Dentro de los innumerables mitos que se cuentan en el interior de la Amazonía, relatos que gracias a la tradición oral han sobrevivido desde tiempos inmemoriales; tenemos a la leyenda de la Yacumama, la gran serpiente - del cual se dice que llega a medir 50 metros de largo y posee una cabeza de dos metros de ancho - que acecha en los ríos y lagos dispuesta a devorar a quienes despreocupadamente surcan sus aguas. Desde hace mucho tiempo no han sido pocas las expediciones que se han puesto en marcha para descubrir y desentrañar este misterio. En numerosas ocasiones se han encontrado serpientes de tamaño considerable, pero que no reunían la longitud suficiente ni las características específicas que cuentan las leyendas. El nombre de esta serpiente mitológica significa “Madre del Agua” y se dice que encarna al espíritu protector de las aguas del Amazonas. Si bien generalmente vive en el fondo de los ríos donde se alimenta de animales acuáticos, llega un momento de su vida en que al incrementar su peso, ya no puede reptar para cazar a sus veloces presas. Entonces emerge a la superficie y busca un lugar para vivir permanentemente. Consigue, con su poderosa cola, un espacio lo suficientemente amplio cerca de un río o lago - de los muchos que existen en el lugar- y ahí... espera. El gran poder de atracción que ejerce con su mirada enigmática, le permite atraer a sus víctimas hacia esa pequeña área de territorio, marcado y vigilado delante de su enorme cabeza. Cualquier ser viviente - incluido los humanos - que, por descuido, pasan cerca de su escondite, apenas pueden distinguirlo, pero cuando descubren el peligro que les acecha ya es demasiado tarde para escapar, porque el gigantesco animal lo atrapa rápidamente con su poderosa mandíbula, enrollándolo al instante con su enorme cuerpo hasta triturarle los huesos y devorarlo de inmediato no importando si su presa aun este viva. Saciada su hambre, vuelve a su refugio, donde le espera un largo y plácido sueño. Cuando caza en el río ataca las embarcaciones hasta hacerlas naufragar haciendo perecer ahogados a sus pasajeros que terminan como alimento. Se dice que al emerger del agua el animal produce un inmenso remolino, dejando al descubierto su descomunal cabeza, que descansa sobre un cuello erguido que sobresale amenazadoramente a una altura de hasta cuatro metros, desplazándose silenciosamente por el centro del río o lago, zambulléndose de trecho en trecho, hasta llegar cerca de su presa y atacarlo. Estos relatos se basan en un hecho real como es la existencia de las anacondas, enormes ofidios que habitan en la selva alimentándose de roedores, huevos, tapires, peces y manatíes. Sin embargo, se han reportado casos de humanos que fueron atacados y que terminaron siendo sus presas, aunque muy raramente .Se han llegado a capturar algunas de gran tamaño, una de la cuales media 11.55 mts de longitud, 123 cm de circunferencia y un peso de 285 kg. A pesar de ello, están en peligro de extinción debido a la destrucción de su hábitat así como a la caza furtiva por quienes la consideran un riesgo para el ganado doméstico y los niños, sin tener en cuenta el papel que juega en el control de las plagas de roedores y que todo lo que se dice de ellas es producto de la imaginación, ya que son pacíficas por naturaleza, lejos de esa imagen estereotipada que lamentablemente se tiene hoy en día.