas creen que sus mayores tornan a vivir, y que las ánimas de los que mueren entran en los cuerpos de los que nacen”. “Y cuentan estos indios, que tuvieron en los tiempos pasados por cosa cierta que las ánimas que salían de los cuerpos iban a un gran lago, donde su vana creencia les hacía entender haber sido su principio, y que allí entraban en los cuerpos de los que nacían”. Semejantes afirmaciones aparecen en el manuscrito quechua anónimo de Huarochirí (Siglo XVI), donde se mencionan varias referencias directas e indirectas a la reencarnación, como: “En aquella época, los hombres resucitaban a sólo cinco días de haber muerto”. “Se dice que creían que iba a volver a su lugar de nacimiento Omapacha”. “En tiempos antiguos, cuando un hombre moría decían: nuestro muerto volverá después de cinco días ¡esperémoslo!”. “Sabemos por procesos de idolatrías, que los muertos solían regresar a sus pacarinas”. Sobre esto podemos agregar que en dicho manuscrito, los niños que nacían para reemplazar a sus padres, llevaban agregado el término Curi a su nombre, sea persona o animal (¿reencarnaban también en animales?). Y lo curioso de esto es que, uno de los protagonistas de este manuscrito, Huatiacuri, llevaba el apelativo Curi unido a su nombre (Huatia-Curi), lo cual indicaría que este personaje es un ser reencarnado, muy posiblemente de su padre, el (dios) Pariacaca. Cabe resaltar que a quien fallecía, en primer lugar se le bañaba para purificarlo; luego se le frotaba con maíz blanco molido, mullu y otros ingredientes. Acto seguido, se le vestía. Los parientes lloraban y luego lo llevaban a una cueva para colocarlo junto a otros difuntos del ayllu. Se creía que el alma no se retiraba del lado del cuerpo sino cinco días más tarde de fallecido; fecha en la que los parientes iban al río más próximo a lavar los atuendos y otras prendas dejadas por el muerto, y se los guardaba para seguir vistiendo a la momia. Estaban convencidos que ulteriormente de exhalar el último suspiro, esa fuerza vital de su propio ser seguía con vida, y creían igualmente que en el cadáver seguían latentes muchos atributos del ser vivo: sed, hambre, calor, frío, etc. De ahí porque para ellos era importante su conservación, lo que resultaba fácil en los Andes dada las condiciones ecológicas, que coadyuvaban a su disecación y momificación. Consecuentemente, para que no padecieran de hambre ni sed colocaban adyacentes al muerto vasijas de alimentos y bebidas, cosas que se le continuaba llevando cada cierto tiempo, en fechas conocidas. Tal hecho explica la necesidad de dejar hijos y descendientes para asegurar el abastecimiento permanente al fallecido. Era un desvelo el que sus cadáveres no desaparecieran, porque su conservación significaba seguir viviendo. Fue así que la idea de la supervivencia luego de la muerte lo que condujo a la preservación del cuerpo. Generalmente el muerto era envuelto en telas, dejándole el rostro libre; pero entre la nobleza llevaban sus joyas y coronas, además de una máscara de oro delgado, que de seguro reproduciría los rasgos fisonómicos del difunto. Así como los cadáveres recibían cuidados especiales, se los disponía de tal forma para que se secaran y pudieran conservarse centenares de años. En los Andes, eran arropados y colocados en posición fetal, (codos entre las rodillas y las manos sujetando el mentón). Estas momias eran llevadas a cuevas naturales ubicadas en cañones y laderas de las más altas montañas, rodeándolos con objetos familiares: vajillas, herramientas, comidas, bebidas. Quedaban prácticamente al aire libre, a la vista de todos. Hasta allí acudían sus parientes colaterales y directos, llevándoles mates de alimentos, derramando chicha y poniendo hojas de coca en las bocas de las momias. También le eran sacrificados cuyes (conejillos de Indias) y llamas. Aparte de ello, las momias debían ser cuidadas y conservarlas para ser visitadas por lo menos una vez al año y cambiarles de vestimenta con el objetivo de llevarlos en procesión cargados en  andas, rumbo a su comunidad, quienes danzaban con el cadáver. Pensaban que aquel rito contribuía a dar bienestar y eternidad al ayllu. El esmero y precaución que ponían en la preservación de los cadáveres es una prueba en que creían en la vida sobrenatural. Se imaginaban que los muertos seguían sintiendo casi todos los problemas y necesidades que los seres vivos. Además daban por hecho de que sus espíritus también que se agrupaban en ayllus, al igual que cuando estaban vivos. Si el culto de los ancestros determinó la conservación del cadáver, lógicamente que su preservación generó la técnica de la momificación. A veces extraían las vísceras y el cerebro. Lo restante les resultaba fácil merced a las condiciones ecológicas de los Andes por el gélido frío que posibilitaba su conservación. Si bien con la llegada de los españoles y la extirpación de idolatrías, se habría tratado de suprimir las expresiones colectivas vinculadas con el ritual y las creencias andinas, esto jamás habría pasado, ya que hasta la actualidad de una forma u otra se ha conservado muchas de las ceremonias y rituales funerarios, haciéndolas pasar como “cristianos” cuando en el fondo no tienen nada de ello.

martes, 15 de octubre de 2019

VIGILANTES DE LOS CIELOS: ¿Seres alienígenas o ángeles caídos?

Una curiosa noticia proveniente del Cuzco, indica lo que a primeras luces podría tratarse de un encuentro cercano con un ser al parecer de otro mundo, peculiar por la forma en como sucedió dicho suceso, según da cuenta un diario local. El caso involucra a una señora - cuyo nombre insistió en mantenerlo en reserva - quien relata que acostumbrada a vivir en libertad como lo hacia en Lima, de donde proviene, le gustaba subir a las montañas que rodean la Ciudad Imperial y pasear por ellos. Así, un día en la que se encontraba sentada al lado de un arbusto cansada de tanto caminar, vio aparecer de la nada a un hombre alto, vestido extrañamente con lo que parecía ser una especie de tela metálica color acero bien ceñido a su cuerpo, pero por lo podía ver no le incomodaba para desplazarse sin problemas. Además de ello, usaba una especie de gorra del mismo material que le cubría la cabeza. Intrigada por su apariencia, vio que se le acercaba mirándola fijamente y ella asustada noto con terror que no tenía nada a la mano para defenderse, ni siquiera una piedra, si es que el ‘intruso’ - como lo calificó en su mente - tenía malas intenciones. “No temáis mujer que no pienso hacerte ningún daño” le dijo el misterioso ser con una voz clara y fuerte, por lo que no cabe duda que le leyó el pensamiento.”Al llegar a mi lado, pude percatarme que se encontraba flotando a unos 40 centímetros sobre el suelo, el cual no piso en ningún momento” relato la testigo. “Presa del pánico, pensé en huir rápidamente del fugar, porque creí que era el mismísimo diablo que venia a llevarme, pero una extraña fuera me mantuvo clavada en el piso y no me pude mover” indico asustada la testigo en exclusiva para el citado medio. “Entonces trate de mirarlo sin turbarme, y pude notar tenia unos ojos azules intensos y su rostro estaba iluminado por una leve sonrisa, y es allí que me pregunto mi nombre” -prosiguió - “y al dárselo, me dio el suyo, dijo llamarse Xenon , agregando que provenía de un planeta ubicado mas allá de las estrellas y que era de uno de los muchos viajeros que se trasladaban por diversos mundos para conocer a las distintas especies que los habitaban, afirmando que ‘este planeta que ustedes llaman Tierra le parecía muy primitivo y peligroso ya que continuamente están en guerra y no saben vivir en paz’ pero no me dio tiempo de responderle”- aseveró la mujer - “ya que luego de algunos segundos, el extraño ser puso su dedo índice en uno de los muchos botones que tenia su traje en el pecho y se alejo elevándose del suelo para luego desaparecer en los cielos”. Repuesta del susto, la testigo pudo levantarse y corriendo todo lo que pudo, volvió presurosa a su casa y desde entonces no ha vuelto al lugar del encuentro. Si bien en un primer momento no quiso contar su experiencia a nadie, al final su marido al verla toda temblorosa pudo enterarse del hecho, quien le prohibió salir de casa terminantemente, creyendo que su mujer había inventado todo ello para ocultar una relación ilícita. Es así como decidió contar su encuentro al citado medio, para evitar terminar victima de un feminicidio a manos de un marido celoso. No cabe duda que el humanoide en cuestión, seria uno de aquellos seres llamados Sky Watchers, los cuales tienen la capacidad de volar por los cielos del mundo sin necesidad de utilizar naves de cualquier tipo, pudiendo realizarlo como las aves anulando la gravedad. Los encuentros con estos seres de origen desconocido son casos muy enigmáticos. A lo largo de la historia se han producido miles de avistamientos en diversos puntos del planeta. Lo que no se sabe es cuales son sus intenciones ni de donde realmente provienen, ya que bien pueden extraterrestres como alegan o quizás ángeles caídos, tal como aparecen descritos en la Biblia, quienes fueron expulsados junto con Lucifer de los cielos y que al igual que su demoníaco líder, son maestros del engaño, por lo que lo más prudente es mantenerse alejados de ellos.

martes, 8 de octubre de 2019

VIZCARRATA: El infame roedor de Odebrecht

En este país bananero llamado Perú existe una sucia alimaña de uñas muy largas, quien hizo toda clase de negociados con la constructora brasileña Odebrecht cuando estuvo al frente el gobierno regional de Moquegua, por lo cual no solo posee 46 procesos judiciales abiertos por execrables delitos penales, que van desde cohecho, extorsión, intento de homicidio y secuestro, sino que también su empresa constructora, fue proveedor mayoritario del consorcio Conirsa - integrada por Odebrecht Latinvest Perú S.A.C., y Graña y Montero para la construcción de la carretera Interoceánica Sur - y además era apoderada del Consorcio Ilo, una asociación de constructoras lideradas por Graña y Montero, enriqueciéndose ilegalmente a costa del Estado utilizando su cargo para hacerlo a pesar que la ley se lo prohibía expresamente. A ello se suma su implicación en el Caso Chinchero, cuando como ministro de Transportes y Comunicaciones del conocido lobbysta y Traidor a la Patria Pedro Pablo Kuczynski (PPKutra) intento presionar al por entonces Contralor de la Republica para que aprobara a como de lugar una infame addenda - a todas luces perjudicial para los intereses nacionales - con el cual intentaba favorecer al consorcio chileno Kuntur Wasi (propiedad de Sebastián Piñera, amigo de Kuczynski) obligando al Estado peruano a financiar íntegramente la construcción del aeropuerto internacional de Chinchero (Cuzco), cuando en el contrato original se decía que los chilenos deberían hacerlo. Pero no contento con ello, se entregaba a dicho consorcio por 40 años la administración del citado aeropuerto a pesar de no haber invertido un céntimo, quedándose con todas las millonarias ganancias que ello acarrearía, lo cual iba a ser repartido entre Piñera, Kuczynski y Vizcarra. Pero al estallar el escándalo al quedar al descubierto dicha felonía, el contrato fue anulado y se abrió una investigación criminal para sancionar ejemplarmente a los responsables. Temeroso por las últimas investigaciones al respecto (ya como precario inquilino de Palacio tras la obligada renuncia de Kuczynski para evitar una ignominiosa destitución por el Congreso) que daba cuenta de sus delitos y que podría terminar en la cárcel, dio un golpe de Estado el pasado 30 de septiembre para evitar ser fiscalizado, acabando con la institucionalidad democrática que había sido restaurada en el año 2000 tras la caída de la criminal dictadura fujimorista. Muchos pensaron entonces que ello nunca más volvería a suceder, pero mira que se equivocaron, y por culpa de un roedor - bautizado acertadamente en las redes sociales como Vizcarrata - la larga sombra del autoritarismo ha vuelto a caer sobre el Perú. Consumado el golpe, las ratas y sus secuaces están celebrando por estos días, pero la dicha de los malvados no es eterna. Ya lo pagareis.

martes, 1 de octubre de 2019

SECRETOS OCULTOS EN LAS PROFUNDIDADES: El tesoro perdido de Llamellín

Si usted imagina que la búsqueda de tesoros perdidos es solo historia de piratas, se equivoca, al menos en el Perú, ya que desde la caída del Imperio Inca se cree que valiosos cargamentos de oro fueron escondidos en cuevas o arrojados a las incontables lagunas que existen a lo largo de la Cordillera de los Andes por quienes los llevaban a Cajamarca desde todas partes del Imperio como parte del rescate de Atahualpa, que se debía pagar a los españoles a cambio de su vida, pero al enterarse que no cumplieron su palabra y lo ejecutaron, decidieron deshacerse de esos tesoros. De otro lado, se sabe que muchos caciques locales se aliaron a los españoles para combatir a los Incas y luego en retribución por su traición, se les permitió conservar sus privilegios y riquezas. El protagonista de esta historia era descendiente de uno de ellos. Cuenta la historia que por el año 1800 vivía en el lugar denominado Huarimarca - ubicado a una hora y media de Llamellín - un acaudalado cacique de nombre Huayopaucar, quien se dedicaba a fundir oro, uno de los metales más preciados - aunque nunca dijo de donde provenía el metal - el cual decidió enviarle como un presente varias alhajas al virrey Fernando de Abascal en 1815, quien al recibir el obsequio, lo mandó llamar porque tuvo curiosidad de conocerlo y saber de donde provenía su riqueza. Fue así que ilusionado, el cacique decidió ir a la capital, pero antes escondió todo sus tesoros en una caverna y contrató a dos negros para que cuidaran sus propiedades, a quienes les ordenó que se queden en el lugar hasta su retorno. Sin embargo, Huayopaucar nunca regresó y los guardianes que contrató, un buen día desaparecieron, desde entonces se ha estado buscando intensamente los tesoros que escondió en algún lugar de Huarimarca, sin resultado alguno. En cuanto a lo que realmente sucedió con Huayopaucar, circularon diversas versiones acerca de su destino final, que fue asesinado durante su viaje o bien detenido al llegar a Lima por orden del virrey y sometido a tormento para que revelara el lugar de donde provenía el oro, pero nada lograron sacarle por lo que convertido en un despojo humano fue enviado a presidio y nunca mas se supo de el, con mayor razón que en esos tiempos turbulentos, las guerras por la independencia asolaban los antiguos dominios de España en el continente y el Perú no era ajeno a ello. Hasta llegaron a suponer que el cacique conocía la ubicación donde se ocultaron aquellos legendarios tesoros destinados a Cajamarca y que de allí provenía su riqueza. Cabe destacar que antes de su viaje a la capital del Virreynato, Huayopaucar fabricó cuatro campanas para la catedral de San Andrés de Llamellín, las cuales fueron fabricadas de cuatro arrobas de oro, cuatro de plata y cuatro de cobre. Según se afirma, una de las campanas fue sustraída por un codicioso cura, quien para lograr su propósito utilizó una sierra y la cortó en pedazos a fin de trasladarla en un camión a Lima. Al enterarse del sacrilegio, el religioso fue echado del pueblo por los lugareños, aunque una versión da cuenta que arrepentido, perdió la razón y se arrojo al cercano río Marañon. En la actualidad, las tres campanas que quedaron están guardadas dentro de la catedral, las cuales por el paso de los años se encuentran completamente deterioradas, incluso una de ellas presenta rajaduras. Se dice que en sus buenos tiempos, cuando tocaban las cuatro campanas, el sonido no solo se escuchaba en el lugar sino también en las otras provincias de la región Áncash. ¿Realidad o ficción? Vaya uno a saber, en todo caso, esta relato forma parte de la historia misma de Llamellín, que ha pasado de padres a hijos con el claro objetivo de que no olviden de que en algún lugar oculto de los Andes se encuentra un fabuloso tesoro sin dueño, esperando que alguien lo encuentre ¿Quién será el afortunado?